OPINIÓN

El Estado se espía a sí mismo en catalán

Matías Vallés

Matías Vallés

Pedro Sánchez ahorra cualquier comentario sobre el rechazo del fiscal a seis activistas catalanas que mantuvieron relaciones sexuales con un policía infiltrado mallorquín. «¿La fiscalía de quién depende? Pues ya está», como dijo el presidente del Gobierno que mantiene intacta la Ley Mordaza.

Sería curioso saber qué opina la fiscalía cuando existe un impecable consentimiento previo a la relación sexual, pero uno de los consensuados omitió mencionar que tenía el virus del sida. De aquí concluiríamos que en el caso de los infiltrados no se exonera al comportamiento, sino al autor. No personalmente, sino por su escalafón funcionarial.

En todo momento, también durante las relaciones sexuales, los infiltrados se expresaban en un catalán impecable. De hecho, eran seleccionados por su conocimiento de un idioma no siempre apreciado en los círculos represivos. La Policía considera que el catalán es un arma cargada de futuro, dicha lengua conquista hoy cumbres inexpugnables en el Europarlamento, el Congreso y las comisarías, a falta de conocer los extraordinarios beneficios de la infiltración sexual.

Desde Weber, la única esencia del Estado consiste en que sea temido como tal por sus vecinos. Si necesita espiarse a sí mismo, aunque sea en catalán, confiesa un serio problema de identidad.

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