Tenis. Abierto de Australia

Rafa Nadal: 15 años del día que hizo llorar a Roger Federer

El 1 de febrero de 2009 el tenista mallorquín conquistó su primer Abierto de Australia

El manacorí venció al suizo en cinco mangas y este acabó entre lágrimas tras la final

Rafa Nadal se impuso en cinco mangas a Roger Federer en la final del Abierto de Australia 2009

Rafa Nadal se impuso en cinco mangas a Roger Federer en la final del Abierto de Australia 2009 / EFE

Pau Ferragut Massanet

Pau Ferragut Massanet

«Dios, esto me está matando», exclamó Roger Federerentrecortado y sin poder evitar romper a llorar un 1 de febrero como hoy, pero quince años atrás, al filo de la medianoche en Melbourne. Dicha escena se vivió durante los discursos de la ceremonia de entrega de trofeos del Abierto de Australia 2009, tras la victoria de Rafa Nadal en la final (7/5, 3/6, 7/6, 3/6 y 6/2).

Entonces se produjo una de las imágenes más icónicas que nos ha dejado el deporte de la raqueta desde que es televisado. Ante el desconsolado llanto del suizo, que le impidió proseguir con su parlamento de agradecimientos, la leyenda australiana Rod Laver, que da nombre a la pista central, procedió a entregarle la copa de campeón al mallorquín.

Nadal la levantó, dando un giro completo sobre sí mismo, para ofrecérsela a los quince mil aficionados que le ovacionaban. Cuando su mirada se cruzó con los sollozos de Federer, se acercó a él y rodeándole con el brazo izquierdo sobre sus hombros, mientras con el derecho sostenía el trofeo, le susurró unas palabras al oído que esbozaron una sonrisa en sus rostros.

Ese gesto de complicidad cambió para siempre el destino de la rivalidad entre ambos tenistas. Si para el de Manacor supuso su primer título en Melbourne Park, convirtiéndose en el primer y hasta hoy único español que ha conquistado el torneo oceánico, para el de Basilea fue un inesperado revés al tenerlo todo de cara esa noche para igualar el récord de catorce Grand Slam de Pete Sampras.

Federer tuvo a tiro ponerse a la altura del estadounidense en la cima del olimpo del palmarés histórico, pero fue humanizado esa noche por un Nadal que, seis meses atrás en el All England Lawn Tennis Club, ya le había arrebatado la final de Wimbledon y posteriormente le echó del trono como número uno mundial (2008).

Regresando a la escena de la Rod Laver Arena, el helvético se animó a retomar su discurso. «Voy a volver a intentarlo. No quiero quedarme con la última palabra porque Rafa se merece tenerla. Has jugado de maravilla y te lo mereces. Has jugado otra final fantástica, así que te deseo lo mejor esta temporada», sentenció esta vez con mayor destreza.

«Buenas noches a todos. Antes que nada, perdón por esto de hoy», dijo contrariado Nadal desde el atril, girando su cabeza hacia Federer, mientras el público interrumpió entre risas y aplausos. «Sé lo duro que es para ti este momento, pero recuerda que eres un gran campeón. Eres uno de los mejores de la historia y seguro que, tarde o temprano, ganarás el decimocuarto Grand Slam», le dedicó el vencedor al subcampeón.

Rafa Nadal conquistó su sexto título de Grand Slam en Melbourne

Rafa Nadal conquistó su sexto título de Grand Slam en Melbourne / EFE

Por encima de que ese triunfo significara que Nadal ya atesoraba trece victorias en diecinueve encuentros, cinco de siete en majors, sobre el suizo; lo que impactaba a los entendidos del tenis es que Federer todavía no había ganado ningún Grand Slam a la misma edad, 22 años, en la cual su perseguidor acababa de conquistar en Australia su sexta corona.

Precisamente ambos estaban en disposición de igualar la proeza de quien les había entregado los trofeos esa noche. Laver (1969), además de Andre Agassi (1999), eran los dos últimos tenistas que habían completado la colección de los cuatro Grand Slam en su hoja de servicios.

A Federer le faltaba Roland Garros, donde ya había mordido el polvo de la tierra batida en tres finales seguidas contra Nadal y se desquitó ese mismo 2009, mientras que a este último le quedaba por agregar un Abierto de Estados Unidos que atrapó un año después.

Sobre esta cuestión el periodista italiano Stefano Semeraro, de la Stampa di Torino, recogió en su libro Il codice Federer las palabras de Nadal esa madrugada del 1 al 2 de febrero en la sala de prensa. «No pienso en completar el Grand Slam. Cuando gané mi primer grande no sabía si sería el último y nunca soñé con recibir esta copa de manos del propio Rod Laver. No me siento un rey y ni siquiera me siento mejor que hace cinco horas», dijo el mallorquín en referencia a la duración de la final.

