Pantallas en clase: ¿sí, no, cómo? El debate llega a Baleares

La digitalización de la educación arrancó de forma desigual y, ahora que en era pospandemia las pantallas han ganado protagonismo, una corriente cuestiona su uso mientras otra alerta del ‘negacionismo tecnológico’

Sin móvil en el colegio: varios centros demuestran que es una experiencia positiva

Agencia Atlas

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Hace 15 años algunos colegios privados y concertados se apresuraron a digitalizar su modo de enseñanza, instando a las familias a comprar dispositivos. Las ‘tablets’ entraron hasta en algunas aulas de Infantil. Los miniportátiles colonizaron algunos centros, que hicieron de ello una gran difusión ante los padres, en un momento en el que a nivel social el mantra era ‘estos niños son nativos digitales y la escuela debe adaptarse’.

La red pública se sumó, de forma desigual, más tarde. El plan Escuela 2.0 de José Luis Rodríguez Zapatero supuso, entre 2010 y 2013, el primer gran desembarco de miniportátiles, algo que profesores y centros gestionaron como pudieron, reclamando siempre más formación.

Ahora, tras años de esta implantación a trompicones y después del obligado e improvisado paso a la enseñanza online que trajo la pandemia, se está gestando entre padres y docentes un movimiento que cuestiona cómo se están usando las herramientas tecnológicas en las aulas, sus beneficios y sus posibles efectos negativos.

Tecnología en las aulasDe la entrega total a las dudas y críticas

Tecnología en las aulasDe la entrega total a las dudas y críticas / Mar Ferragut

Este verano padres y docentes menorquines conformaron un grupo para mostrar su inquietud sobre este tema. Sus ideas se plasmaron en un manifiesto que hace meses que circula por los grupos de Whatsapp y los claustros de las islas y que ha llegado al Parlament, donde se ha creado, a propuesta de Unides Podem, la Comisión No Permanente de Estudio y Reflexión del Impacto de la Digitalización en la Educación.

Según este texto, apoyado en referencias a distintos estudios, la implantación de las tecnologías «se está haciendo sin evidencia científica, ni regulación garantista ni criterios pedagógicos que la justifiquen», mientras que, asegura este grupo, sí hay investigaciones que muestran algunos efectos perniciosos.

El documento enumera motivos pedagógicos (lo vinculan con la caída en competencia lectora y problemas de concentración); de salud (de visión, sedentarismo, trastornos del sueño...); sociales (como generador de desigualdades y de conflictos familiares); económicos (por el coste que supone para los hogares «sin evidencias que lo justifiquen» y por las elevadas cantidades de dinero público que las grandes compañías tecnológicas se están embolsando); de seguridad (por protección de datos) y ecológicos.

Esta corriente crítica va ganando protagonismo y la prueba es que los partidos políticos ya están cogiendo esta bandera, como ha hecho el ministerio de Educación al plantear prohibir los móviles en los institutos o la Comunidad de Madrid inventándose el sello de ‘colegio libre de pantallas’.

¿Hay riesgo de caer en el negacionismo tecnológico? ¿Dónde está el equilibro?

Movimiento en Esporles

«No todo es blanco o negro», razona Peter Zierof , padre y profesor (con un máster en Tecnología Educativa) que forma parte de la comisión de familias ‘Aules lliures de Pantalles- Esporles’.

Él aboga por educar y no prohibir ya que ve claro el potencial tecnológico en determinados casos y usos (por ejemplo con alumnos con necesidades), pero, dicho esto, expone sus matices: «Primero aprendemos a gatear, después a ponernos de pie, caminar, correr, ir en bici, conducir... con la tecnología esta progresión no se está marcando bien», advierte este padre que retrasaría hasta Secundaria el uso de estos dispositivos: «Hay que respetar las etapas y la edad madurativa de los niños».

