Entrevista | Entrevista

Marià Gastalver: "En Lluc nadie me conoce como Marià, todos me llaman Prior"

El que fuera rector de diferentes parroquias de Palma y de la part forana y director del Teléfono de la Esperanza, recuerda esas vivencias ahora como Prior de Lluc

Marià Gastalver

Marià Gastalver / Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

De los Gastalver de toda la vida ¿supongo?

De los Gastalver que tenían comercios de camisetas y otras prendas de ropa en la calle Argentina de Palma, cerca de la iglesia de Sant Sebastià. De hecho, yo nací en aquella zona, en la calle Aldea de Cariño, aunque cuando tenía nueve meses mi familia, soy el séptimo de diez hermanos, se trasladó a vivir a una de las casas nuevas próximas a Son Dureta.

Por tanto su barrio de pequeño fue Son Armadans.

Cierto, allí me crié y pasé mi niñez y adolescencia, aunque sin dejar del todo Es Fortí, pues a menudo me gustaba ir a la tienda con mis padres para que me dejaran despachar. Incluso de mayor, mis hermanos y yo ayudábamos a mis padres en los comercios.

En mi barrio tuve la suerte de tener muchos amigos de mi edad, pues en esas casas de nueva construcción se instalaron matrimonios con hijos pequeños. Así que estábamos todo el día en la calle, evitando la de Andrea Doria que era la más peligrosa por el tráfico.

Y ¿dónde fue al colegio?

Yo inauguré lo que hoy es el colegio Santa María, adjunto a la iglesia de Santa Tereseta. El rector, con buen criterio y viendo que aumentaba la población en la zona, decidió construir una escuela que en sus inicios fue filial del Institut Ramon Llull. Estuve allí desde los cuatro años hasta los dieciséis, pues el COU debíamos hacerlo en el instituto.

Se trataba, pues de una escuela parroquial.

En efecto. Si bien desde muy pronto la dirección fue asumida por una persona laica, la presencia de los sacerdotes era muy vinculante. De entre los estudiantes salían los monaguillos que ayudaban en los oficios litúrgicos. Yo mismo fui uno de ellos.

¿Y la vocación sacerdotal?

Pues me vino en esa época, a los quince años, a través de la relación con la parroquia y al ver cómo era la vida de entrega total de rector y vicarios. Fue uno de ellos el que aconsejó, con muy buen criterio, que no tomara una decisión precipitada, que estudiara una licenciatura y luego ya veríamos. Así que, después del bachillerato estudié psicología. Fue después, al haber terminado la carrera, cuando ya planteé a mi familia que quería entrar en el seminario. Tenía veintiún años.

Seminario que ya no estaba en Son Gibert.

Hacía poco que se había trasladado de lo que hoy conocemos como colegio Sant Pere al casco antiguo de Palma, en el edificio de La Almoina, detrás de la Catedral. Si bien en el primer curso podíamos vivir todos los seminaristas allí, a partir del segundo año tuvimos que habilitar otra vivienda y fue cuando nos trasladamos a la casa del canónigo Don Lorenzo Tous que no la utilizaba. Todo, mientras desde el obispado se habilitaba lo que sería el seminario definitivo en la Sapiència.

Deduzco que, aunque su familia viviera en Palma, vivía en comunidad.

Cierto. Estudiar en el seminario implicaba que los seminaristas debían vivir las veinticuatro horas juntos.

¿Qué profesores recuerda de aquella época?

Prácticamente todos los que tuve me aportaron algo positivo. Pero si es por citar algunos: Lorenzo Tous, Bartomeu Bennàssar o el desaparecido Manuel Bauzà, entre muchos otros.

Cuando comenté a algunas personas que conocen su trayectoria que le entrevistaría, coincidieron en que usted está en el ala progresista de la Iglesia.

(Sonríe). Bueno, son tópicos y maneras de hablar, muchas veces ligados al hecho que me he dedicado a temas sociales, pues en las parroquias que he regentado he establecido buenas relaciones con las asociaciones próximas e incluso he creado vínculos con ellas independientemente del tema religioso. No sé, me viene a la memoria todo lo que hicimos en Verge de Lluc con el centre de día para personas mayores que dirigía Catalina Massutí. Si eso es ser progresista, pues vale.

Y el hecho de ser psicólogo.

También, pues yo entré en el seminario con estudios universitarios. Y cuando me ordené, fui a Madrid a cursar un máster en psicoterapia.

¿Usted vivió la época de la sotana?

No, hasta la fecha no la he llevado nunca. Y espero que no tenga que hacerlo. Pero sí que he visto curas con ella, pues en la parroquia y en el seminario, los sacerdotes todavía la llevaban. Lo que sí he llevado, en contadas ocasiones y cuando he tenido que actuar como Vicario Episcopal y a efectos de protocolo, ha sido el cuello clergyman.

Vicario episcopal, ¿es como un conseller o ministro del gobierno del obispo?

Podríamos decirlo así, somos los vicarios del obispo y los que le ayudamos en sus tareas.

Hablando de obispo, ¿veremos un obispo mallorquín en la isla?

¿Por qué no? Así ha ocurrido en Eivissa y en Menorca. Aquí también puede pasar, sin ningún problema.

A veces se ha querido dividir la Iglesia de Mallorca en la de Palma y la de la part forana ¿Es cierta esa distinción?

Sí. A nivel social son muy diferentes. Piense que en Palma viven la mitad de los mallorquines, así que las problemáticas son distintas, lo que implica una coordinación pastoral también diferente. Incluso hubo épocas en las que los sacerdotes de fuera de Palma organizaban encuentros y seminarios propios.

Siguiendo por la vía pastoral ¿cuál es la oración de siglo XXI?

Debe ser una oración de solidaridad y confianza. Parafraseando a Casaldàliga, la oración debe «humanizar la Humanidad a través del acercamiento».

Háblenos del Teléfono de la esperanza, institución de la que fue director.

Es un teléfono que existe a nivel mundial y está en la red de centros de ayuda a personas que la necesitan. Nació en Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial con el nombre de Teléfono del samaritano y llegó aquí a través de Fray Serafín Madrid de la orden de San Juan de Dios. En Palma existe desde 1988. Primero entré en contacto como voluntario y en el año 1996 y hasta hace cuatro años, sucediendo a Gabriel Pérez, he sido el director.

¿Con el tiempo, el número de llamadas ha disminuido o ha aumentado?

Tristemente ha aumentado. Muchas personas se sienten solas y llaman para que alguien les escuche y sentirse acompañadas. Y con la pandemia aún más y más dramáticas.

Y de Verge de Lluc a Lluc. ¿Premonitorio?

Pasando por Sóller, pues fui durante años rector de la Vall. Una experiencia también muy interesante, al pie de la Serra y como responsable de siete parroquias al mismo tiempo. Me sentí un solleric más.

¿Cómo fue lo de ir a Lluc?

Pues cuando los misioneros del Sagrado Corazón comunicaron al obispo que dejaban el monasterio y que éste retornaba a la diócesis después de unos ciento cincuenta años, se abrió un proceso interno en el obispado que culminó con mi nombramiento como responsable de Lluc.

Rector rima con Prior.

Sí. Y le diré más, en Lluc nadie me conoce como Marià, todos me llaman Prior.

Este fin de semana es la Pujada a Lluc desde el Güell.

A las cinco de la mañana estaré esperando a los peregrinos.

Suscríbete para seguir leyendo