Entrevista

Jaime Campaner, abogado penalista: «La ley del ‘sí es sí’ era innecesaria. No se puede legislar en caliente»

Considerado por muchos como un niño prodigio del derecho penal, el prestigioso abogado palmesano, doctor en derecho procesal, investigador y docente ha ingresado en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España

B. Palau

B. Palau

Nada más entrar en su despacho, sorprende a mano derecha un mueble con libros, carpetas y otras publicaciones milimétricamente ordenadas. No hay un solo volumen torcido. En su mesa de trabajo reposa un atril de madera con varios folios colocados de forma metódica, una botella de agua a un lado y otros libros guardando un riguroso orden. El reconocido abogado penalista, Jaime Campaner Muñoz (Palma, 1982) es meticuloso en todo. Doctor en derecho procesal, profesor en la UIB y en Madrid, conferenciante, autor de libros y de multitud de artículos en revistas especializadas, investigador en Reino Unido, Italia y Alemania, cónsul honorario de Eslovaquia y, en los ratos libres, si es que le quedan, triatleta. Uno de sus libros va por la segunda edición y el prólogo lo ha escrito el magistrado del Tribunal Supremo Manuel Marchena. Además, Campaner se ha incorporado hace pocas semanas a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.

¿Qué ha supuesto su ingreso en la Real Academia?

Sonará a tópico, pero desde luego un honor, un orgullo y espero poder contribuir al avance de la ciencia jurídica de algún modo y que no se quede en un mero nombramiento ornamental.

¿Es el académico más joven de la institución?

Quizás sí. La Academia mira el currículo. La verdad es que me sorprendió el apoyo que tuve y la talla de las personas que avalaron mi incorporación. Son gente a la que admiro.

¿Cree que la Justicia española es peor que la de otros países?

Creo que los propios españoles hemos interiorizado que la Justicia española es mala y lenta cuando, en realidad, si uno mira su entorno y tiene la ocasión de comparar sistemas -y en mi caso he tenido la suerte de poder trabajar en diversas jurisdicciones y recibir los feedbacks también de abogados y clientes extranjeros- lo cierto es que muchos se llevarían una sorpresa. La Justicia española, en el orden penal, no es la más rápida; es cierto y hay que mejorarlo, pero me atrevería a decir que es muy eficiente y avanzada en muchos aspectos. Quizás tenemos el vicio de mirar hacia el norte de Europa idealizando su justicia sin conocerla. Precisamente, ellos a veces nos miran por encima del hombro y nosotros cometemos ese mismo error con los sistemas de justicia latinoamericanos. Y pienso, por ejemplo, en Argentina, donde tengo la fortuna de impartir formación a la Fiscalía de Buenos Aires, y en materia de ciberfraudes están avanzadísimos.

¿Queda mucho que aprender?

Sí, tenemos muchísimo que aprender de ellos y otros países tienen mucho que aprender de nosotros y viceversa. No podemos idealizar un sistema ni tampoco denostar otro sin estudiarlo. Pero, en la valoración global, la Justicia española funciona muy bien para los medios que tiene. Otra cosa es que se la dote de más medios. Pondré un ejemplo muy simple y gráfico: hace poco, a un cliente alemán le robaron un reloj muy valioso con violencia en la vía pública y quedó gratamente sorprendido del trabajo de investigación de la policía española. Él mismo me dijo: ‘en Alemania es imposible’, que la policía llegue a ese nivel de detalle en la investigación.

¿Cómo afecta a la abogacía la situación de colapso en la Justicia en Balears?

Afecta en la medida en que si el cliente no tiene una confianza ciega en el abogado, puede acabar culpabilizándolo de la inactividad de su asunto. En ocasiones es muy difícil explicarle a un cliente, sobre todo a los que han sido víctimas de un delito, esa inactividad. Para el cliente su interlocutor es el abogado, no la Administración de Justicia.

¿La digitalización ha supuesto una mejoría en la Justicia?

