Memorias de un niño de Nazaret: una terapia frente al dolor

José J. Méndez (d), ayer, durante la presentación de su libro en el Casal Balaguer de Palma. |

José J. Méndez (d), ayer, durante la presentación de su libro en el Casal Balaguer de Palma. | / GUILLEM BOSCH

Xavier Peris

Xavier Peris

«Cuando mi hija me pidió que le contara historias de cuando yo era pequeño pensé: ¿Cómo voy a hacerlo, si siempre he querido olvidar? Pero recapacité, y me di cuenta de que había mucho más, de que mi infancia era mucho más que las torturas y violaciones que sufrimos en Nazaret. Y esto fue lo que me llevó a escribir este libro. Ha sido como una terapia para superar el dolor, porque la mejor manera de hacer frente al dolor es sacarlo a la luz».

José J. Méndez pasó la mayor parte de su infancia interno en el centro de menores de Nazaret, que en aquellos años, en la década de los 60 y 70, era simple y llanamente un reformatorio, donde los niños sufrían malos tratos y abusos sexuales. Esa es la experiencia que relata en su libro Nazaret, una isla dentro de Mallorca, que presentó ayer en el Casal Balaguer de Palma. Si bien el autor no ha querido centrarse en las experiencias más terribles y recuerda «las aventuras de la infancia, imaginación e ilusiones, que aquellas instituciones nos negaron».

El autor estuvo acompañado por Serafín Carballo, el que fue durante cinco años director de la Oficina de Defensor del Menor, que insistió en que el Nazaret de hoy en día no tiene nada que ver con el de «aquella época oscura». Sin embargo, Carballo se planteó que el Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS), «como depositario de la protección de menores, debería asumir la responsabilidad de la historia de aquellas instituciones. Y dado que para la justicia estos delitos han prescrito, aunque estos delitos no deberían prescribir, al menos dar la oportunidad a aquellos niños de hablar y ofrecer una reparación, pedir perdón al menos».

El acto contó con la intervención de Toni Estela, que ha denunciado las violaciones que sufrió a manos de uno de los monitores, y animó a todas las víctimas a denunciar. José J. Méndez se fundió en un abrazo con él.