Letra y música para un padre

Dos escritoras, Neus Canyelles y Antonina Canyelles, y dos músicos, Tomeu Penya y Bruno Sotos, reflexionan sobre el papel del progenitor, su huella y el sentimiento de pérdida con motivo del Día del Padre

Neus Canyelles, escritora

Neus Canyelles, escritora

La paternidad siempre ha sido un tema recurrente en las letras y en la música, desde los griegos a Kafka, de Eric Clapton (My Father’s Eyes) a Alejandro Sanz (Ese que me dio la vida). Con motivo del Día del Padre que se celebra el próximo martes, Diario de Mallorca ha conversado con dos escritoras y dos músicos mallorquines que reflexionan sobre el papel del progenitor, su huella y el sentimiento de pérdida.

Los padres como objeto literario supone una constante en la obra de Neus Canyelles (Palma, 1966), desde su primer libro publicado, Neu d’agost. Un llibre de memòries, con el que ganó el Premio Bearn de Narrativa 1997, al último, Milady (Empúries, 2023), un relato íntimo de la relación entre una madre y una hija que la autora ha dedicado a su padre, víctima de una demencia que se acentuó tras el fallecimiento de su esposa.

«Al morir mi madre, él se quedó solo, durante año y medio, hasta su adiós definitivo. El día que se murió mi madre prácticamente él también murió: dejó de tener ilusiones, no quería hacer nada, ni se quería distraer, lo encontrabas a oscuras en su casa, fue entrando en una demencia progresiva», cuenta Canyelles.

Antoni Canyelles, el padre de Neus, decorador y responsable de una tienda de muebles en Palma durante décadas, nunca fue un apasionado de la lectura pero siempre estuvo muy orgulloso del camino que decidió emprender su hija pequeña. «Mi padre no jugó ningún papel en mi formación como escritora. No leyó un libro en su vida, quizá alguno de bricolaje. No le gustaba leer, decía que no tenía paciencia para ello, se ponía nervioso. En mi vida puede que me influyera, pero literariamente no me influyó en nada. Yo entendía perfectamente que no tuviera esa pasión por los libros, lo aceptaba y lo llevaba bien. Era mi madre quien le leía mis libros. Él era incapaz, a lo mejor cogía uno y lo empezaba, pero tampoco tenía costumbre de leer en catalán».

Neus Canyelles, escritora

Neus Canyelles, escritora / Manu Mielniezuk

Tener una hija escritora, y no una escritora cualquiera, colmaba de satisfacción a su progenitor. Ante cualquier reseña en un diario y, sobre todo, ante los premios literarios, el padre de Neus Canyelles siempre sonreía. «Le encantaba que yo escribiera, estaba muy orgulloso. Nunca leyó un libro mío pero los tenía todos en su mesita de noche, muy ordenados, como si fuera una colección. Siempre nos reíamos porque los tenía como si fueran una reliquia, un tesoro. Y cuando me daban un premio era la persona que más se alegraba del mundo», confiesa una escritora con títulos tan codiciados como el Ciutat de Palma de novela (por Cap d’Hornos), el Lletra d’Or (por Autobiografia autoritzada) o el Mercè Rodoreda de cuentos y narraciones (por Mai no sé què fer fora de casa).

Neus Canyelles, con su padre Antoni y su hermana Maria Rosa

Neus Canyelles, con su padre Antoni y su hermana Maria Rosa / DM

Adéu siau mon pare

Quien pronto supo qué tenía que hacer fuera de su casa paterna fue Bartomeu Nicolau i Morlà (Vilafranca, 1949), más conocido como Tomeu Penya. La llamada de los escenarios le llegaría siendo muy joven aunque eso no significa que estuviera incómodo con sus progenitores. «Mi padre entendió lo que yo quería ser. Yo quería ser músico y él me ayudó a conseguirlo, me animó, me compró los instrumentos, trabajaba todo el año para poder comprarme una guitarra o un amplificador… Fue muy importante en mi vida, fundamental en unos tiempos en los que la profesión de músico apenas existía en la Part Forana», recuerda.

Los padres de Tomeu Penya, Toni Nicolau y Maria Morlà, se ganaban la vida trabajando como payeses. «Yo no les ayudaba mucho en el campo. Me mandaban muchos trabajos pero cuando veían que tocaba la guitarra dejaban de hacerlo. Eran muy comprensivos, y yo muy pillo, porque cuando veía que venían de fora vila con el carro me ponía a tocar la guitarra», cuenta entre risas el cantautor de Vilafranca.

Toni, el padre de Tomeu Penya, protagonista de la canción homónima que su hijo publicó en los 80 en el disco 'Illamor'

Toni, el padre de Tomeu Penya, protagonista de la canción homónima que su hijo publicó en los 80 en el disco 'Illamor' / DM

Tomeu Penya no lo tuvo fácil. Ser músico en una familia de payeses no era habitual pero en su casa nunca encontró un obstáculo y le ayudaron para ir a clases de guitarra clásica a Manacor y un día a la semana a Palma, para aprender blues y jazz. «A mi padre le entusiasmaba la música, aunque no sabía nada más que cantar sobre la era, o labrando, con la bestia. Y no, no tenía buena voz, su voz era como la mía», reconoce con una gran carcajada.

