Opinión

Los más jóvenes mallorquinistas ya tienen su Elche

Morlanes celebra el pase en Anoeta.

Morlanes celebra el pase en Anoeta. / rcdmallorca

Sebastià Adrover

Sebastià Adrover

El regalo que le ha hecho este Mallorca a una nueva generación de aficionados bermellones es de dimensiones incalculables. Lo que sucedió en Anoeta ya es para siempre y los nombres de Javier Aguirre, Darder, Greif y compañía formarán parte el resto de sus vidas, pase lo que pase. Está por ver lo que sucederá en La Cartuja de Sevilla en esta Copa del Rey, pero los que tienen menos de veintincinco años ya tienen su Elche de 2003, su Mestalla de 1998 o, los más mayores, su Bernabéu de 1991.

Esta será la cuarta final y muchos de los veinte mil que teñirán de rojo y negro el sector mallorquinista en las gradas lo harán con la ilusión irremplazable de la primera vez. Por supuesto que los demás también la vivirán como si no hubiera un mañana, pero estos que han crecido con el equipo en Segunda B y Segunda se merecen disfrutar de un evento de este calibre.

Para tumbar a una Real Sociedad de Champions en San Sebastián es necesaria algo de fortuna, negarlo sería absurdo, pero es la consecuencia de haber hecho muchas cosas bien durante un largo tiempo, tanto en el césped como en los despachos. Seguir en Primera División es el patrimonio más importante, es evidente, pero el orgullo que supuso lo que sucedió el martes justifica todos los miedos previos. Fue una gozada que hay que rematar el 6 de abril.

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