Oblicuidad: ‘Civil War’, el futuro más inmediato

Jesse Plemons comparte con su esposa Kirsten Dunst la escena del año.

Jesse Plemons comparte con su esposa Kirsten Dunst la escena del año. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

La literatura de anticipación es la no-ficción de la ciencia-ficción, en cuanto a que luce una etiqueta realista de obligado cumplimiento. En la traslación al cine, Civil War predice alrededor de Kirsten Dunst una guerra en el seno de Estados Unidos, tras la marcha sobre la Casa Blanca de hasta 19 Estados rebeldes con fecha de llegada en el simbólico cuatro de julio. Florida sobresale entre los sediciosos.

La inminencia bélica decretada por Civil War no merece mayor verificación, una vez que Felipe VI acaba de declarar esta semana que «La guerra ha vuelto a las puertas de Europa». El desafío de una película a escala de superproducción consiste en sustituir al enemigo exterior por el interior. Los estadounidenses matan a estadounidenses, a un ritmo industrial que no dejará insatisfecho a ningún entusiasta de las carnicerías cinematográficas.

Las dudas sobre Civil War surgen curiosamente por la elección de cuatro periodistas para enmarcarla. La diva Kirsten Dunst es un trasunto de la legendaria fotógrafa neoyorquina Lee Miller, a la que se menciona de modo explícito para resaltar la familiaridad. El cóctel se completa con una joven aprendiz que revela sus propios negativos y que recibirá el bautizo de sangre, un viejo redactor del New York Times o redactor del viejo New York Times, y un jefe de la expedición de funciones abstractas. Las interacciones entre los miembros de la prensa son increíbles o tópicas más allá de lo razonable. Ejercen de personajes de western.

Al margen del agujereado envoltorio mediático, el meollo de Civil War es precisamente la guerra entre estadounidenses, un apartado en el que pocas películas habían llegado tan lejos. El director Alex Garland es el campeón de la ambigüedad calculada, así en su literatura como en su cine, por lo que encauza un enfrentamiento bélico trumpista bajo la pretensión de que cada espectador actualice la trama con la portada de hoy.

Una escena de Civil War justifica toda la película, contiene la mejor lección de interpretación desde Érase una vez en Hollywood. El fragmento en cuestión está monopolizado por Jesse Plemons. El no excesivamente apuesto marido de Kirsten Dunst en la vida real se muestra a la altura de Pacino o De Niro, en el papel de un supremacista armado de gatillo fácil. Sin desperdiciar ni un gesto, a un paso de su esposa angustiada, sintetiza la inquietud del conflicto de identidades que vive hoy la humanidad.

El canto del cisne del periodismo clásico, el agónico «necesito un titular», no va más allá de otro ejemplo de la prensa vista por quienes nunca la han practicado. Milita en la senda de El año que vivimos peligrosamente o de Bajo el fuego. Esta imitación no oculta el desafío planteado por Civil War. Genera expectativas que no acaba de colmar, pero eran tan excesivas que se le agradece el esfuerzo de aproximación.

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