«Las lágrimas de Roger me han emocionado. Cuando un gran campeón muestra tan abiertamente sus emociones da una gran lección. Mientras le miraba pensaba que un día podría tocarme a mí sentir lo mismo. Saber que tu victoria mortifica a alguien que consideras tu amigo, además de tu rival, frena un poco la alegría», finalizó Nadal sobre como vivió la ceremonia de campeones.

Casi una década después, Federer reconoció en el libro Rafa & Roger, escrito por los periodistas españoles Antonio Arenas y Rafael Plaza, que aquella batalla en Melbourne «fue uno de los de los partidos más duros y quizá el que me dolió más, porque creo que jugué mejor y tal vez fue también el mejor que hemos jugado nunca entre nosotros».

«Quizá no tenía que haber llegado ni al quinto set y tenía que haber ganado el primero y el tercero. El resto de la historia ya la sabemos todos», agregó el suizo esta vez a Christopher Clarey en su obra Master. Federer matizó al periodista de The New York Times que su expresión «Dios, esto me está matando», se malinterpretó y lo que en realidad le estaba matando era dar el discurso y no el hecho de perder la final.

«No quería que la gente me compadeciera ni sintieran pena por mí. Se supone que no tiene que ser así. Es una celebración, un momento de sentirse feliz por la persona que ha ganado. Claro que puedes sentirte decepcionado, pero no debería anular lo que acaba de suceder», subrayó el de Basilea en el libro de Clarey.

El resto de la historia es de sobras conocido. Nadal ha superado a Federer en la carrera por los Grand Slam (22 a 20), volvieron a encontrarse en una final del Abierto de Australia con revancha para el suizo (2017) y ambos protagonizaron otra escena de lágrimas.

Esta vez fueron de emoción, en Londres un 23 de septiembre de 2022, cuando el de Basilea puso fin a su carrera profesional jugando un partido de dobles junto al manacorí en la Laver Cup.

Los rivales de Nadal en el Abierto de Australia 2009

  • Primera ronda: Christophe ROCHUS (6/0, 6/2 y 6/2)
  • Segunda ronda: Roko KARANUSIC (6/2, 6/3 y 6/2)
  • Tercera ronda: Tommy HAAS (6/4, 6/2 y 6/2)
  • Octavos de final: Fernando GONZÁLEZ (6/3, 6/2 y 6/4)
  • Cuartos de final: Gilles SIMON (6/2, 7/5 y 7/5)
  • Semifinales: Fernando VERDASCO (6/7, 6/4, 7/6, 6/7 y 6/4)
  • Final: Roger FEDERER (7/5, 3/6, 7/6, 3/6 y 6/2)

Toni Nadal y Obama

El tío y entrenador entonces de Nadal tuvo también un papel clave en las horas previas a la final contra Federer en Melbourne. El mallorquín llegaba agotado físicamente tras unas maratonianas semifinales contra Fernando Verdasco el viernes.

El madrileño, revelación del torneo, le exigió cinco horas y cuarto de batalla (6/7, 6/4, 7/6, 6/7 y 6/4) antes de medirse a un helvético que tuvo veinticuatro más de descanso al haber jugado el jueves.

Arenas y Plaza explican que lo que sucedió ese domingo en el vestuario del Abierto de Australia se recuerda como «una de las grandes obras de Toni Nadal y que representa la filosofía de trabajo que ha llevado al tenista a lo más alto».

Nadal se levantó muy mermado físicamente la mañana del domingo de la final y sufrió mareos durante el calentamiento previo al partido. Toni lo paró y regresaron al vestuario. El libro Rafa & Roger reproduce el diálogo que se produjo.

«¡No puedo correr!», le exclamó Rafel a su tío. «No me engañes, ni te engañes a ti tampoco. Todos podemos más. ¿Qué harías si ahora mismo entrase alguien aquí, te apuntara con una pistola y te dijese que, si dejas de correr, te va a disparar? No pararías de correr. No va a bajar Dios a ayudarte, ni tu madre ni tu padre», le replicó Toni.

Cuentan que el entrenador recurrió incluso a la figura de Barack Obama. Por ese entonces presidente de Estados Unidos que había iniciado su mandato semanas antes, el 20 de enero. Toni le dijo varias veces «Yes, we can», su lema de la campaña electoral, y le insistió que lo repitiera en los descansos de la final cuando vinieran momentos de fatiga.

Esa arenga motivacional sirvió a Nadal a tenor de los hechos ya descritos. No solamente aguantó durante más de cuatro horas, sino que llegó con más gasolina que Federer al quinto y definitivo asalto de la final.

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