Vox implosiona al estilo Podemos

La división interna generada por una lucha de egos y poder entre los cinco diputados tránsfugas y la dirección provincial en las islas deja muy tocada la imagen y el futuro del partido en Baleares

Los diputados de Vox, ayer llegando al Parlament.

Los diputados de Vox, ayer llegando al Parlament. / Guillem Bosch

Andrés Martínez

Andrés Martínez

«No hay ni ha habido nunca división interna en Vox, son películas de ciencia ficción de los medios de comunicación». Este fue el discurso que lanzó Santiago Abascal tras blindarse cuatro años más como líder de la formación ultraderechista en la Asamblea Extraordinaria. Apenas 48 horas después, Vox estalló en Baleares, con cinco diputados tránsfugas que manejan el poder del grupo parlamentario y hacen caso omiso a las órdenes de Madrid.

Una implosión al más puro estilo Podemos, con una crisis interna entre los díscolos y la dirección provincial y nacional que nada tiene que ver con diferencias ideológicas, sino que responde a una lucha de poder y de intereses económicos que ha acabado con una fractura insalvable para la representación del partido en las islas. Más allá de lo que pueda suceder con los cinco tránsfugas, en negociaciones para reconducir la situación con la cúpula de Abascal, la crisis deja muy tocada la imagen del partido de ultraderecha de cara a lo que queda de legislatura y de su futuro como formación política en Baleares.

La rebelión de los díscolos, expulsando al presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, y a la líder del partido en las islas, Patricia de las Heras, tan sólo fue la gota que colmó el vaso de un enfrentamiento que viene cociéndose a fuego lento desde hace mucho tiempo. Concretamente, desde antes de los comicios del pasado 28 de mayo, según afirmó en declaraciones a este diario el propio Le Senne. «La división viene de bastante antes, incluso desde las elecciones. De hecho, uno de los motivos por los que yo tenía que ser el presidente es porque venía nuevo, no estaba peleado con nadie».

Tras obtener unos resultados extraordinarios, con ocho escaños fundamentales para la gobernabilidad de Baleares, la marcha del que fuera el líder del grupo parlamentario y actual diputado en el Congreso, Jorge Campos, permitió desbloquear el acuerdo de investidura con Marga Prohens y que Le Senne pudiera hacerse con la presidencia del Parlament. Una decisión que algunos interpretan como una jugada orquestada desde la dirección nacional, en connivencia con el vicepresidente de la dirección provincial, Fulgencio Coll, quién siempre ha guardado grandes divergencias con Campos. El cambio no sentó nada bien a algunos miembros del grupo parlamentario, surgiendo el germen de la división. Así, el enfrentamiento se agravó cuando Vox tumbó el techo de gasto al Govern, desobedeciendo por primera vez las órdenes impuestas desde Madrid. El ala dura del partido tomó el control y decidió imponer su criterio, provocando la salida del diputado Xisco Cardona, que se marchó al grupo mixto ante la incredulidad de lo ocurrido. Dicha decisión no solamente provocó la pérdida del escaño de Cardona (pasaron de ocho a siete), sino que también empezó a crear los dos bloques que existen actualmente: el de los tránsfugas, formado por Idoia Ribas, Sergio Rodríguez, Manuela Cañadas, Agustín Buades y María José Verdú, y el de los afines a Abascal, formado por Le Senne y De las Heras. En aquel momento, tanto Le Senne como De las Heras se mantuvieron en el grupo pero empezaron a cuestionar las decisiones tomadas en contra de la cúpula de Abascal. Además de su afinidad con Vox nacional, ambos diputados oficialistas apoyan a la dirección provincial del partido en Baleares, con la cual los rebeldes tienen nula relación.

