Tres empresarios suecos abren el primer club social privado de Mallorca en plena plaza Santa Eulàlia de Palma

Làlia cuenta con gimnasio, espacios de trabajo, salas de reuniones, bar y restaurante

Para entrar como miembro, debe rellenarse un formulario y hacer una entrevista

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

Se accede por la céntrica calle Morei número 2 de Palma. El exclusivo club social privado de Mallorca Làlia inicia sus pasos en el edificio ubicado sobre el popular Cafè Plaça, con vistas a la plaza Santa Eulàlia. Se trata de un negocio inédito en la isla, en este caso liderado por tres empresarios suecos: Pablo Sánchez, Anna Karlen -son matrimonio- y otro inversor. Si bien es cierto que existen otros clubes sociales en la isla (en este punto hay que señalar que no se tienen en cuenta los deportivos), Làlia Mallorca es un concepto distinto porque bebe de los clubes privados nórdicos: se necesita ser miembro para entrar, las actividades son también exclusivamente para los miembros, así como su bar y restaurante. El histórico Club Pollença, por ejemplo, realiza actividades a las que puede acceder la ciudadanía y el bar y el restaurante están abiertos a todo el mundo.

Este club privado sólo para miembros está este miércoles en su noveno día de preapertura, una suerte de periodo de prueba para mejorar todos los servicios. Combina espacios de trabajo y sociales; es decir, diversas salas de coworking y para reuniones, gimnasio, así como restaurante y bar. La apertura oficial será en enero de 2024.

“Buscamos gente con mente abierta, heterogénea. Queremos un público que mezcle a gente local con extranjeros que vivan aquí o tengan una fuerte conexión con la isla. No es un club para turistas”, explica a este diario uno de sus propietarios, Pablo Sánchez, chileno de nacimiento, criado en Suecia y con experiencia vital y laboral en Nueva York y Londres.

“Llevamos cinco años residiendo en esta zona y buscábamos un punto de encuentro para gente un poco como nosotros. Con intereses en la sostenibilidad, el arte y la cultura. Pensamos que faltan espacios urbanos así en la ciudad, donde las personas puedan juntarse y donde puedan surgir proyectos conjuntos”, expone Sánchez, “un lugar donde entretenerse, trabajar, socializar e ir a eventos”. “Para nosotros es también una oportunidad de conocer a gente local que le interesa lo internacional y que todas estas personas con una mentalidad abierta se mezclen”, abunda.

PALMA, EDIFICIO SOBRE EL CAFE PLAÇA DE LA PLAZA SANTA EULALIA QUE HAN CONVERTIDO EN UN "CLUB PRIVADO".

PALMA, EDIFICIO SOBRE EL CAFE PLAÇA DE LA PLAZA SANTA EULALIA QUE HAN CONVERTIDO EN UN "CLUB PRIVADO". / B. Ramon

El precio y entrevista de admisión

El precio mensual de este club privado es de 175 euros. No todo el mundo tiene el acceso garantizado pese a poder permitírselo. “Se debe hacer una petición [se puede hacer en la pàgina web], rellenar un formulario y luego se cita a la persona para una entrevista con el fin de ver si encaja con el resto de la comunidad”, indica Sánchez sobre un tipo de espacio muy común en los países nórdicos y que en los últimos tiempos se está popularizando en Madrid y Barcelona.

Sánchez y Anna Karlen ya son propietarios en Mallorca de dos restaurantes, sa Placeta en Palma y Patiki Beach en Port de Sóller. Además de ser dueños también de la finca Son Fiol en Consell, que se convertirá en tres o cuatro años en agroturismo y club de campo. Él montó una promotora inmobiliaria con sus hermanos. La empresa empezó en Londres, pero terminó aquí a causa de un proyecto. “Me enamoré de la isla, donde ya llevamos siete años”. La promotora es House by Sanz. “Aquí en Mallorca compramos fincas, hacemos apartamentos y los vendemos”, indica.

El edificio de Santa Eulàlia lo adquirieron en 2017. “Lo compramos con un inversor y se lo alquilamos a un amigo que precisamente ya tenía un club privado de socios en Estocolmo y quería expandirse aquí con el mismo proyecto”, cuenta Sánchez. La pandemia truncó la inversión. “Mi amigo tuvo problemas y salió del contrato de alquiler. Yo me enamoré de esa idea pero quería darle un toque más social al proyecto, mas mediterráneo, y así nació Làlia”, relata.

Cuando compraron la casa de tres pisos que ahora acoge el club, “se caía, estaba abandonada, ya no vivía nadie. Antes la había adquirido a una familia mallorquina un empresario madrileño que quería hacerse un chalé”, otro proyecto que no salió.

PALMA, EDIFICIO SOBRE EL CAFE PLAÇA DE LA PLAZA SANTA EULALIA QUE HAN CONVERTIDO EN UN "CLUB PRIVADO".

PALMA, EDIFICIO SOBRE EL CAFE PLAÇA DE LA PLAZA SANTA EULALIA QUE HAN CONVERTIDO EN UN "CLUB PRIVADO". / B. Ramon

Gimnasio

En la planta baja, se reparten diversas zonas de trabajo, unas más íntimas y otras en las que se pueden tener encuentros informales. Aún falta la puerta de acceso directo al gimnasio, que ahora tiene una entrada provisional desde la calle. Hay tres salas, la de pesas, una de TRX y la de cardio. Se ofrecen entrenadores personales, “pero también habrá un workout diario colgado en la pizarra”. Se impartirán clases de pilates y yoga.

“Todo el club es como una gran incubadora de arte y artesanía mallorquina. Podríamos decir que el 98% proviene de la isla. Las telas son de Bujosa, Ducoin son los carpinteros locales, la piedra natural es de Binissalem, el exclusivo banco de piedra fue esculpido por el escultor Diego Sánchez Barceló, etc”, resume el propietario. También se han reaprovechado las baldosas hidráulicas originales de la casa.

La paredes de Làlia son también un muestrario de arte local. El consultor artístico del club es el director de la galería Fermay, Antoni Ferrer. Destacable es el mural de Tomás Pizá en el hall, lleno de los símbolos que aparecen en la leyenda de Santa Eulàlia.

En la primera planta, continúan los espacios de trabajo, una sala donde se celebrarán eventos durante el día relacionados con la gastronomía sostenible, el arte, la música y el bienestar mental, otra estancia para reuniones y comidas privativas y cabinas de teléfono y de meditación individuales. Con vistas a la plaza Santa Eulàlia, se ubica el restaurante y el bar, “donde no se trabaja y todo el producto que se sirve es local y de temporada”.

Por último, falta aún acomodar en la terraza un huerto urbano y zona lounge.

Invitados

Las áreas de trabajo y fitness son solo para miembros del club. Según la página web, éstos pueden llevar a Làlia hasta tres invitados a las áreas sociales, que son el restaurante y el bar. Las solicitudes de listas de invitados que superen esta cifra están sujetas a reservas de mesa. Los invitados no pueden permanecer en el club sin el miembro anfitrión.

Sánchez relaciona la apertura de un club de estas características “con la evolución de la isla”. “Para los extranjeros, Mallorca era antes un lugar al que se venía de vacaciones o a jubilarse para jugar al golf. Ahora hay gente que viene a crearse una vida, a hacer un proyecto y a pasarlo bien. Mucha gente viene a instalarse aquí para poner proyectos en marcha. En Mallorca buscan la calidad de vida, que es muy buena si se tienen niños pequeños. El clima es genial, el ritmo es más pausado y los colegios están bien”, concluye el cofundador del primer club social privado de Mallorca.