Una ligera mejoría, pero la digitalización no es la panacea. Yo no creo que la digitalización sea el bálsamo de Fierabrás para la Justicia. Lo que se requiere son medios y ganas.

¿Ganas, a nivel del personal?

Sí, sí. Lo digo abiertamente, hay de todo en la viña del señor. Hay buenos abogados y malos abogados y hay funcionarios que hacen su trabajo y cuando digo funcionarios lo digo en sentido amplio, tramitadores, letrados de la administración de justicia, jueces, fiscales que hacen su trabajo con denuedo y que son ejemplares y otros que se caracterizan por todo lo contrario. Por tanto, creo que en los casos en los que no son ejemplares, si pusieran un poco más de su parte, también mejoraría la Administración de Justicia. Pero hay carencia de medios, no voy a negarlo.

¿Cómo surgió la idea de ser abogado, fue de niño?

Sí, yo de niño tenía el hábito de leer mucho. Leía mucha novela americana, fundamentalmente de John Grisham, después de Michael Connelly, y también thrillers ambientados en la abogacía, en tribunales penales, y eso siempre me llamó mucho la atención. Luego, ya en la carrera me fascinó, tuve especial fijación por el derecho penal en las clases de Eduardo Ramón, me dio todos los penales realmente, y en la vertiente procesal con las clases de Isabel Tapia. Entonces, esa mezcla del derecho penal sustantivo con el derecho procesal consideré que era una buena combinación para ganarme la vida. Sonará, de nuevo, a tópico, pero creo que fue algo vocacional.

El abogado penalista Jaime Campaner, durante la entrevista en su despacho, que abrió en 2017 en Palma. | MANU MIELNIEZUK

El abogado penalista Jaime Campaner, durante la entrevista en su despacho, que abrió en 2017 en Palma. / Manu Mielniezuk

Cuando empezó a ejercer en 2007 se le consideraba un niño prodigio del derecho penal. Despuntó en casos de corrupción política.

Se dio la coincidencia de que explotaron todos los asuntos de corrupción en ese año y yo tuve la suerte y la oportunidad de estar en primera línea de combate en todos esos casos, así que eso sí que fue un máster práctico. El hecho de tener que lidiar con esos asuntos, es decir, no empezar con juicios de faltas, sino con asuntos de corrupción compleja, era o adaptarse o retirarse, no había término medio.

¿Cómo recuerda esos años con tantos casos de la Fiscalía Anticorrupción?

Apasionantes a nivel laboral, pero una montaña rusa de sensaciones, porque eres un niño y tienes a tus espaldas la vida y hacienda de personas adultas que además se enfrentan a imputaciones muy graves y tienes que aprender a manejar determinadas cosas en las que no tienes experiencia.

¿Y cómo lo afrontó?

Me tuve que adaptar, no fue nada fácil y, evidentemente, tuve la suerte de tener como apoyo, consejero, maestro y compañero de viaje a alguien 20 años mayor, Eduardo Valdivia Santandreu, quien fue muy generoso situándome en primera línea de combate. Por tanto, tenía siempre su consejo, la voz de la experiencia.

¿Ha habido algún caso que le haya afectado en especial?

Todos los temas te tocan, no elegiría uno. Evidentemente, tengo mi ranking de juicios duros y que me han afectado personalmente, pero todos tienen un denominador común: fueron juicios de índole sexual, que marcan más incluso que en delitos contra la vida. Tienen un componente que hace que sean más duros, no en el sentido de desagradables, sino en el sentido de la incertidumbre, el depender de la palabra de uno contra la palabra de otro. En delitos sexuales, en la medida en que todo depende del testimonio de la parte denunciante, es una caja de sorpresas y, por tanto, necesariamente todo es más estresante. Ahí es donde está la presunción de inocencia más en la cuerda floja. Todo pende de un testimonio y de cuán creíble sea ese testimonio, pese a que no existen parámetros objetivos para determinar la credibilidad. Si te pones en la piel del acusado, genera vértigo.