De hecho, los parlamentarios díscolos hace varios meses que no acuden a ningún acto donde estén presentes miembros del Comité Ejecutivo Provincial (CEP). Los únicos representantes del grupo que siempre han asistido a estos encuentros son De las Heras y Le Senne, que también cuentan con cargos orgánicos en el partido como presidenta y vocal respectivamente. Prueba de este distanciamiento entre Vox Baleares y los sublevados es que Sergio Rodríguez dejó de ser el secretario general del partido en las islas después de seis años en el cargo, una razón de peso para orquestar su venganza junto a Idoia Ribas.

Derivado de la mala relación entre los diputados díscolos y Vox Baleares (afín a la dirección nacional) también se ha generado un conflicto con la cúpula de Abascal, especialmente con su número dos, Ignacio Garriga. De hecho, Garriga no quiso reunirse con los tránsfugas en la visita que realizó a Palma de Mallorca hace unas semanas.

«Viene a hacer un tour turístico y no tiene ni dos minutos para reunirse con los diputados», denunciaron. Es importante también señalar que Garriga guarda una gran relación con Le Senne, expulsado por parte de los rebeldes. La tensión entre los sublevados y la dirección nacional también se percibe en la falta de representación en la nueva ejecutiva que presentó Santiago Abascal para su reelección. El organigrama propuesto por el líder ultraconservador incluye a la mayoría de líderes territoriales donde Vox participa de forma decisiva en los gobiernos autonómicos, exceptuando el caso de las islas y Extremadura. Un hecho que tampoco gustó nada a los díscolos.

El ala dura del partido

Idoia Ribas y Sergio Rodríguez, ambos portavoces del grupo parlamentario, representan el ala dura del partido y dirigen a la formación ultraderechista en el Parlament. Así, son los que han provocado la rebelión del grupo para echar a Le Senne de la presidencia de la Cámara Balear y colocar a uno de los suyos por una cuestión de poder. La legitimidad que tienen ambos para manejar el grupo parlamentario también viene motivada a través del apoyo que reciben desde muchos municipios de Mallorca, controlando a la mitad de los pueblos donde Vox tiene representación. De hecho, varios concejales han salido a manifestarse a favor de la acción que han llevado a cabo los tránsfugas contra la dirección del partido. En medio de todo este caos, se hizo público un informe que envió el pasado mes de junio la presidenta del partido, Patricia de las Heras, a la dirección nacional alertando de una serie de «acciones mafiosas» en Baleares y de que Jorge Campos, ahora diputado en el Congreso, habría urdido una trama para beneficiarse económicamente de la formación ultraconservadora, en parte con «una empresa pantalla que gasta fondos públicos a destinos que la ley no permite».

Según se puede leer en dicho informe, «en temas económicos, el gasto del presupuesto del partido en Baleares ha ido prácticamente en su integridad a los desplazamientos personales de Jorge en primera clase y hoteles de hasta 200 euros la noche, se endeudaba para seguir sufragando sus gastos personales viviendo a cuerpo de rey a costa del partido». Un escrito que retrata la crisis interna que lleva viviendo Vox desde hace mucho tiempo. En el contexto actual, se hace evidente que en Vox Baleares conviven dos bandos: por un lado el grupo parlamentario de los cinco díscolos, apoyado por buena parte de los municipios, y por otro, el mando orgánico del partido ultraderechista en las islas, incluidos Le Senne y De las Heras, con el soporte de la dirección nacional. Sea cual sea la resolución del conflicto con los tránsfugas, el grupo parlamentario queda muy tocado para lo que pueda quedar de legislatura y la imagen de Vox , en clara descomposición, pierde mucha credibilidad de cara a su electorado, reforzando la posición del Partido Popular de Marga Prohens en el marco de la derecha.

Esta crisis ha demostrado que Vox, al igual que pasó con Podemos, ha replicado todo aquello con lo que quería acabar la nueva política: la lucha de poder y los egos por delante del ideario y las propuestas. Porque la libre elección de lengua o la Oficina de Libertad Lingüística de la que tanto han hecho bandera ha quedado relegada a un segundo plano en virtud de la presidencia del Parlament. Y eso que, según ellos, no venían a la política para ocupar sillones.

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