Mateu Oliver: «El proyecto de la planta de hidrógeno de Lloseta no está visado»

Oliver asegura que «es normal que en estos proyectos tan innovadores puedan pasar estas cosas»

Mateu Oliver, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Baleares.

Mateu Oliver, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Baleares. / DM

Jordi Sánchez

Jordi Sánchez

Mateu Oliver, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales en Balears, se muestra «sorprendido» por las recientes informaciones sobre la avería en la planta de hidrógeno de Lloseta, la cual él mismo visitó hace unos meses. 

El decano confiesa que el proyecto está liderado por un ingeniero técnico y que «no está visado por su Colegio de Ingenieros», por lo que no cuenta con la supervisión de la entidad.  Asegura que para este tipo de proyectos, en los que la mayoría de elementos son gases y químicos, «se debería requerir otro ingeniero técnico o un único ingeniero industrial» debido a la complejidad del mismo. También apunta que «en proyectos con tecnologías tan innovadoras es normal que puedan pasar estas cosas», refiriéndose a la avería de la planta de Lloseta. 

Por otro lado, apuesta firmemente por este tipo de combustibles y tecnologías, asegurando que «España puede llegar a ser una gran potencia en hidrógeno». Oliver también comenta que el hidrógeno es «una de las tecnologías que debería culminar la transición energética».

El elemento averiado, el electrolizador, es la parte fundamental de la instalación. El decano explica que este elemento está sumergido en agua y se encarga de separar sus moléculas en oxígeno e hidrógeno a través de una carga eléctrica, que recogen las placas solares situadas al exterior de la planta. Afirma que es el propio encargado del proyecto el que elige qué método se utiliza para llevar a cabo este proceso llamado hidrólisis. Una vez extraídos los gases, continúa, pasan al llamado ‘pulmón’, que se encarga de presurizar el hidrógeno una vez desechado el oxígeno para almacenarlo en grandes bombonas a una presión concreta, en este caso a unos 300 bar. 

Para repostar los buses, debe utilizarse una determinada presión de inyección dependiendo de la cantidad de hidrógeno que haya dentro de ellos. Cuánto más llenos, más presión y viceversa. Debido a estos tramos que deben seguirse para el repostaje, según explica Oliver, los 200 bar de presión con los que el combustible llegaba de la Península, sólo bastaba para rellenar, en este caso, el 18% de su depósito. 

Oliver, conocedor del proyecto y de sus instalaciones, comenta además que la instalación es modular, y que «está hecha para expandirse en paralelo». Es decir, que en un futuro podrían instalarse nuevos módulos con electrolizadores, por lo que la planta debería estar preparada para cambiar o modificar este elemento.  

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