Opinión

El helicóptero de Raisi

Dicen que la niebla y el mal tiempo fueron los culpables del siniestro que ha costado la vida a un hombre también siniestro

El fallecido presidente iraní Ebrahim Raisi

El fallecido presidente iraní Ebrahim Raisi / EP

La muerte del presidente de la República Islámica de Irán, Ebrahim Raisi, y de su ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amir Abdollahian, me ha recordado el accidente aéreo en el que hace años murió el primer ministro de Portugal, Sa Carneiro, junto con su ministro de Defensa. Nunca se aclaró lo ocurrido a diferencia de la muerte, también en un avión, de Yevgueni Prigozhin, el líder del grupo Wagner que había tenido la osadía de meterse con Putin sin pararse a pensar que aquello era malo para la salud. Los iraníes dicen que en el caso de Raisi la niebla y el mal tiempo fueron los culpables del siniestro que ha costado la vida a un hombre también siniestro.

Raisi logró ser elegido en las elecciones de 2021 con la ayuda de un régimen clerical que impide presentarse a todos aquellos que no gozan del visto bueno oficial, igual que pasa en Rusia y en otros lugares. Solo así pueden llegar al poder personajes como él, que hace años se hizo famoso como juez por la cantidad de gente que condenó a la horca, hasta el punto de ganarse a pulso el apodo de «el carnicero de Teherán» en un país donde la competencia debe ser dura. Fue por eso que los americanos le acusaron de crímenes contra la humanidad. Como presidente tampoco le ha temblado el pulso al hacer ahorcar al menos a ocho personas por participar en revueltas tras la muerte de la pobre Mahsa Amini por no llevar bien puesto el velo. No me extraña que algunos hayan bailado y tirado cohetes en Teherán al conocer su muerte.

Pero si Raisi era un radical reaccionario en lo social, se mostró con ayuda de Abdollahian como un hábil negociador internacional para romper el aislamiento de su país. Apoyándose en un previo acuerdo con China para venderle petróleo a buen precio durante veinticinco años, Raisi aprovechó los buenos oficios de Beijing para restablecer relaciones diplomáticas con su archienemiga Arabia Saudita. Se trata de un acuerdo importante porque Irán es el líder mundial de los chiítas y Arabia Saudita de los sunnitas que son el 80% del total de los musulmanes, porque rompe la alianza no escrita entre Riad y Jerusalén en contra del común enemigo iraní, y porque ha permitido la entrada de China en el juego no solo económico, donde ya estaba, sino también geopolítico de Oriente Medio. Raisi ha reforzado la relación con Rusia a la que vende los drones Shahed que tanto éxito tienen en la guerra de Ucrania, y ha mejorado relaciones con India hasta el punto de lograr el ingreso de Irán en el grupo de los BRICS, la más importante agrupación del Sur Global. Su habilidad le ha llevado también a enriquecer uranio por encima de los niveles permitidos por el Acuerdo Nuclear que estúpidamente torpedeó Donald Trump, y mientras continuaba negociando discretamente con los americanos en el sultanato de Omán sus marinos hacen maniobras navales con rusos y chinos.

Con Raisi, Irán ha aumentado su prestigio entre los árabes por su decidido apoyo a Hamás en su enfrentamiento con Israel. Y ya puestos, Teherán se ha animado a dejar de lado su política tradicional de «esconder la mano y tirar la piedra» por medio de grupos interpuestos como Hizbollah o los hutíes, para atacar directa y abiertamente a la que llama la «entidad sionista» con centenares de misiles y drones destinados a satisfacer a la opinión pública interna, indignada por el ataque a su consulado en Damasco, y al mismo tiempo hacerlo de manera muy medida para evitar una conflagración regional que Irán sabe que no puede ganar.

En resumen: despiadada represión doméstica y exitoso encaje de bolillos en política exterior. La desaparición de Raisi plantea ahora interrogantes en el frente interno pues era considerado un posible sucesor del Líder Supremo, Ali Jamenei, que ya tiene 85 años. La Constitución prevé elecciones en cincuenta días (serán el 28 de junio) a las que en principio solo se presentarán, como siempre, los candidatos que el régimen autorice en un contexto de descontento por la mala situación económica y la falta de libertades. Hay curiosidad por saber si el próximo presidente será radical o moderado o si los militares de la Guardia Revolucionaria avanzarán sus peones... Es una cita electoral a seguir con interés porque Irán cada vez pinta más en Oriente Medio.