Toni, de la cafetería 'La Molienda': «Hay quien viene a tomar algo y monta una oficina sobre la mesa»

El auge del teletrabajo ha convertido los bares en espacios de ‘coworking’

Algunos ya han prohibido el uso de portátiles en sus locales

Un camarero atiende a dos clientes en la terraza del bar La Molienda, frente a la Rambla de Palma.

Un camarero atiende a dos clientes en la terraza del bar La Molienda, frente a la Rambla de Palma. / DM

Redacción

Desde la pandemia, el teletrabajo se ha instalado en muchas empresas de Mallorca como un método laboral fiable. La mayoría compatibilizan sus funciones presencialmente o por vía telemática. En algunos casos, tan solo se trabaja algunos días en remoto aunque, en otros, la totalidad del trabajo se lleva a cabo a distancia. Esto implica que cualquier espacio puede convertirse en una ‘oficina’. Incluso la mesa de un bar o una cafetería.

A este desafío se enfrentan muchos establecimientos a diario: alguien se acomoda en una de sus mesas a primera hora de la mañana para sacar su ordenador y su cuaderno y empezar a trabajar, acompañado únicamente de uno o dos cafés. «La verdad es que llegaba un punto que era insostenible. Yo entiendo que uno pueda teletrabajar, pero hacerlo en una cafetería durante horas no es lo suyo», comenta Toni, de La Molienda. «Por la mañana necesitas hacer más caja porque las cuentas son más pequeñas y, por encima de eso, las cafeterías son espacios para estar con gente, aunque entendemos las dos partes», apunta. En su cafetería, tras una temporada observando cómo iba aumentando el número de ‘nómadas digitales’ que acudía a sus mesas, decidió reservar tres de ellas para poder utilizar el ordenador; en las demás quedaba prohibido. Sin embargo, la medida no dio la respuesta esperada. «Al final, aparte de mantener las mesas, hemos limitado el horario de uso de ordenadores. Ahora solo se pueden usar de nueve de la mañana a una del mediodía. Es una forma de intentar encontrar el equilibrio», desarrolla. Asegura haber visto «cómo hay gente que ha desplegado su despacho encima de una de nuestras mesas, literalmente».

Sin embargo, para cubrir las necesidades de estos trabajadores, los cuales buscan un espacio fuera de sus hogares para poder llevar a cabo sus funciones laborales, existen los llamados coworking: espacios diseñados para trabajar individualmente, o en equipo, en los que abonando una cuota mensual uno puede tener acceso a una mesa, un despacho o simplemente acceso al edificio -si se trata de un espacio de trabajo abierto y comunitario- para desempeñar su trabajo. En Palma, en concreto de las Avenidas hacia dentro, existen más de diez espacios de coworking a los que cualquiera pueda acceder (siempre que pueda pagar las cuotas mensuales).

«Pero es que en esos sitios no hay empleados. Nadie te traerá el café a la mesa ni nadie estará trabajando para ti», apostilla Albert Comar, quien gestiona el Café Riutort. En su local no está permitida la entrada de ordenadores ni tabletas con teclado. «Los bares están para socializar, para que hables con tus amigos. Una vez uno me dijo ‘he pagado en la mesa y puedo hacer lo que quiera aquí’, y eso no es del todo cierto. Por ejemplo, tú no vas a echarte una siesta en la mesa de un bar por haber pagado un café», reflexiona Comas.

Para él, «si quieres leer un libro, tienes una biblioteca; si quieres tomarte un café, vas a una cafetería y si quieres una pizza, vas a una pizzeria». Comenta que el cliente debe ser consciente de dónde está acudiendo, y asegura que en su establecimiento hace tiempo que tratan de marcar una identidad propia: «Aquí las sillas son de madera, los respaldos más rectos, las mesas de madera. Está todo pensado, no aposta totalmente, pero sí para que sea un espacio activo». Entre risas, confiesa que «una vez uno puso una regleta encima de la mesa, y fue entonces cuando dije: se acabó».

Se trata únicamente de dos locales de los cientos que ocupan las calles de Palma y que, día tras día, deben luchar por adaptarse a las nuevas tendencias y a los cambios sociales que, en casos como este, pueden llegar a alterar elementos tan clásicos como el trabajar en una oficina.