Más que un bar normal (I)

Tolo Serra, el alma del bar Plata en Palma: “Los nuevos vecinos del centro no tienen cultura de bar"

El padre del actual propietario cogió el traspaso del bar en 1956, fue entonces cuando se convirtió en un centro de reunión de la resistencia y la clandestinidad de izquierdas en Palma

Continúan sirviendo el café en vaso de cristal y el llonguet de jamón al corte es la especialidad

VÍDEO | Más que un bar normal: El bar Plata de Palma

VÍDEO | Más que un bar normal: El bar Plata en Palma / M. Elena Vallés / Bernardo Arzayus

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

 Fueron valientes los que formaron parte en el pasado del bar Plata en Palma, lugar donde la clandestinidad y la resistencia política se consideraban vida social. Todo aquello ha cambiado: donde antes había peligro y señas de identidad, ahora reina la apatía y la impotencia: ya no nos reconocemos en esta ciudad uniforme, sin vecinos, con un proyecto turístico en cada rincón. El Plata es lo único antiguo que queda en la calle Argenteria, donde las joyerías y las imprentas conformaban la industria principal de esta parte judía de Ciutat. Ahora hay una panadería francesa carísima, tiendas de ropa y una inmobiliaria.

Bar Plata.

Bar Plata. / Bernardo Arzayus

Punto de encuentro de republicanos y socialistas

El Plata abrió sus puertas en 1934, en plena segunda República. “Lo llevaba otra familia, no les llegué a conocer”, cuenta l’amo del establecimiento, Tolo Serra. Su padre Joan se hizo cargo del bar en el año 56. “Era republicano. Fue a la guerra y le hicieron prisionero, estuvo en un campo de concentración. Cogió el traspaso del bar, que acabó convirtiéndose en punto de encuentro de gente de izquierdas y socialistas de Mallorca. Mi padre estaba perseguido, se la jugó. A finales de los 70 se celebró aquí el nacimiento del Partido Comunista”, evoca.

De gente humilde a vecinos con alto poder adquisitivo

A las 10 de la mañana el bar está hasta la bandera. Es la hora de desayunar para muchos funcionarios de la zona, los principales clientes. “Antes venían también empleados de La Caixa, pero ahora hay más locales y también panaderías donde sirven desayunos”, refiere el propietario. También algún político se deja caer. Vemos al diputado ecosoberanista Vicenç Vidal. “Antes vivía gente humilde en estas calles, pero esos vecinos ya no están y los pisos se han reformado y ha venido otro tipo de gente, con más poder adquisitivo, no es gente de bar normal”, considera.

Aquí el café se sirve en vaso de cristal y sin espuma, o como mucho con la propia que hace la bebida cuando está recién hecha. Aún es posible tomarse uno solo por 1,25 euros. Tolo es un romántico de los precios. “Tenemos como cuatro o cinco tipos de leche. Si mi padre viese esto, se reiría mucho. Imagínate que cuando alguien pedía un descafeinado, mi padre sacaba el bote de vidrio de Nescafé con la tapa roja y el cliente se ponía directamente la cucharada que quería. Era todo mucho más sencillo”, exclama.

Tolo Serra en el bar Plata.

Tolo Serra en el bar Plata. / Bernardo Arzayus

Cruceristas

Pese a su pequeña terraza con vistas a la iglesia de Santa Eulàlia, el aspecto sencillo y austero del Plata ahuyenta el turismo. “Es cierto que han venido algunos cruceristas italianos que se creen que saben mucho de café y te piden un ristretto en taza. Recuerdo que entró un matrimonio italiano, el hombre se pidió un espresso, se bebió un dedo y cuando la mujer regresó del baño me pidió que añadiera un poco de leche a lo que quedaba para su mujer. Entre los dos se bebieron un café, se gastaron lo mínimo con el fin de ir al baño”, comenta.

Tolo está detrás de la barra, en una repisa donde tiene lo necesario para preparar los llonguets especialidad de la casa: los de jamón serrano al corte son los más demandados. Producto recién trinchado. El pan, del Forn La Vida Dolça, de los hijos de Miquel del Forn de sa Pelleteria. “Buen género, tostadito, calentito, aceite fetén y mucho amor”, desgrana Tolo, a quien le ayuda su hijo. “Ahora abrimos de 7 de la mañana a 3 de la tarde. A partir de esa hora deja de pasar mucha gente por Palma, sobre todo en invierno”, expone.

Un futuro incierto

Sobre el futuro, Tolo vaticina que su hijo no continuará con el negocio. “Está claro que esto ya no va con él, y no porque no sirva, porque preparado está. Para llevar un negocio de este tipo has de estar enamorado. Debo reconocer que a mí se me ha pasado ese enamoramiento y quiero intentar recuperarlo, pero estoy mentalmente cansado”, confiesa Tolo -58 primaveras-, lleva desde los 12 trabajando en el bar.

Bar Plata en Palma.

Bar Plata en Palma. / Bernardo Arzayus

El Plata era antes un bar de barra, “donde la gente comía y socializaba”. “Ahora todo el mundo tiene prisa, se toma el café y se va. La empatía tampoco es la misma”, lamenta. Ahora se ha convertido en un local de mesas, como la mayoría de bares en Palma. “Se hizo una reforma en la finca y al bar le quitaron el piso de arriba, donde estaba la bodega y una cocina antigua. Con las nuevas normativas, no podíamos tener aquello y así ha quedado todo después de la reforma”, relata. De tiempos pretéritos, Tolo conserva dos mesas de mármol que ha colocado al fondo del local, acaso para recordar las cosas que ocurrieron, para levantar acta de que hubo un día en que la ciudad fue de los vecinos y que él, duro como el mármol, no acabará sucumbiendo al café con espuma y al pan de semillas con aguacate.