Un padre y un hermano salvan a un joven en parada cardiorrespiratoria: «Mi hijo dejó de respirar, no le encontraba el pulso y empecé a intentar reanimarle en la cama»

La actuación de los familiares, con conocimientos en reanimación cardiopulmonar, mantiene vivo a un chaval de 17 años hasta la llegada de los servicios de emergencias del 061

La reanimación cardiopulmonar salva la vida de Álex: "Mi hijo dejó de respirar, no le encontraba el pulso y empecé a reanimarle en la cama"

Bernardo Arzayus

I. Olaizola

I. Olaizola

La familia protagonista de esta historia, los padres, Toni y Pilar, y sus dos hijos, Álex, de diecisiete años, y Adrià, con quince para dieciséis, nunca olvidarán una noche de comienzos del pasado mes de mayo, ahora hace justo casi dos meses.

«Eran las cinco menos cuarto de la mañana cuando me despertó un ruido extraño, como un ronquido muy fuerte. Pensaba que se trataba de una pesadilla pero volví a oírlo», comienza el relato la madre Pilar de lo que en realidad fue una auténtica pesadilla que afortunadamente ha acabado bien.

El padre Toni también se despertó y cuando llegaron a la habitación de su hijo Álex le encontraron exánime en la cama, con serios problemas para respirar. El pequeño, Adrià, ya estaba también en pie, despertado por todo el revuelo.

Llamaron inmediatamente a los servicios de emergencia sanitarios del 061. En la central de coordinación descolgaba el teléfono la doctora Freya Vargas que, pese a ser ya una mujer bregada en estas situaciones, admite que tuvo un «subidón de adrenalina» al escuchar a un padre angustiado decirle: «Estoy aquí con mi hijo, no sé lo que le pasa, no se mueve, ¡vengan ya, por favor!».

La médica mantuvo la calma y empezó a realizar preguntas que le diesen más información de la situación real del joven mientras intentaba tranquilizar a los familiares comunicándoles que la ambulancia ya iba para allí.

Afortunadamente, tanto el padre Antonio como el hijo menor tenían conocimientos de las maniobras de reanimación cardiopulmonar que son vitales para garantizar no solo la vida del accidentado, sino para que no salga de la parada con daños neurológicos irreversibles.

Antonio, Inés Rubí, Juan Fornari, Álex, Sergio Marne, la doctora Vargas, Pilar y el ‘pequeño’ Adrià.

Antonio, Inés Rubí, Juan Fornari, Álex, Sergio Marne, la doctora Vargas, Pilar y el ‘pequeño’ Adrià. / I. Olaizola

«Hagánle daño»

«Para saber si respiraba les preguntaba si Álex movía el pecho, si oían el ruido de su respiración», recuerda la doctora Vargas. Había que cerciorarse que la inconsciencia del joven era profunda y por eso instó a los familiares a pellizcarle, a abofetearle, a hacerle daño para ver si volvía en sí.

De esa tarea se ocupó el pequeño de la familia, Adrià, del que ahora su padre dice en broma que aprovechó para saldar viejas cuentas con su hermano. «Le dio cuatro bofetadas bien dadas y le gritó», explica. Pero nada, Álex no reaccionaba.

Adrià, presente en el relato, no puede contener las lágrimas cuando rememora esos momentos y confiesa entrecortadamente que se sentía «muy asustado».

«Va a ser muy valiente», contrapone su padre antes de retomar el relato. «Mi hijo dejó de respirar, no le encontraba el pulso y empecé las maniobras de reanimación estando él en la cama cuando sabía que era preferible ponerle en el suelo». Entre Toni y el pequeño, con nociones más recientes de las maniobras de reanimación cardiopulmonar que hay que realizar con la mayor premura posible porque las había recibido en la escuela recientemente, empezaron actuar con su hermano asesorados desde el teléfono por la doctora Vargas.

El técnico Sergio Marne abraza a Pilar, una madre eternamente agradecida.

El técnico Sergio Marne abraza a Pilar, una madre eternamente agradecida. / I. Olaizola

Mientras, la madre se encontraba en el portal de la casa esperando la llegada de la ambulancia. Su edificio tiene cuatro escaleras diferentes y quería estar bien segura de que la ayuda no se demorara más porque los servicios de emergencia se equivocaran al escoger el acceso.

