El día grande de Santa Margalida colmó las expectativas de los vileros y vileres. La conocida como processó més típica de Mallorca, en honor a una Beata representada en esta ocasión por la veinteañera Bàrbara Quetglas Florit, hizo vibrar a la localidad. Una tradición incardinada en la historia de Santa Margalida. Este año cumplió su edición número 331. Y las que quedan por delante, en vista de la devoción que sigue causando entre vecinos y visitantes.
La jornada festiva en la Vila comenzó por la mañana. Siempre, eso sí, con un ojo puesto en el cielo. La amenaza de lluvia parecía más presente a primera hora, aunque después se fue disipando, afortunadamente para la celebración.
Por la mañana, el protagonismo fue para los dimonis, que salieron a las 10 horas de la Plaça de la Vila, tras lo cual se celebró un oficio solemne en la iglesia parroquial. Hubo también espacio para las carreres de joies y para un cercavila itinerante por las calles del pueblo.
El momento cumbre del día llegó a las 21 horas, cuando partió la procesión. La puesta en escena respetó la tradición, de igual forma que el Ayuntamiento veló para que los asistentes siguiesen los elementos básicos de la indumentaria de payés. Pañuelo, faja y espardenyes para los hombres; rebosillo, falda y calzado a la antigua para las mujeres.
Las 12 carrozas que representan escenas de la vida de Santa Catalina Thomàs mostraron un año más un alto nivel de elaboración. En el recorrido, al que asistió la presidenta Marga Prohens, se rompieron las gerres que, como es tradicional, los dimonis arrebatan de las manos de los payeses y payesas que las sostienen y protegen como un tesoro.
Todo ello sucedía con la música de Sor Tomasseta de fondo, cuya letra se entona con emoción en Santa Margalida: «Sor Tomasseta on sou, ja vos podeu amagar, perquè el dimoni vos cerca, dins un pou vos vol tirar».