Abusos en centros de menores de Mallorca

Fernando Toro, encerrado en Nazaret entre 1964 y 1970: «Yo no dejé que abusaran de mí, pero otros chicos lo pasaron muy mal»

Fernando Toro, que estuvo encerrado en el centro de menores de Nazaret, en Palma, entre 1964 y 1970, recuerda los malos tratos que sufrían los niños por parte de los profesores y otros internos

Fue empresario, ganó dinero y se arruinó, y tras jubilarse se hizo actor

Fernando Toro, en las instalaciones de Diario de Mallorca.

Fernando Toro, en las instalaciones de Diario de Mallorca. / X.P.

Xavier Peris

Xavier Peris

Fernando Toro fue detenido en 1964, con nueve años, por meterse con otros críos de su edad en casas de veraneo vacías de s’Arenal. No robaban nada de valor, solo se llevaban las llaves que encontraban. Esto le supuso estar encerrado en Nazaret, que entonces funcionaba como reformatorio, hasta los quince años. Allí tuvo que convivir con jóvenes de hasta 21 años. «No dejé que abusaran sexualmente de mí, pero lo pasé muy mal. Éramos niños encarcelados y los malos tratos eran habituales», recuerda. Su vida, con material para una novela, es también el retrato de las instituciones de menores en España en los años sesenta. Esta es su historia, con sus propias palabras.

»Yo vivía en s’Arenal, cerca del club náutico. Era el mayor de cinco hermanos, luego nació el sexto, y mi madre no podía con todos. Me cuidaba muy bien, pero era otra época. Hacía vida en la calle e iba poco a la escuela, la verdad. Hacíamos fechorías de niños. Estuvimos al menos un año entrando en las casas de veraneo de s’Arenal, que en invierno estaban vacías, a coger llaves. Hacíamos colección de llaves, así de tonto. Y si había algo en la casa, un bote de aceitunas, por ejemplo, pues nos las comíamos. Pero nunca cogimos nada de valor. Llegamos a dejar sin llaves un hostal y llevábamos de culo a la Policía. Hasta que un día vino la Guardia Civil a mi casa y me arrestó. Nos llevaron a tres al cuartelillo para que dijéramos dónde teníamos las llaves que habíamos robado. Éramos muy críos, pero nos tuvieron una semana encerrados en una celda del Tribunal Tutelar de Menores, en sa Calatrava. Recuerdo que un cura me trajo una biblia y yo me dediqué a arrancar las páginas para hacer avioncitos de papel, que tiraba por la ventana. Me juzgaron y condenaron, y me encerraron en Nazaret. Era el año 1964. Yo tenía nueve años

»Me dijeron que tendría que estar allí hasta la mayoría de edad. Me tiré los tres primeros años sin salir ni una sola vez. Luego nos empezaron a dejar salir el fin de semana, salías el sábado y tenías que volver el domingo. Yo tuve la suerte de que mi madre venía a verme y me traía ropa limpia y algo de comida, bocadillos y galletas.

»Allí había también encerrados tíos mayores, de hasta 21 años, y solían abusar de los más pequeños. A los pocos meses de entrar, un chico de diecisiete años me cogió después de una de las visitas de mi madre, me pegó y me quitó todo lo que ella me había traído. Yo me fui corriendo por el otro lado del edificio, cogí una piedra y le esperé en una esquina. En cuanto apareció le di con la piedra en la cabeza, y sin soltar la piedra le di hasta que me harté, y se lo quité todo, incluso lo suyo, y lo dejé allí tirado. No sé cómo no le maté. Lo tuvieron que llevar al hospital porque se ve que le rompí el cráneo. A partir de entonces la gente se lo pensaba antes de meterse conmigo, me respetaban mucho.

El centro de menores de Nazaret, en Palma.

El centro de menores de Nazaret, en Palma. / DM

»¿Si sufrí malos tratos en estos seis años? Había varios profesores que nos pegaban mucho. Uno de ellos, que tenía unos treinta años, me pilló hablando en clase. Me sacó delante de todos y me dice: pon la cara y la manos atrás. Me pegó un tortazo con todas sus fuerzas, pero yo le dije: mi abuela pega más fuerte que tú. Entonces me volvió a dar una y otra vez, y yo, cada vez mas enrabiado, le decía que era un marica, que mi abuela pegaba más fuerte. Al final me salía sangre por los oídos. Me echó fuera, y entonces cogí un palo y le grité: ¡Maricón, pegas peor que mi abuela! Él salió y así como salió le pegué con el palo en la cabeza, y empecé a darle de palos que si no me lo quitan de encima lo mato. Yo debía de tener once años.

»Había otro profesor, don Bernardino, que era un hijo de puta de primera. Era mala persona y pegaba mucho, Un día me castigó a coger las ortigas del huerto con la mano. Yo le dije que no y me pegó una hostia, pero cogí una azada y si no me lo quitan me lo cepillo. Otra vez, cuando estábamos en fila, me oyó hablar y me pegó en la nuca tan fuerte que casi me dejó inconsciente.

