Opinión

Opinión. Minuto 91. El segundo día de la infamia del Mallorca de Aguirre

El mexicano sufre en Girona otra jornada de descrédito tras la histórica goleada encajada ante el Granada (2-6), en una cita que le deja sin argumentos y noqueado

La mejor versión de Darder todavía está por llegar.

La mejor versión de Darder todavía está por llegar. / Efe

Ricard Cabot

Ricard Cabot

Ridículo, vergüenza, bochorno, rubor. Son algunos de los términos utilizados tras la indigna actuación del Mallorca en Girona, una derrota, la tercera en seis partidos, que no es una más. Por la forma en que se produjo y por la pésima imagen de todo el equipo, del primero al último, empezando por el entrenador. Javier Aguirre, que parece superado por los acontecimientos -dubitativo en el banquillo y resignado en sala de prensa- ya suma dos tropiezos que serán recordados con mayúscula cuando finalice su etapa en el Mallorca, que pinta que no está muy lejos. El primero, el 2-6 ante el Granada que, paradójicamente, supuso un punto de inflexión que acabó con una reacción que permitió mantener la categoría. El segundo, el sábado en Montilivi, que no ha hecho más que ratificar el pobre inicio del equipo en el campeonato. Tres de los cinco goles llegaron en once minutos, y cuatro en 19, en el más claro ejemplo de que los jugadores no están. Y es que la victoria en Balaídos -justa pero inmerecida- fue un espejismo, que no tapa los muchos defectos del equipo.

El técnico insiste erre que erre

en utilizar una defensa de cinco, como si fuera la puerta de entrada a las victorias. Con el inamovible sistema táctico del Vasco, Rajkovic ha encajado diez goles. Se echa en falta más atrevimiento, pero sobre todo un plan reconocible, qué busca el equipo cuando tiene el balón, más juego por las bandas, el mando de un líder en el campo, que debería ser un Darder muy tierno y sin presencia. Qué envidia da el Girona, con todos enchufados, heridos tras el gol de penalti de Muriqi, que jugó en contra del Mallorca porque fue como despertar a la bestia. 

Desde fuera da la impresión de que los jugadores ya no creen en su entrenador.

Cada uno hace la guerra por su cuenta. Los recién llegados, como denunció de forma valiente Dani Rodríguez al término del partido, deben ponerse las pilas, entre otras cosas porque han costado mucho dinero. Que juegue Amath antes que Larin -7,5 millones mediante- es un atentado a la lógica, a no ser que el canadiense esté tan mal físicamente como da a entender su entrenador, lo que es de juzgado de guardia más de un mes después de haber comenzado la competición. 

Se echa en falta un plan reconocible, qué busca el equipo cuando se hace dueño de la pelota

La misión de los entrenadores es sacar el mejor rendimiento de su plantilla.

Hacerles mejores de lo que son, no peores, como es el caso. Da pena ver a Maffeo rifar continuamente el balón como un jugador de segunda fila. Pasó un calvario ante Savinho, y acabó desquiciado. Valjent está huérfano sin Raíllo a su lado y está sumido en la vulgaridad. Jaume Costa se muestra frágil por su banda. Parecen haber pasado los mejores tiempos para Dani. Samú Costa juega pasado de revoluciones. Morlanes parece invisible por su escasa presencia y a Darder parece que se le haya olvidado jugar. Solo Rajkovic, pese a la goleada, y Muriqi, que pide a gritos un compañero con el que combinar, se salvan de la quema de un colectivo que necesita un guía que consiga que vuelvan a creer. El calendario no ayuda. Mañana viene el Barça y el sábado visitan Vallecas. Dicen que la paciencia es una buena consejera, pero todo tiene un límite. Permanezcan atentos a sus pantallas.

Suscríbete para seguir leyendo