Opinión | Tribuna

Los vecinos empreñosos y sa llengua

Una multitud sale a la calle en Mallorca en la Diada per la Llengua más reivindicativa

Una multitud sale a la calle en Mallorca en la Diada per la Llengua más reivindicativa / DM

En todas las comunidades hay vecinos empreñosos. Son esos vecinos que protestan por todo lo que hacen los demás pero que ellos todo lo hacen perfecto. Al menos en su opinión. Siempre aparcan bien, al contrario que el resto de los residentes. Sus perros no ladran ni ensucian ni molestan al revés que los del resto de la comunidad. Son padres de hijos perfectos. Esos padres y madres que cuando los llama el profesor para informarles de alguna trastada que han hecho sus chavales se encaran con el maestro recriminándole que pretenda castigar a sus hijos. Por eso, cuando se van de fin de semana y sus hijos aprovechan como todos los hijos para montar una fiesta vas a tener un problema si se te ocurre tocarles el timbre para que bajen la música porque cuando la vecina empreñosa regrese te va a abordar por molestar a sus retoños poniendo en duda, no solo que la música estuviera alta, incluso que hubiera habido una fiesta. Por supuesto, no va a pedirte disculpas por la que han liado sus chavales. Son madres que no quieren saber lo que ocurre en su casa. Sus hijos no beben, ni fuman, ni montan fiestas, aunque tú hayas visto la fiesta y a los hijos del vecino fumados y bebidos.

En algunas cuestiones somos todos un poco ese vecino empreñoso de hijos perfectos que se piensa que todo lo hace bien y no admite que haya otras personas que opinando diferente puedan tener su propia razón. A veces, tendemos todos a ser demasiado sectarios. A considerar que las propuestas están bien si las hacen los de nuestra cuerda y mal si provienen del otro lado. En Baleares eso está manifiestamente patente con el tema de la lengua y queda tremendamente visible con la forma de enunciar el asunto de moda. Unos hablan de segregación lingüística y otros de libre elección de lengua. Ambas afirmaciones describen la misma realidad. Que podamos elegir la lengua vehicular de la educación de nuestros hijos es libertad de elección, pero exige por razones operativas que se separen los alumnos en función de la lengua igual que hasta hace poco se separaba entre ciencias y letras y a nadie se le ocurría hablar de segregación en las aulas. Que un padre pueda elegir el castellano como lengua vehicular de la educación de sus hijos tiene mucho sentido si tenemos en cuenta la situación actual en la que un padre balear puede llevar sus hijos a un centro inglés, alemán o francés, pero no castellano salvo que tenga capacidad económica para llevarlo al Luis Vives o al Ágora.

Desde la oposición y algunos medios de comunicación se proclama que se ha creado un problema donde no lo había. Que se ha resucitado el tema de la lengua como elemento de confrontación social. No es cierto, el tema de la lengua nunca se ha ido. Lo que ocurre es que cuando unos gobernaban imponen sus criterios y «pasan» completamente de las quejas y opiniones contrarias. Pasaba el gobierno de Francina Armengolde las quejas de los sanitarios por la imposición del catalán en la sanidad que nos ha hecho perder necesarios médicos. Pasaban de las quejas de las empresas por imponerles la obligación concursar y dirigirse a los ayuntamientos en catalán con el Ayuntamiento de Palma a la cabeza. El soniquete según el cual «se ha creado un problema social donde no lo había» que usa hoy la oposición de izquierdas, lo utilizaba la derecha cuando el pacte de Armengol empezó a legislar en materia lingüística y a generar con su política en esa materia auspiciada por sus pactos con nacionalistas altercados entre profesores y padres en colegios como Son Caliu. En resumen, decir que el problema no existía es recurrir a la demagogia y la hipocresía con la intención de volver a legislar despreciando totalmente la opinión de los de enfrente cuando las urnas se lo permitan. Es decir, comportándose como un auténtico vecino empreñoso sin la mínima empatía para el resto de los vecinos.

En Mallorca hay vecinos mallorquines nacidos en Mallorca y vecinos mallorquines nacidos en Jerez, Teruel o Salamanca que pagan impuestos en Baleares desde hace mucho y que están aquí porque no somos capaces de cubrir las plazas de policías, guardias civiles o médicos. Ambos tipos de mallorquines tienen derecho a decidir lo que se hace con sus impuestos. Para unos es muy importante subvencionar a Joves per la llengua (catalana) y otras entidades que tratan de imponer el uso del catalán. Pero para otros es importante dedicar fondos a la sanidad balear o las infraestructuras de Mallorca o a centros para la tercera edad y no por eso son peores mallorquines. No era admisible la imposición del castellano, pero tampoco el barco de rejilla que supone ir repartiendo carnets de buen o mal mallorquín.

Al tratar del tema de la lengua nuestros políticos deberían hacerlo con menos intervencionismo y más empatía con el contrario, y legislar tratando de lograr el consenso y no pisarle el callo al de enfrente buscando el aplauso de sus extremos. Algo así hizo el amo Biel (Cañellas) que tuvo problemas con los suyos por ser demasiado catalanista y permitió elaborar una ley de Normalización Lingüística claramente catalanista en la línea de lo que pedía UIB y PSIB. Pero entonces llegaron los pactos del PSIB con los nacionalistas del PSM y empezó la espiral. La ley de Normalización lingüística dice que hay que incrementar el uso progresivo del catalán. Pero, hasta cuando y a costa de qué. Por desgracia, donde hay partidos independentistas el tema de la lengua se plantea desde la confrontación e imposición sin permitir que cada uno hable el idioma que quiera. Dicen los medios que fue la movilización popular la que acabó con la política lingüística de Bauzà. Pues parece que otra movilización de una mayoría silenciosa ha hecho regresar aquella distribución al parlamento balear.