Opinión | tribuna

Los gallos cantan, las vacas huelen y los tractores van lentos

Aquello sobre lo que el cartel llama la atención se corresponde con un asunto que tiene calado

Vacas de una ganadería de lácteo.

Vacas de una ganadería de lácteo. / EP

Hace un año se hizo viral en redes sociales un cartel ciertamente curioso, del tipo de los que sirven para dar la bienvenida a los pueblos. El cartel tuvo su origen en Francia y se propagó por toda Europa, por supuesto también en Baleares. Es un cartel que avisa al visitante o al turista en su caso que se adentra en una comarca o municipio agrario y le recuerda a través de varios mensajes cosas tales como que las iglesias tienen campanarios y que las campanas se tocan a las cuartos, las medias y las enteras, que los gallos cantan a partir de las 5 de la mañana, que hay ovejas y vacas por los campos y conviene no dejar sueltos a los perros, que las vacas huelen y que cuando se abonan los campos también huele mal, o que los tractores tienen que ir por los caminos rurales y no pueden ir deprisa. Este cartel lo he visto en Francia, y en Alemania, también lo compartió por redes sociales la Unió de Pagesos de Mallorca, pero lo he visto físicamente a la entrada de Llanes (Asturias) o en Ayódar (Castellón). Esto quiere decir que aquello sobre lo que el cartel llama la atención se corresponde con un asunto que tiene calado. Muestra una vez más cómo la sociedad urbana se aleja de la realidad del campo y cómo las y los ciudadanos, a medida que nos hacemos más urbanitas, nos hacemos también más intolerantes con las particularidades «campestres». Tiene tanto calado, que el 21 de enero de 2021, la Asamblea Nacional de Francia aprobó por unanimidad la conocida como «ley del patrimonio sensorial rural» incluyendo en su protección todos los elementos sonoros y olfativos que existen en el entorno rural. La ley se promovió a partir de un pleito civil protagonizado por un visitante de un pueblo de la campiña que mató al gallo de uno de los vecinos por considerar que le molestaba su canto.

Lo cierto es que cuanto más rural es una sociedad mejor entiende y tolera esta realidad, y cuando la composición de una sociedad es más ajena a este mundo, más cuesta defender y sobre todo explicar estas cosas. Pero sorprende que no solo cueste concienciar al turista que viene una semana a visitarnos, sino que cada vez es más difícil concienciar al propio vecino al que apenas dos generaciones le separan de la vida agraria. En el trayecto que me separa de mi pueblo, Aguilar de Campoo, a Santander, para coger el avión que me trae hasta Palma, paso por numerosas localidades en las que todavía veo a la entrada, pequeñas explotaciones de vacuno de carne e incluso cebaderos de terneros, y pienso lo difícil que sería tener esto en Mallorca. Cuando voy con mi familia a la playa de Somo, lugar emblemático para surfistas, justo al lado del camping me encuentro una enorme vaquería de leche cuyo olor a estiércol debe llegar a todas sus parcelas. Los visitantes que regresan a Tierra de Campos en verano para ver a sus familias, deben saber que el polvillo que se genera en la época de la cosecha del cereal se mete por todas partes. Cualquier pueblo de Jaén huele intensamente a alpechín desde noviembre hasta marzo y no es agradable.

Las razones que están en el origen tanto de los carteles, como a la ley francesa, se dan también en las Islas Baleares. Quizás sea percepción mía y a lo mejor estoy equivocado, pero cada vez me encuentro con más situaciones de incomprensión vecinal respecto a la actividad agraria y las molestias que puedan causar. Sin ánimo de confrontar y tan solo con el ánimo de llamar la atención, hacer pedagogía y sensibilización ciudadana, me gustaría recordar algunas cosas. En primer lugar, que la actividad agraria y ganadera es lo que jurídicamente llamamos una actividad propia que se desarrolla en el suelo rústico y el resto no lo son. Conviene que recordemos que no podemos apoyar al sector agrario sin asumir este tipo de cuestiones colaterales. Quizás también sea necesario explicar que las explotaciones agrarias y ganaderas tienen controles de todo tipo en el ejercicio de su actividad y que los controles ambientales son estrictos. Por ejemplo, controlamos que la cantidad de abono que se aplica por hectárea está dentro del límite que marca la ley. También puedo decir que en general y ante cualquier aviso de molestia por parte de un grupo de ciudadanos, desde la Consellería no tardamos más de 2 días en personarnos en la explotación y revisar que todo esté en orden. Lo cierto es que en general, las explotaciones agrarias y ganaderas cumplen con las normativas existentes, pero el tema es que, simple y llanamente, hacen ruido, huelen y tienen su propio ritmo. Por otra parte, y con el ánimo de ser ecuánime, lo que si podemos y debemos pedir al payes, es que además de cumplir con las leyes, ejerzan su práctica y manejo agrario de forma que cause las menores molestias posibles

Para finalizar, el ponente del texto de la ley francesa, el Sr Pierre-Antoine Levi, hizo mucho hincapié en que el texto de la ley sobre todo «puede ser una herramienta útil ayudar a los funcionarios locales en las tareas de canalización, educación, mediación y resolución de los problemas que puedan existir entre vecinos». No olvidemos esto último.