Nadal, siempre Nadal. El español es el último obstáculo que debe superar hoy el suizo Roger Federer en su camino hacia el título del Abierto de tenis de Australia, hacia la gloria, hacia los catorce Grand Slam, hacia el inalcanzable récord de Pete Sampras.

Pero Rafel Nadal -Rafa, como le llama el propio Federer tras años peleando por los grandes trofeos- no es cualquiera. El mallorquín es el hombre que le arrebató en 2008 el número uno del mundo, el que lo humilló en la última final de Roland Garros y el que le batió en su jardín de Wimbledon, en uno de los partidos más memorables de la historia.

Rafel Nadal es la némesis de Roger Federer, el hombre que da sentido a la palabra rivalidad, el único oponente ante el que tiembla la inquebrantable seguridad del suizo. Nadal es todo nervio y músculo. Federer, elegancia y técnica.

El clásico entre los dos mejores tenistas del mundo vivirá en la mañana de hoy su edición número diecinueve en el Rod Laver Arena de Melbourne. Será la primera vez que el español y el suizo se enfrenten en una final de Grand Slam fuera de Roland Garros y Wimbledon, y la primera oportunidad de Federer de asaltar la marca mítica del estadounidense Sampras.

"A mí personalmente me gustaría que Federer ganara los catorce", dijo Nadal tras su partido de semifinales. "Espero que no sea pasado mañana -por hoy-. Pero se lo merece", añadió el tenista mallorquín sobre el suizo.

Federer y Nadal mantienen una relación cordial, lejos del ´cliché´ que rodea rivalidades de su intensidad. Son presidente y vicepresidente del consejo de jugadores de la ATP y hacen política juntos. Sus intereses fuera de la cancha discurren casi siempre en la misma dirección.

Rafel Nadal insiste en que Federer es el mejor jugador de la historia. Pero el español ha ganado en total doce de los dieciocho partidos que han disputado. Los cuatro últimos, en 2008. El suizo no vence a Nadal desde las semifinales del Masters de Shanghai de 2007. En Melbourne tiene una gran oportunidad de revertir la situación.

El suizo, de 27 años, jugó su semifinal un día antes que el español, y estuvo en pista menos de la mitad de lo que Nadal necesitó para derrotar el viernes a su compatriota Fernando Verdasco. Sin embargo, el sueco Mats Wilander, ganador de siete Grand Slam en los años ochenta, cree que esta circunstancia puede ser beneficiosa para el mallorquín. "Puede ser incluso una ventaja para Nadal. Federer tuvo un partido fácil y luego dos días parado. No estará tan fino como Nadal, que tiene tiempo suficiente para recuperarse", dijo ayer el ex campeón sueco. El tenisma manacorí no había perdido ningún set hasta semifinales, pero ante Verdasco jugó un partido muy exigente durante cinco horas y catorce minutos, nuevo récord en la historia del torneo.

"Conforme van pasando los minutos está claro que, si te clasificas, la final cada vez se complica más. No hay por qué esconderlo", dijo el español. "Será difícil que esté al cien por cien físicamente, pero al menos espero que mentalmente sí lo esté", añadió el tenista mallorquín.

Ésa es la gran fortaleza de Nadal, su capacidad para agarrarse a la cancha y luchar hasta el último aliento. A sus 22 años, el español busca sus propios hitos: su sexto título de Grand Slam, el primero en Australia y el primero de un hombre de su país en cancha dura.

Dieciocho finales para el suizo

De momento, no son comparables a los de Federer, que con cada torneo del Grand Slam, va añadiendo su nombre en los libros de estadísticas. Esta mañana jugará su final número dieciocho en un grande, con lo que iguala ya la marca de Sampras y se pone a sólo una del estadounidense de origen checo Ivan Lendl. Ante Andy Roddick, el suizo jugó su decimonovena semifinal de Grand Slam consecutiva. Y en los últimos diciocho torneos o bien ganó el título o bien perdió contra el posterior campeón.

Roger Federer tiene ante sí la oportunidad de convertirse en el más grande de todos los tiempos en un deporte superprofesionalizado y en el que se mueven millones de dólares en premios y patrocinios. Nadal es el obstáculo para lograrlo. Sólo otros dos jugadores, Bill Tilden y William Johnston, que se enfrentaron entre 1919 y 1925 por el Abierto de Estados Unidos, jugaron entre ellos tantas finales: siete. Y el año no ha hecho más que empezar.