Toma la palabra la doctora Vargas. «Por lo que escuchaba, al oir al padre, que hablaba sin aliento, supe que estaba haciendo las maniobras bien. Porque las compresiones que hay que realizar sobre el pecho del accidentado requieren de un esfuerzo brutal. El corazón y el cerebro, ambos órganos vitales, son muy sensibles a la falta de oxígeno. Y empezar a realizar las comprensiones desde el primer minuto aumenta hasta un 90% las probabilidades de tener una supervivencia óptima, sin daños neurológicos graves que te acompañen el resto de tu existencia», explica por qué fue fundamental que no solo Toni y su hijo tuvieran estos conocimientos, sino que actuaran con la rapidez con la que lo hicieron.

Los primeros en llegar al domicilio fue una patrulla de la Policía Nacional que reemplazó a los familiares en las maniobras de reanimación. Fue cuestión de segundos, por el pasillo ya entraban los primeros sanitarios del 061. Apenas habían pasado seis minutos desde la llamada de la familia a la central de coordinación. Seis minutos que a ellos les parecieron seis horas.

La médico de la central de coordinación Freya Vargas, abraza sin disimulo a un agradecido Álex.

La médico de la central de coordinación Freya Vargas, abraza sin disimulo a un agradecido Álex. / I. Olaizola

Habla Juan Fornari, uno de los técnicos de la primera UVI móvil que llegó a la casa de esta familia: «Empezamos a darle un cardiomasaje mientras el médico le intubaba y la enfermera le colocaba una vía. Sabemos cómo actuar en estos casos, tenemos mucha experiencia, y cada uno se dedicó a lo suyo sin ni siquiera mirarnos a la cara. Le tuvimos que dar hasta siete descargas (eléctricas, con el objeto de que el corazón vuelva a latir). Estaba muerto. Tardamos 37 minutos en conseguir que recuperara el pulso», rememoraba la situación.

Un dramatismo al que quiso quitar hierro recordando que, debido a la considerable altura de Álex, el siguiente problema que tuvieron que superar fue el de conseguir introducirle en la ambulancia que le iba a trasladar a Son Espases. «Le tuvimos que levantar los pies porque no cabía», recuerda con humor.

Tras relatar los pormenores de ese agitado amanecer, el padre Toni no puede contener las lágrimas al preguntarse qué hubiera pasado con su hijo si no hubieran tenido conocimientos de reanimación cardiopulmonar y los profesionales del 061 no hubieran actuado con esa premura y diligencia. «Gracias a vosotros, a sus diecisiete años comienza una segunda vida», agradece emocionado a los sanitarios del 061. «La vida se la habéis salvado vosotros. Eso lo tenemos claro como el agua», le anima Fornari.

Ya para concluir, qué mejor manera que hacerlo con el revivido Álex. Es inútil preguntarle si se enteró de algo, porque sonríe y dice que no, que el se fue a dormir tras hablar con unos amigos por teléfono y estudiar un poco el examen de selectividad que tenía en ciernes, algo que le valió la recriminación de su padre, que le dijo que se fuera ya a dormir. «El mal trago lo pasaron ellos, yo no me enteré de nada», admite sonriendo cómplice a su hermano menor.

Un 10,5 en selectividad

Para demostrar de la pasta de la que está hecho Álex basta decir que ingresó en Son Espases esa noche del 4 al 5 de mayo, que permaneció hospitalizado hasta el 22 de ese mismo mes, y que días después se presentó como tenía previsto al examen de selectividad a principios de junio. Ha sacado un diez y medio y su intención, revela, es estudiar Psicología. «Me aconsejaron que fuera tranquilo al examen. Y eso hice», revela con sencillez.

A lo que sí tendrá que renunciar es a hacer deporte federado porque se lo impide el hecho de que tendrá que llevar un DAI, un desfibrilador implantado que detecta y actúa ante anomalías con el latido del corazón. Jugador de baloncesto, promete seguir haciendo todas las «pachangas» que pueda con sus amigos.

El encuentro entre la familia y los sanitarios del 061 que actuaron esa fatídica noche no pudo ser más emotivo. Lágrimas y abrazos sentidos y reales, sin falsos disimulos. Y es que pese a que estos profesionales están bregados en estas situaciones, no hay nada más gratificante que darle una segunda vida a un chaval de 17 años como Álex.

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