Lletra menuda: El saber improvisar y saturar no tiene precio

Llorenç Riera

Llorenç Riera

El Govern quería por lo menos un mes de margen para poder practicar el victimismo y ayudar al desolado Núñez Feijóo en el tránsito de su árido camino hacia La Moncloa, pero Pedro Sánchez no está dispuesto a que nadie le usurpe su papel de rey mago. Baleares recibe, al igual que el año pasado, 43 millones de euros para la gratuidad del transporte público y toda la izquierda, sin excepción, desde Francina Armengol a Vicenç Vidal, se atribuyen el mérito mientras la descolocada EMT se las apaña para revertir el ya anunciado cobro de billete en los buses de Palma. Dado que el coche oficial es un mundo aparte, dejaremos para la política sus disputas de clase y nos fijaremos en la experiencia de un año de tren y bus gratis total para adquirir conciencia de cuanto se avecina. Ha quedado acreditado que la improvisación y la saturación no tienen precio y pueden llegar a constituir un riesgo tanto personal y colectivo.

Está muy bien, y visto el estado de las carreteras de Mallorca hasta resulta aconsejable, el fomento de la accesibilidad al transporte público. Los problemas vienen cuando la medida se toma sin infraestructuras suficientes, al margen del disparo demográfico que afecta a la isla y con evidente descuadre entre oferta de servicio y demanda de la ciudadanía. Esto es lo que ha ocurrido y esta es la causa por la cual el tren se vuelve lata de sardinas y los autocares del TIB, sobre todo en verano, infringen directamente el código de circulación en cuanto a la colocación de los pasajeros. De no seguir avanzando de manera rápida en la calidad del servicio, la gratuidad del transporte público corre el severo riesgo de ser solo un acelerón hacia adelante para acabar aumentando el colapso integral.

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