Opinión | Desde el siglo XX

Leonor, hija adoptiva de Mallorca, extemporáneo y grotesco

El Consell de Mallorca propone que la heredera de la jefatura del Estado sea distinguida declarándola hija adoptiva, los méritos se desconocen

Leonor Borbón Ortiz

Leonor Borbón Ortiz / EP

Una entidad denominada Hermandad Nacional Monárquica de España, fundada allá por el año del Señor de 1961, en el apogeo de la dictadura franquista, que no tuvo reparos en proceder a su legalización, por aquello de que España se había constituido en Reino, aunque la jefatura del Estado la detentara el general golpista Francisco Franco, que la usurpó hasta su muerte. La Hermandad propugna, según dice, la Monarquía y la defensa de la Constitución de 1978. Lo cierto es que más bien ha pasado bastante desapercibida en los tiempos pretéritos. Su letargo parece haberse atenuado al tener la ocurrencia de proponer al Consell de Mallorca que declare a Leonor Borbón Ortiz, heredera de la Corona, por lo tanto, princesa de Asturias, y, también, de no suceder algo que altere el devenir de lo previsto, futura jefa del Estado a título de reina, según lo establecido en la vigente Constitución, hija adoptiva de Mallorca. Desmayada pregunta: ¿qué razones subyacen en la joven Leonor, 18 años, actualmente enrolada en la Academia General militar de Zaragoza, a la que seguira la Academia Naval de Marín y, después, la del Aire, en San Javier, tocando a año por academia, para hacerse acreedora a la honorífica distinción? Que sepamos, la vinculación de la princesa con Mallorca se circunscribe a que, al llegar agosto, y de mala gana para su madre, Letizia, que profesa indisimulada animadversión a Mallorca, pasa unos cuantos días de oficiales vacaciones en la isla, antes de desaparecer para dar inicio, vete a saber dónde, a las vacaciones privadas de la Familia Real. Vive Dios, es estrecha y real vinculación. De las que establecen lazos perdurables.

La Hermandad lanzo la propuesta al Consell siendo de inmediato jaleada por la extrema derecha de Vox, partido más monárquico que el mismísimo Palacio de La Zarzuela. Con Vox, el PP, que preside la institución insular, se ha sumado como el primero a la petición. Conviene precisar que en el Consell de Mallorca sus escaños los calientan políticos desechos de tienta, de ahí que no sorprenda en demasía que la solicitud de la Hermandad haya sido evacuada con presteza, sin ponderar las ocultas razones que aconsejan hacer de Leonor hija adoptiva, igualándola a la rijosa colección (afinada en las épocas de la Diputación Provincial) de clérigos, militares, aristócratas y demás familias que ostentan la distinción. La cosa se ha diversificado: también lo son Robert Graves, George Sand, Miguel de los Santos Oliver, Paco de Lucía, Chopin, Gabriel Alomar, Borja Moll, Joan Miró, Antoni Maria Alcover...., con la democracia no todo iban a ser uniformes y sotanas. Los citados acumulan sobrados méritos, ¿y los de Leonor? Insistamos: salvo las dos semanas de regias vacaciones, con excursiones incluidas y visitas al Club Náutico de Palma, permanecen ignotos.

De la propuesta se ha descolgado la beatífica congregación de Més (antes PSM), que, por una vez, acierta; nada se sabe del PSOE, que anda descabezado, hecho una ruina en Mallorca, y poco más; se hace cuesta arriba entender cómo iniciativa oportunista e inoportuna, que cuenta con la entusiasta aquiescencia e impulso de la extrema derecha, pueda ser acogida por el desfondado PSOE mallorquín, que todavía dirige (es un suponer) Armengol.

Quédense con las actividades de la Hermandad: certamen literario en honor de Felipe VI, diario digital El Monárquico centrado en dar cobertura a las actividades de la Corona, exposición itinerante de retratos de la Familia Real, una representación teatral de las nupcias de los Reyes Católicos, medallas de la Orden de la Lealtad Monárquica, concedidas, entre otros, a José Ramón Bauzá, ahí es nada. Detalle: la Hermandad se escindió, sus dirigentes expulsados han fundado la Unión Nacional Monárquica de España. Libre mercado.

En vísperas del 14 de abril, se sigue a la espera de que un referéndum dilucide si la ciudadanía quiere la Monarquía o se decanta por la República. En 1978 los militares no lo permitieron. Juan Carlos de Borbón había sido ungido por el dictador. Roma locuta, causa finita.

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