¿Y en la piel de la víctima?

También es árido, pero sin vértigo. A veces afecta en lo personal porque ves en sus ojos el padecimiento y las secuelas. El revivirlo también, pero no hay tanta sorpresa cuando eres acusación como cuando eres defensa.

¿Cree que la ley del ‘sí es sí’ es una buena ley?

No. La ley del ‘sí es sí’ era innecesaria. Es algo que escribí en 2021 y se publicó en una revista especializada, Aranzadi, a comienzos de 2022, donde explico por qué no tiene ni pies ni cabeza. La dificultad siempre ha sido aplicativa, probatoria, no legislativa. El Código Penal anterior a la reforma nunca ha tenido ningún problema y a los violadores que se ha considerado probado que han violado se les ha castigado y se les han impuesto penas severas, que es lo que procede. El ‘sí es sí’ viene a imponer una determinada concepción del consentimiento, cuando el problema no es ese, el problema es probatorio.

¿Es un tema de valoración del testimonio?

Sí. Y en esa valoración del testimonio, que es la labor más difícil que le puede tocar a un juez, a un fiscal, a un abogado, pero al final la decisión es del juez, es una situación de riesgo límite para la presunción de inocencia, porque el juzgador tiene que decidir si la mera palabra de la persona denunciante es suficiente para imponer una condena tan grave. El gran problema del ‘sí es sí’ es que nació en la ola de una indignación social a la que contribuyeron determinados políticos sobre la sentencia de ‘La Manada’ cuando ni siquiera había sido posible leerla [tenía cientos de páginas y el fallo fue criticado al minuto]. No se puede legislar en caliente.

Una de sus especialidades son los delitos económicos. Se le ha visto representar a multinacionales que cotizan en Nasdaq. ¿Han aumentado estos casos?

Sí, sobre todo las ciberestafas. La pandemia supuso un incremento exponencial absoluto. Y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están desbordadas. Aparte de que los hackers siempre van un paso o dos por delante, lo cierto es que otra vez no hay medios suficientes para investigar todos los casos. Y, en este tipo de asuntos, el tiempo es oro para recuperar los activos, adoptar medidas cautelares de embargo de cuentas donde ha ido a parar el dinero, la cooperación judicial internacional es muy importante, porque normalmente el dinero sale a otras jurisdicciones.

¿Se necesitan más medios?

Más medios y más especialización. Hay grupos policiales magníficos que tienen un control absoluto de este tipo de asuntos, pero son pocos y están saturados.

Suele trascender el cibercrimen en la administración pública y no en la empresa privada.

Hay muchísimos casos. La estafa del CEO o ‘Man in the middle’ se produce cuando el delincuente se lucra con el precio consignado en facturas millonarias gracias a que el hacker intercepta la comunicación entre empresas, falsifica la factura, pone el número de cuenta de una mula bancaria y te ventilan un millón de euros y no te has dado cuenta hasta pasados unos días. Esto pasa cada día. Hay una cifra negra de estafas cibernéticas alucinante. El cibercrimen genera diariamente pérdidas millonarias a las empresas.

Es abogado, docente e investigador, ¿qué ámbito es prioritario?

Ninguno, porque creo que se relacionan y se complementan. Ahora bien, en estos momentos, mi dedicación principal es la abogacía.

¿De la docencia qué valora?

Que tiene una recompensa inmediata o en tiempo real. Si te esfuerzas y te desvives por tus alumnos, la recompensa es inmediata y la percibes en sus ojos. No hay margen de error. Eso hace que la docencia sea muy atractiva.

¿Los jóvenes abogados están mejor formados ahora?

La formación es cada vez mejor, pero hay que dar un paso más en los másters para que las enseñanzas sean prácticas, con simulacros. Existe un claro desequilibrio entre abogados y fiscales jóvenes porque estos llegan con una base de datos en la cabeza fruto de sus años de oposición y celebran más juicios.

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