»Los malos tratos eran habituales. Dormíamos todos los niños en una gran sala con literas, cuarenta o cincuenta. Y había un sereno que se paseaba por allí por las noches, y si te veía destapado por la noche, no te tapaba, te pegaba un correazo y entonces tú te tapabas.

»Lo pasé muy mal, la verdad. Estabas encerrado allí dentro y tenías tus amigos, pero había otros que no te tragaban y te puteaban. Yo tuve la suerte de que conmigo se metían poco, porque tenía esta fama de loco. Uno quiso robarme y le dije: ¿Tú sabes que trabajo en la cocina? ¿Tú sabes que allí hay unos cuchillos así de grandes? Pues cuando duermas te lo voy a clavar en el corazón y te voy a matar. Me dejó en paz.

»Yo era muy echado p’alante y conmigo se metían poco. Pero no todos salieron igual. Uno de mis mejores amigos allí, era muy buen chico, y de allí salió muy mal. Acabó alcoholizado y murió de sida en los años ochenta, cuando no había tratamientos.

»En una ocasión un cura, don Miguel, me llevó a su despacho. Y de repente me empezó a tocar la rodilla. Yo le dije: Mire, don Miguel, no me toque, que no me gusta que me toquen. El insistió, me decía que éramos amigos. Hasta que me levante y le grité: ¡No me toque! A partir de entonces me dejó en paz. Yo no sufrí abusos sexuales allí, pero sé que ocurrían, aunque sobre todo era por parte de otros chicos mayores, que abusaban de los pequeños. También había abusos sexuales de algunos los trabajadores. Pero todos se callaban. Nadie denunciaba nada. Era otra época.

«Me escapé tres veces»

»Me escapé tres veces. La primera vez fue con otros dos chicos. Yo tenía doce años. Al pasar por es Portitxol no se nos ocurrió otra cosa que coger una barca para irnos a Alemania. Pero no sabíamos manejarla, yo me caí al agua y llegue a mi casa empapado en pleno mes de diciembre. Y al día siguiente me llevaron de nuevo a Nazaret.

»Otra vez que me escapé nos fuimos a Camp de Mar y nos metimos en el jardín de una casa vacía. Comíamos almendrones o algarrobas, cangrejos o lapitas, lo que pillábamos, hasta un pato que cogimos en la playa. Hicimos un fuego y nos lo comimos medio crudo. Dormíamos bajo los pinos. Estuvimos una semana fuera, pero llegó un momento en que estábamos muertos de hambre y decidimos volver a Nazaret para coger cosas del huerto. Nos volvieron a coger y nos raparon al cero, porque teníamos los pelos tiesos de la resina de los pinos.

»La tercera vez que me escapé estuve también tres o cuatro días danzando por ahí, perdido, hasta que me cogieron otra vez. Entonces ya estaba don Juan Picornell de director y me dijo:

—Mira Toro, la próxima vez te vas a ir a Alicante, que es peor que aquí.

—Pero qué es lo que hay que hacer para salir de aquí?— le contesté.

—Sacarte el certificado de estudios primarios.

—Haberlo dicho antes.

Desde ese día me puse a estudiar, me hice todos los cursos que tenía pendientes. Me comía los libros. Y poco antes de cumplir los quince años salí con mi certificado de estudios y un diploma por buena conducta y un trabajo que me buscaron, porque ya era oficial de tercera.

Empresario y modelo

»En cuanto salí de allí, a los quince años, en 1970, me puse a trabajar. Tenía cinco hermanos menores, el más pequeño nació cuando yo estaba todavía interno. Mi padre no se ocupaba de nosotros y mi madre murió cuando yo tenía veinte años, así que me tuve que encargar de todos. Al principio estuve de impresor, que es lo que te enseñaban en Nazaret, pero enseguida me fui a trabajar en hoteles y en hostelería, en s’Arenal. Yo siempre iba donde más se trabajaba y donde más dinero se ganaba. Doce horas diarias sin día libre. Siempre me busqué la vida para aprender idiomas, hablo alemán bien, y me defiendo en inglés, francés y holandés.

»Trabajaba en verano en la hostelería y en invierno en la construcción. Hasta que aprendí y me asenté en la construcción. Ahí pasé por todas las ramas todas las ramas, desde encofrador a oficial de primera. Monté una empresa y llegué a tener cuarenta trabajadores. Llegué a ganar mucho dinero, pero en la crisis de 2008 me arruiné.

»Me quedé sin nada, pero soy más feliz ahora que antes. Tengo dos hijos y tres nietos, y llevo tres años jubilado. Un día en Facebook vi un anuncio de que buscaban modelos. Y pensé ¿por qué no? Me apunté y a los tres meses me llaman. La directora de la agencia me explica que modelos se necesitan de todas clases. Y también necesitan gente de mi edad. Me dieron un pequeño papel en una película que se llama Zero. Luego me cogieron para la campaña publicitaria del centro comercial Fan. Durante varios meses mi foto estuvo en una valla publicitaria en la autopista. Después he participado en otras películas, en programas de televisión y campañas publicitarias, y la verdad es que me encanta.

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