Nadie sin menú especial en Navidad: Cáritas Mallorca prepara decenas de comidas y cenas solidarias para que los más desfavorecidos disfruten de las fiestas

Sopa rellena, canelones, lubina al horno, caldereta de marisco y turrón son los principales manjares que los voluntarios y empleados de la entidad preparan estos días en Inca para más de ochenta personas

VÍDEO | Cáritas Mallorca prepara decenas de menús solidarios para que los más desfavorecidos disfruten de la Navidad

Manu Mielniezuk

Nair Cuéllar

Nair Cuéllar

Las celebraciones navideñas agudizan la sensación de soledad no deseada, y mucho más si no se pueden disfrutar con una comida o una cena especiales. Es por ello que Càritas Mallorca se encarga cada año en su comedor social de Inca de proporcionar a sus usuarios los manjares más típicos de la isla en estas fiestas. Sopa rellena, canelones, caldereta de marisco y turrón son los platos que voluntarios y empleados de la entidad llevan preparando casi sin descanso desde el día 18 de diciembre.

Nada más entrar en el recinto, integrado por el comedor social Sor Isabel Bonnín y el centro de día Pere Pascual, nos reciben Paco Seguí y Jaume Reus, voluntarios de Càritas desde hace cuatro y diecisiete años, respectivamente. Se disponen a llevar las furgonetas a los centros escolares de la localidad, que han organizado una recogida de alimentos y productos de higiene para los más desfavorecidos. Pero no solo se dedican a recoger donaciones, también van a comprar cuando es preciso o distribuyen los menús semanales a domicilio a aquellas personas que no pueden acercarse a la calle son Odre, donde se ubica el centro.

Atravesando el patio y la sala de ocio se encuentra la estancia más importante, donde Marian Nicolau, jefa de cocina; Llorenç Massutí, cocinero; y Teresa Riera, coordinadora del centro y el comedor social, van de un lado para otro completamente atareados. Están preparando las comidas y cenas de prácticamente una semana entera en la que se incluyen fechas muy especiales: el 24, 25 y 26 de diciembre.

Massutí cuenta -mientras llena recipientes con comida sin cesar-que ha trabajado anteriormente en hoteles y en restaurantes, pero que ser cocinero en Càritas le «llena mucho más, porque ayudas con tu esfuerzo a gente que no tiene un gran poder adquisitivo y que lo agradece de corazón». Entre el ajetreo -cada día preparan casi noventa menús-, Nicolau hace una pequeña pausa para relatar que su trayectoria en la entidad se remonta a hace quince años. «Cuando empecé ya avisé de que solo sabía freír huevos, pero poco a poco fui aprendiendo y me ascendieron». Ya como jefa de cocina, destaca lo mucho que le gusta su trabajo, «porque además ves que necesitan mucho cariño y hacemos todo lo posible para estar un rato con ellos».

Suena el timbre y todos se dirigen a la parte trasera del local. Han llegado dos de los productos clave para los menús navideños: el pollo y los dulces. Rápidamente Massutí y Riera se ponen manos a la obra y recogen los donativos de manos de una agrupación de jubilados y de Antonia Triguero, de Punts Amb Vida.

«Estos días la gente se muestra especialmente solidaria, trae muchas cosas, hay que gestionarlo y hacemos lo que podemos», explica el cocinero para justificar que no pueda parar ni un minuto más. En ese momento llega Gertrudis Borrueco al rescate. Dice ser voluntaria en el comedor social desde que este abriera y ahora acude a prestar su ayuda cada jueves y viernes. «Me da igual coser, que cocinar, yo hago aquí todo para lo que se me necesite», dice con alegría.

Se dispone a introducir el relleno en los pollos para la comida del día 25. La sopa, que también rellenaron los voluntarios, llegó el miércoles, cuenta la jefa de cocina, que explica que «después de hacerlo la congelamos y lo mismo hicimos con el cordero con patató de la de Nochebuena», que ya tienen listo.

El nivel de trabajo no puede ser mayor, y es que además de todas las comidas y cenas de estos días tan señalados, también están preparando la fiesta de Navidad del centro, que tiene lugar al día siguiente por la tarde [el viernes, 22] y a la que acudirán usuarios, voluntarios, empleados e incluso autoridades.

«Cada vez más mujeres»

Al lado de la cocina se encuentra el comedor y lugar de ocio. En esta sala los usuarios disponen de café con galletas cada mañana, una televisión para ver la programación que deseen e incluso un ordenador. Avanzando hacia la salida está el patio, compuesto por un pequeño jardín que ellos mismos han arreglado, mesas y un pozo que Pepe y Antonio se han encargado de engalanar con motivos navideños.

Allí nos saluda Sebastián Crespí. Es usuario del comedor social desde hace año y medio. Según explica, se quedó sin vivienda y ahora comparte piso con otra persona. «Vengo cada día por la mañana a tomarme un cafetito y a comer. Mis ingresos no son muy elevados y aquí estoy encantado», cuenta.

Al terminar de hablar con él, aparece un grupo de estudiantes acompañados de sus profesoras. Son del colegio Beat Ramon Llull y llevan al centro de Càritas innumerables bolsas repletas de alimentos y de productos de higiene personal. En ese momento sale con rapidez la coordinadora, que llena con el donativo hasta tres carros.

Riera lleva veinte años en la entidad, dos décadas disfrutando de un trabajo que «tiene dos caras, porque por un lado ofreces a quien lo necesita una especie de vivienda, pero ver cuánta gente hay que te necesita te crea mucha impotencia», reconoce. Explica que el perfil de usuario que precisa de sus servicios suele ser hombre, de cuarenta a sesenta años, aunque señala que «cada vez hay más mujeres en la calle, con todo lo que ello supone».

En este sentido, pone de manifiesto que aunque el número de plazas suele variar poco de año en año, el problema de la vivienda «ha aumentado mucho la lista de espera» de personas que buscan disfrutar -como las casi noventa inscritas- de los menús navideños que la entidad prepara con tanto esmero.

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