El infiltrado y la medalla
Hablamos de un asalto a la integridad física y la intimidad, de una suerte de agresión de Estado a unas mujeres
Acogí la noticia con cierto escepticismo. La publicó el semanario La Directa: cinco mujeres se han querellado contra un policía, el agente se infiltró durante tres años en movimientos sociales de Barcelona, estableciendo relaciones sexuales y afectivas con hasta ocho mujeres. Sí, sentí cierto recelo al principio: con este giro de guion, adiós a 007. Pero el tema no tiene ni pizca de gracia. Porque las mujeres no eran terroristas ni formaban parte de una organización criminal, no había vidas en juego, tampoco la integridad del Estado. Nada, solo un policía buscando información en organizaciones sindicales y grupos libertarios. Algunas de las relaciones que estableció el agente llegaron a durar un año, él no se abstuvo de utilizar expresiones de afecto.
¿Era equiparable la actitud del policía con el amante que miente sobre su estado civil o sus sentimientos? Rotundamente, no. Porque el infiltrado no actuaba como un particular, sino que representaba al Estado. Y a este le entregamos nuestros impuestos, pero no el uso y disfrute de nuestros cuerpos. Hablamos de una práctica sistemática de engaño, de trato degradante y de intrusión en la vida íntima. ¿Alguien se preguntó por los sentimientos de esas mujeres? ¿O no se consideraron importantes? Ya se sabe, estas activistas izquierdosas tan… (completar con el insulto, la ironía o la burla rancia preferida). Quizá algo de esto hay cuando aparecen titulares como el del ABC: «Recogida de firmas para que Interior condecore al policía infiltrado tras su sacrificio por la patria». ¿Sería tan divertido si las afectadas fueran universitarias relacionadas con la ultraderecha?
El precedente del Reino Unido es pertinente. En 2022, la activista medioambientalista Kate Wilson ganó la batalla legal y fue indemnizada con 229.000 libras por haber sido engañada por un policía infiltrado con quien había mantenido una relación de dos años. El agente formaba parte de una operación policial ilegal que espió a un sinfín de grupos progresistas durante más de cuatro décadas. En 2019 salió a la luz; la policía admitió que agentes encubiertos habían establecido relaciones «abusivas y engañosas» con al menos 12 mujeres. Han sido indemnizadas.
Supuestamente con el beneplácito de sus superiores, el agente de Barcelona ideó una identidad falsa que le permitió crear vínculos de confianza con las mujeres. Hablamos de un asalto a la integridad física y la intimidad, de una suerte de agresión de Estado. ¿Se trata de un caso aislado? ¿Responderá Marlaska? ¿O escurrirá el bulto… otra vez?
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