Los (no) árboles de mi calle

Rafael Arnal Tornés

En la calle donde vivo colocaron el pasado fin de semana unas señales prohibiendo aparcar los días 12 y 13, lunes y martes, por haber de efectuarse una poda en el arbolado. Hoy, día 14, solo han podado media docena. No es que hayan ido muy despacio debido a la dificultad de la tarea, es que son los únicos que han quedado tras una masiva tala que ha dejado mi calle prácticamente desnuda. 

Más de una veintena de árboles han desaparecido y no sé si los habrán descontado del absurdo tablero instalado en la plaza de España. La presunta poda se ha convertido en una extensiva tala. Supongo que habrá motivos para ello, pero también supongo que esta barbaridad se podría haber acometido por fases. Ahora (es un decir), sigo suponiendo, plantarán árboles nuevos y esos si serán incluidos en el dichoso tablero. Seguramente mis hijos, ya crecidos, no podrán disfrutar en su vida ni de la mitad de la sombra que daban sus antecesores. No obstante, aún tengo motivos para ser optimista: no han tenido, de momento, la brillante idea de rellenar los alcorques, ahora vacíos, con el asfalto que debió sobrar de la chapucera pavimentación de una vía en el bosque de Bellver. Aunque todo podría ser. Igual les gusta mi idea para una ciudad donde las tan cacareadas zonas verdes son realmente grises. 

Demasiado cemento, amigos.