Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Óscar Puente: Habla y sube el pan en Argentina

Óscar Puente, el pasado martes, en la sesión de control al Gobierno en el Senado.

Óscar Puente, el pasado martes, en la sesión de control al Gobierno en el Senado. / David Castro

Solo él podía eclipsar a Pedro Sánchez, quien tras sus cinco días de asuntos propios empezó con el oneroso asunto de la regeneración democrática de este país. Pues tiene tela que cortar en su propia casa. El viernes pasado se encontraba Óscar Puente en Salamanca, en un evento sobre redes sociales y animó a los allí presentes a ser auténticos. «Si puedo daros un consejo, ya que esto es una escuela y tratamos de trasladar alguna conclusión que sea útil a los que estáis aquí, si algunos hacéis carrera política: sed vosotros mismos, sin miedo, no pasada nada. Hay gente muy mala que siendo ella misma ha llegado a lo más alto», sentenció el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible. No miró a nadie, pero apostilló: «Por ejemplo, Milei, Trump... no sé si tendrán asesores. Desde luego, Milei, si tiene asesores, creo que no escucha mucho. Yo he visto a Milei en la tele y no sé en qué estado, si previa o después de la ingesta de qué sustancias. Pensé que era imposible que ganase las elecciones y que se había cavado su fosa. Pues no». Cabe imaginarse al ministro de Exteriores José Manuel Albares murmurando «pero qué necesidad» antes de sacar el escudo antimisiles de su fino maletín, y ponerse al habla con el embajador correspondiente. También al inquilino de la Moncloa constatando que la famosa «máquina del fango» dispara desde las propias trincheras. A Puente, como a Peppa Pig, le gusta saltar en los charcos de barro. Y salpica.

Siempre presume el abogado Puente (Valladolid, 55 años) de no tener filtros y de expresarse en las redes sociales, que gestiona en persona, tal cual es. Justamente apela a esa autonomía de carácter que afeó al presidente argentino de una manera tan burda que le ha costado un aluvión de críticas y una minicrisis internacional al Gobierno. El socialista había aceptado feliz el papel del tipo que dice lo que el jefe no puede ni debe, el Alfonso Guerra de Felipe González, el dóberman Álvarez-Cascos de José María Aznar. Pero entre el ingenioso «de ganador a ganador» con el que saludó a Alberto Núñez Feijóo en el debate de investidura de la presente legislatura, aludiendo a su propia mayoría de votos como candidato a la alcaldía de Valladolid, finalmente arrebatada por la suma PP-Vox, y la acusación de alguna toxicomanía a un gobernante electo siendo ya ministro del reino media un trecho. Un trecho que le ha costado cuatro días desandar, ni que hubiera cogido un cercanías. Puente ha reculado tras una sucesión de quejas al más alto nivel porque lanzó un bulo justo cuando su presidente declaraba la guerra a los bulos con toda la fanfarria. Lo ha hecho después de desmentidos y declaraciones oficiales sobre la condición de abstemio de Javier Milei, calificativos hacia su persona del calibre de «energúmeno», nuevas alusiones a la esposa de Sánchez Begoña Gómez e insinuaciones de pedir árnica al «amigo» rey Felipe VI, que acudió más que sonriente a la toma de posesión del líder ultraderechista argentino. No era consciente de la repercusión de sus palabras, ha explicado, o no las hubiera pronunciado. En efecto, soltar lo más grande en un foro abierto ante doscientas personas no es lo mismo que hacerlo con tus amigos del mus de los viernes. Pero en ambos casos, lo que digas acabará siendo utilizado en tu contra si formas parte del Consejo de Ministros. Es de primero de política y nivel básico de usuario de las redes sociales.

Desacomplejado

Así que la autenticidad que recomendaba Óscar Puente a su público ha sucumbido ante la diplomacia. Jaleado por los suyos por su estilo directo, valiente, desacomplejado y ocurrente, contrapunto perfecto a la dureza sin líneas rojas que gastan algunos portavoces del PP, se le da tan bien el cuerpo a cuerpo que tuvo un papel muy protagonista en la concentración del PSOE en Ferraz, de apoyo de Pedro Sánchez en su amago de dimisión, peleándole el foco a la vicepresidenta María Jesús Montero. No está acostumbrado a disculparse, ni a que le contradigan, ni a que le critiquen. Sus continuas disputas con adversarios políticos, especialmente con el alcalde y la presidenta de Madrid, pero también con periodistas y cargos públicos, suelen acabar con el titular de Transportes bloqueando a diestro y siniestro. Según afirma, cancelar al prójimo resulta terapéutico porque él decide con quién comparte su tiempo. Curiosa falta de transparencia en alguien tan evidente, a un jugador duro se le supone una mecha más larga. Habrá bloqueado a Milei, que en unos días estará en España apoyando a su amigo Santiago Abascal. O tal vez no, sin enemigos a la altura el combate no es divertido. n

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