Los pescadores de Mallorca se rebelan | Toni Bonet ‘Pipes’: «Nuestro futuro queda en manos de Bruselas»

Pescador con barca de arrastre desde hace más de 40 años, asegura que, «en estas condiciones, los profesionales isleños acabarán desapareciendo»

El pescador Toni Bonet 'Pipes' posa junto a su barco en Palma.

El pescador Toni Bonet 'Pipes' posa junto a su barco en Palma. / Guillem Bosch

Toni Bonet, más conocido como Pipes, lleva cuarenta y un años dentro de un barco. Su travesía arrancó con 16 años, cuando quedó embelesado por esta profesión: la pesca. No fue cosa del azar. Su padre y abuelo ya ejercían de pescadores en la isla. Criarse entre redes en la localidad de Santanyí también tuvo algo que ver... Así que el primer día que navegó mar adentro, bajo las órdenes de su progenitor, acabó de corroborarlo. Cuánto ha cambiado el sector desde entonces -rememora-. «Ya no tiene nada que ver, ahora nuestro futuro ha quedado en manos de la Unión Europea. Se han cargado la pesca», asegura apesadumbrado.

¿Por qué? Recapitulemos. Pipes, como le gusta que le llamen, comenzó a trabajar en este oficio como ayudante de redero allá por 1983. Su padre se dedicó en cuerpo y alma para trasladarle todo su conocimiento sobre el mar. Y así lo hizo, y con nota. Desde que lo probó no se ha vuelto a separar de su barco, pese a la lluvia, el viento o la canícula permanente en la que vive sumergida la isla en los meses estivales. De hecho, recibe a este rotativo frente a su barca de bou pese a ser su día de descanso. «No se puede explicar con palabras, es algo que engancha, una forma de vida», se intenta justificar.

En sus inicios, las restricciones sobre la actividad pesquera eran mínimas, por no decir nulas. Poco a poco fueron imponiéndose, ganado un terreno que a día de hoy ha llegado a «ahogar al sector». Según explica, las nuevas directrices marcadas por Bruselas establecen que en 2024 la pesca de arrastre solo puede operar 120 días, cuando apenas cinco años atrás salían 240. Un hecho insólito que abruma al sector, que ve cómo la Unión Europea les aboca al naufragio

«Hablamos de la mitad de días, por tanto, la mitad de ingresos, por lo que muchos acabarán dejando la pesca porque se ha vuelto imposible vivir de ello», confiesa. En su caso, su barca de bou, con la que lleva zarpando la isla 24 años, ya está pagada. Un hecho que le da un soplo de aire fresco, aunque no todos sus compañeros de profesión corren la misma suerte. Por ello, reclama a Bruselas «seny» y que deje trabajar al sector isleño. Según cuenta, se trata de una profesión muy esclava que no entiende de horarios ni festivos (a las cinco arranca su jornada hasta las cinco de la tarde), por lo que necesitan «te dejan trabajar».

La falta de relevo generacional, otro eslabón

Otro problema que pone sobre la palestra es la falta de relevo generacional. Pocos jóvenes -sostiene- están dispuestos a trabajar en el sector primario, con todo lo que ello conlleva. Y el ejemplo lo tiene en casa. Ninguno de sus dos hijos ha querido seguir la estela familiar. Así que en su barca, donde van a bordo cuatro personas (contándole a él que es el que lleva el timón), hay dos que son argelino y marroquí y el cuarto es el cocinero.

Una problemática que -defiende- se puede solventar si se mejoran las condiciones laborales del sector. «Si la situación no cambia, el día que me jubile mi barco se retirará conmigo», señala mirando de reojo a su embarcación. En las islas solo hay 30 como esa. Treinta barques de bou que recogen el 70% de la producción de pescado que se vende, por lo que son «el motor del sector».

Así que sus esperanzas se depositan en la Unión Europea, aunque sin dejar de mirar al Estado español. Según esgrime, el sector «tiene muy mala fama». Una imagen que podría ser revertida por las instituciones a través de alguna campaña. Y aunque no sea fácil -defiende- hay que mantener a flote el sector, si no ¿qué comeremos?

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