Tanta entrega tuvo su recompensa y el éxito acabó tocando finalmente a la puerta del infatigable Tomeu Penya. «Yo veía que disfrutaba como un niño pequeño cuando venía a los conciertos. Conmigo, mi padre era muy discreto. Con los demás era muy amigable, pero conmigo era discreto. El amor no se demostraba tanto como hoy entre padres e hijos. Nos entendíamos sin hablar. Nos queríamos mucho, pero con las miradas, nada de abrazos ni besos. Murió a los 70 años, en 1984. Solo vio el éxito de su hijo como cantautor un año y medio», apunta el autor de Carritx i Roses, su primer hito, publicado en 1982 con la producción artística de Joan Bibiloni

Tomeu Penya, en una imagen reciente

Tomeu Penya, en una imagen reciente / MANU MIELNIEZUK

Un año después de su muerte, Tomeu Penya publicó Toni, un emotivo tema dedicado a su padre que puede encontrarse en el disco Illamor y en el que canta: «Jo qued per pregar molts d’anys per vós, jo qued per pregar molts d’anys per vós, adéu siau mon pare. Per tot allà on anàveu era alegria, homo més estimat que vós no hi havia».

Gratitud y dolor

Agradecimiento, dolor y amargura son algunos de los sentimientos que emanan de Hoy duele, la canción que el también músico Bruno Sotos (Andratx, 1985) compuso tras la inesperada muerte de su padre, un hombre que le dio «mucha libertad» y le dejó «elegir lo que quisiera», señala el que fuera concursante de Got Talent en 2015, hoy dueño de una carrera en solitario que no de ja de dar frutos, el último, un nuevo disco que verá la luz muy pronto. 

«El primer recuerdo musical que tengo de mi padre es en casa, con una guitarra. Solo sabía tocar dos acordes pero me dejó ahí medio flipado cantando una canción de Led Zeppelin. Yo le decía que que algún día querría ser músico y él me aconsejaba que me fijara en mi tío, Javi Soto, su hermano pequeño, porque estudiaba música», relata.

Ante su insistencia, el pequeño Bruno Sotos fue inscrito en clases de guitarra y obsequiado con una guitarra. «Me acuerdo que en aquel entonces le costó a mi madre 16.000 pesetas. Me apuntaron a solfeo, pero nada. No me gustaba lo de estudiar y me duró la guitarra 20 días. Ya cuando empecé a sentirme músico entré a trabajar en una discoteca del Port d’Andratx, Barracuda. Ahí tocaba la percusión mientras que el DJ me ponía música house. No te puedes ni imaginar la rabia que me daba ver aparecer a mi padre, recién separado. Venía a ver si pillaba algo, a ligar, vacilando de hijo. Eso pensaba yo, cuando lo único que hacía era venir a apoyarme».

Bruno Sotos, con su padre

Bruno Sotos, con su padre / DM

Quince días después de la muerte de su padre, víctima de una metástasis, Bruno compuso una canción que nunca falta en su repertorio, un tema que durante mucho tiempo no podía interpretar sin contener las lágrimas y con el que notaba una conexión especial con su progenitor. «Yo siempre digo que mi padre nunca nos ha abandonado, sino al revés, que está ahí, observando de cerca todos los movimientos que hacemos», asegura el autor de Hoy duele, canción en la que entona: «Grito fuerte porque sé que me escuchas y no hay duda, aunque duela más que ayer hoy me duele más que ayer, he llorado tantas noches, sin dar con el consuelo, me he abrazado a la familia, gritando tu ausencia, he consolado a mi hermanos, sin aire en los pulmones, y he aprendido que la vida, pega y duele».

Bruno Sotos, aferrado a su guitarra

Bruno Sotos, aferrado a su guitarra / B.RAMON

Poeta y aventurera

Que la vida pega y duele también lo sabe bien la escritora Antonina Canyelles i Colom (Palma, 1942). Su madre murió en 1968, con 53 años, y quince meses después lo hizo su padre. «Entró en un bucle de depresión, una depresión terrible, y tuvo que estar en tratamiento psiquiátrico dos meses. Con 25 ó 26 años yo ya no tenía padres, me quedé sola, con un hermano de 20», expresa la autora de Nus baixant una escala (2015), libro en el que Canyelles aborda la estancia de su progenitor en el psiquiátrico, una obra que le llevó «muchísimo trabajo», de las preferidas de su producción.

Sus padres, Margalida y Pep, ella responsable de un colmado y él, de una empresa constructora, se volcaron en la formación de su hija. «Yo no fui de esas reprimidas a las que preparaban para ser una maruja. Tuve muy buenos padres en este aspecto, siempre me apoyaron. Estudié violín, quería ser violinista, fui a clases de pintura con Cáffaro, a modelaje con Jaume Mir, a clases particulares de armonía con mossèn Joan Maria Thomàs, es decir, me dieron todas las facilidades. También tenía que ayudar en la botiga, me levantaba a las seis de la mañana, pero quería hacer otras cosas. A los 20 años, como el francés siempre me ha gustado mucho y tenía una prima casada con un belga, me fui a pasar una temporada a Bélgica. ¿Qué mujer de mi época se podía ir con 20 años al extranjero?»

Antonina Canyelles, escritora, en la presentación de uno de sus poemarios

Antonina Canyelles, escritora, en la presentación de uno de sus poemarios / MANU MIELNIEZUK

«Ya desde pequeña me gustaba escribir, y mis padres lo encontraban lo más normal del mundo. No le daban mucha importancia. Fui una niña muy feliz. Siempre he sido un poco aventurera. Cuando me decían que un trabajo es para toda la vida, me entraban escalofríos. Siempre he podido trabajar de lo que he querido», y también escribir de lo que ha querido, subraya la poeta mallorquina, autora de obras como Quadern de conseqüències, su primer libro, con el que ya ganó su primer premio, el Maria Aguiló.

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