Lletra menuda: El difícil equilibrio regulador

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Casi un año después de haber sido prometida, se aproxima la ordenanza municipal que regulará el acceso de vehículos a motor en los caminos públicos y espacios protegidos de Felanitx. Más que por iniciativa municipal, que también, lo hace por presión y denuncia cívica, con mirada preferente fijada en el frágil s’Algar y como consecuencia del retraso, convertido en efecto llamada, una vez que otros sitios próximos se habían adelantado en el establecimiento de normativas semejantes.

En cuanto a s’Algar, la propuesta que recibirá el pleno municipal del lunes se enmarca en la lógica: asegurar el acceso peatonal normalizado de residente, posibilitar la incorporación de bañistas ocasionales y no distorsionar la protección medioambiental del entorno. Todo pasa por anular el aparcamiento de caravanas y vetar el acceso a los buggies invasivos.

La alcaldesa Catalina Soler, fiel a la línea argumental en boga en su partido, el PP, y a su apetencia personal por el protagonismo político, dice perseguir el difícil equilibrio que comporta «regular sin prohibir». Complejo, sobre todo porque, en estos tiempos de saturación en todas partes, la entrada en vigor de la norma, no asegura, ni mucho menos, que se acabe la presión sobre s’Algar. Basta mirar lo ocurrido en otros puntos no demasiado lejanos de la costa manacorina.

Habrá que vigilar, por tanto, no solo el cumplimiento de la norma en ciernes y su efectividad práctica, sino también las repercusiones y sus efectos secundarios. Sin ir más lejos, resulta previsible una mayor demanda de estacionamiento en la zona de Sa Capella de Portocolom, precisamente en el punto álgido del verano. En la Mallorca del colapso, ya casi siempre la solución de un problema comporta el estallido de otro.

Suscríbete para seguir leyendo