Opina que la llegada de la tecnología a las escuelas se ha hecho de forma «muy rápida y desordenada», sin un análisis previo y fundamentado. Antes de hacer los planes de digitalización, sostiene, se tendrían que haber «reducido ratios y mirado bien «el perfil de los profesores disponibles y formarlos».

Para abordar esa formación, Zierof menciona el modelo TPACK, que propone combinar tres variables para introducir la tecnología en el aula: la idea es, desde la base del conocimiento profundo del contenido en sí, encontrar la mejor forma de enseñarlo utilizando las herramientas tecnológicas más adecuadas para alcanzar los objetivos marcados.

Coia Sánchez, también miembro de esta comisión, explica que su objetivo es informar a las familias de los posibles riesgos de las pantallas a partir de lo que dicen los expertos para después «generar conciencia colectiva» y «crear espacios» donde los padres se puedan «educar de forma comunitaria». También en otra fase se plantean establecer un diálogo con la escuela del pueblo, el CEIP Gabriel Comas i Ribas, para revisar y evaluar el plan de digitalización.

El director de este colegio, Pep Toni Ripoll, expresa sus dudas sobre cómo se podría realizar esa evaluación y defiende la apuesta del centro. Esta escuela fue de las primeras que plantearon a los padres comprar un dispositivo cuando los miniportátiles de Zapatero empezaron a quedar desfasados, propuesta que lanzaron partiendo del hecho de que el nivel socioeconómico de sus familias en general lo permite, apunta el director. Los niños los empiezan a usar en 4º de Primaria en clase y en 5º y 6º se lo llevan a casa. El centro tiene un decálogo de buen uso y hace firmar un contrato a los alumnos.

Asegura que la idea es usar la tecnología como un recurso más, en combinación con la educación analógica y cuando «aporte valor añadido» (no simplemente como un reproductor): «Tiene que servir para crear recursos y transformar el currículum». Por ejemplo, para realizar y exponer mapas conceptuales, trabajar de forma conjunta en documentos de Drive... Entre las ventajas, Ripoll destaca que el alumnado está «más motivado».

Miquel Flexas es profesor en el colegio Es Temple y promotor del proyecto de innovación educativa Innova Mallorca. A su entender, parte del problema es que durante muchos años Educación y la gran mayoría de los centros «han dado la espalda a enseñar el buen uso de la tecnología» y ahora los jóvenes ya han adquirido unos hábitos «muy difíciles de quitar».

Cree que la utilización de estas herramientas tiene «riesgos» pero «educar usando tecnología y educar para su buen uso» es necesario y requiere «una línea de actuación» clara por parte del centro: unos puntos clave que todos los docentes deben seguir, en complicidad y coordinación con las familias, de forma «tranquila» y sin perder de vista la ética.

Expertos contra el veto

Ante las ideas de «veto total» y lo que consideran «un movimiento reaccionario», más de 300 profesores y académicos de España han firmado un manifiesto para defender el uso educativo de la tecnologías.

El escrito (firmado por varios profesores de la UIB, como Antònia Darder, Gemma Tur, Juan Moreno u Olga Lucía Agudelo) refuta, citando estudios, algunas de las consecuencias negativas expuestas por los escépticos que, lamentan, se centran solo en los efectos perniciosos derivados de un mal uso y olvidan el potencial y posibilidades del buen uso. El texto indica eso sí en su segundo párrafo que «la introducción de las TIC en las escuelas debe realizarse por medio de una planificación adecuada».

¿Y qué dicen desde la conselleria de Educación? Silvia Silva, asesora del servicio de Tecnología de la Información en la Educación defiende «poner hilo a la aguja» para «tener muy claro cómo, qué, cuándo y por qué se utiliza la tecnología dentro del aula».

Admite que no se puede olvidar «la necesidad de formación en protección de datos, la ciberseguridad y la prevención de riesgos» y formar e informar en «un uso responsable de la tecnología» pero, concluye, «la competencia digital está en la ley, en el currículum y en la vida cotidiana: no es posible negarla».

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