Más que un bar normal (III)

José Manuel González, el corazón del bar Tulsa en Palma: “Los chinos me han ofrecido comprarlo, se están quedando con todos los bares”

Mantiene la larga barra de madera que se inauguró con el local en 1951

En plena plaza Comtat del Rosselló, es un establecimiento donde el fuerte ritmo del barrio, el del Mercat de l'Olivar, parece que se ha detenido

El variat con llengua amb tàperes es el plato estrella

VÍDEO: Un paseo por el bar Tulsa en Palma

M. Elena Vallés / Bernardo Arzayus

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

Todo el mundo lo ha escrito y lo ha dicho, pero es verdad, el bar Tulsa es el último saloon de Palma. Larga barra de madera, como el primer día: aporta clasicismo desde una mirada realista; con ojos de ficción, el complemento perfecto para un forajido de western. Sigan ficcionando: ¿Acaso el que se cuela en la película que dio nombre al bar en 1951? Tulsa, ciudad de lucha, es una historia ambientada en la Oklahoma de los años 20, una cinta de venganzas que se proyectó en los 50 en el cine del Teatro Balear, en la misma plaza del Comtat del Rosselló, donde se levanta este establecimiento casi secreto, aislado de la calle, donde el ritmo de la vida urbana parece que se ha detenido.

El Tulsa vivió durante muchos años de los clientes de una de las salas de espectáculos más populares de Ciutat. Aficionados al boxeo, amantes de la revista, locos del circo o simplemente del teatro de costumbres. El runrún populoso antes y después de la función ahora ha desaparecido. El Tulsa es silencioso, un milagro en una plaza del Olivar cada vez más gentrificada, un lugar donde todo se hace a la antigua. El café se sirve deprisa, caliente, sin florituras. El camarero coloca el vaso en un preciso espacio de la mesa y pronuncia las palabras justas. Aquí se puede leer el periódico, sacar un bloc de notas y escribir o dibujar. Pensar en el tiempo y en que la felicidad consiste en no fijarse grandes objetivos en la vida. Es más fácil hacerlo con un variat mediano humeante con una cucharada de ensaladilla encima. El holgado espacio de este bar de mesas y sillas aporta intimidad. La necesaria para muchos mallorquines que viven hacia dentro.

Tapas, variats, platos combinados y llonguets

José Manuel González está al frente de este local desde 1998 junto a sus hermanas Carmen y Francisca. “Tenía claro que quería continuar con lo que era el Tulsa, un bar clásico de Palma. Mantuvimos las recetas cuando lo cogimos”, cuenta. En la pizarra, tapas, variats, platos combinados y llonguets. Con la misma base que le imprimió el fundador, Sebastià Palmer. La hija de éste, Magdalena, se casó con Pep Bibiloni, futbolista del Baleares. Luego fueron padres del dibujante Toni Bibiloni, “Bibi”, el creador del actual logo del Tulsa.

El bar, un mediodía cualquiera [en nuestro caso, hace tres semanas]: Toman el café dos señoras de Palma, arregladas de peluquería, con buenos trajes. Dos señores mayores de pelo blanco y camisa de cuadros toman carajillo. Un joven come un bocadillo, con el periódico. María es una clienta de toda la vida. “En casa no éramos muy ortodoxos, mi padre era republicano y me llevó a ver el concierto de Raimon en Palma, fue aquí, en el Balear”, relata. “Luego vinimos aquí, como siempre”, evoca. “Este bar también se llenaba por entonces de payeses, comerciantes y compradores porque Mercapalma estaba en la planta del subterráneo del actual Mercat de l’Olivar. La gente de pueblo hacía la quedada en el Tulsa, porque la parada del autobús estaba aquí. Luego iban a jugar al bingo”. Cosas normales que pasaban en las ciudades.

Un horario amplio

El Tulsa abre de 7 a 20 horas todos los días, menos los domingos, que echa la persiana a las 16. “Yo me he criado en un bar, sé cómo es este oficio y ha de gustarte. Ahora la gente no quiere dedicarse a esto, mis hijos no desean continuar”, asume. La familia de José Manuel regentó durante muchos años la Cafetería Sóller, frente a la iglesia del pueblo, “pero se nos terminó el contrato, por eso vinimos a Palma”. 

El viejo saloon de Palma, el Tulsa, es un sitio en el que la discreción y el silencio se consideran vida social. En eso sí reina la ley del silencio, como en el lejano Oeste. Pero también tiene mucho carácter mediterráneo: es un bar para la contemplación interior y el goce hedonista del paladar. Uno de los pocos locales de Palma donde el variat aún se sirve con llengua amb tàperes.

Los chinos le han puesto el ojo encima y el dinero sobre la mesa al actual propietario. “Me lo han ofrecido, pero he dicho que no. Ahora ya hay cuatro o cinco bares en el entorno que los han cogido asiáticos y veo que es una tendencia que se está extendiendo”.