Magdalena Ripoll: «No tenemos ni bibliotecario, ni guardia civil, ni cura; nadie quiere venir a trabajar a Deià»

Esta 'deianenca' de toda la vida reside todo el año, «como otras 400 personas», en un pueblo con 196 casas vacías y 551 segundas residencias

MAGDALENA RIPOLL, en el cementerio de Deià.

MAGDALENA RIPOLL, en el cementerio de Deià. / M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

Toda la familia de Magdalena Ripoll ha nacido y vivido en Deià, uno de los pueblos de Mallorca donde más del 60% de las viviendas son segundas residencias. «Los que vivimos aquí todo el año no llegamos a los 400, pese a haber más personas censadas», desvela esta vecina conocedora de los entresijos del municipio con el cementerio más bonito del mundo. En cifras oficiales, Deià tiene 686 personas registradas en el censo según el INE, 443 españolas y 243 extranjeras. «En verano sobrepasamos las dos mil, una barbaridad», exclama. 

Los antepasados de Magdalena se dedicaban a la agricultura, «como todo el pueblo», «y las mujeres hacían guantes. Un señor los cortaba aquí y las mujeres los cosían. Ellas recogían la aceituna en invierno y cosían guantes. Por este último empleo han podido cobrar subsidio, algo que no les permitió la agricultura», relata. 

La calle es Porxo, donde viven los escasos 'deianencs' del pueblo

Esta deianenca de 77 años relata mientras pasea por la localidad de cuestas imposibles que, «en los años 50, todas las casas estaban habitadas. Ahora no, hemos pasado por muchas vacías, en la única calle donde sí viven deianencs todo el año es ésta, la del Ayuntamiento, el carrer es Porxo», precisa. Tras el desembarco de Robert Graves, hubo un boom de compra de inmuebles por parte de extranjeros. «Pagaban precios astronómicos y la gente empezó a vender, pero se adquirían para vivir, no para especular como ahora. De hecho, muchos de aquellos extranjeros que migraron a Mallorca se integraron, hablaban mallorquín, se interesaban por el pueblo», evoca. «A día de hoy vienen y están entre tres y siete días, pocos pasan más tiempo aquí», agrega. 

Deià está lleno de bares, cafeterías, también hay hoteles que dan trabajo a algunos residentes y a vecinos de Sóller. Hay varias tiendas, la farmacia y la carpintería. El anfiteatro hace las veces de plaza de pueblo y salón de actos y fiestas cuando hace buen tiempo. «Somos un buen grupo que hacemos teatro, eso nos cohesiona», sostiene Magdalena. 

Las sociedades y fondos de inversión, propietarios del 50% de casas vacías

Muchas casas han pasado por el mismo proceso que un inmueble vecino a su domicilio. «Lo compraron extranjeros, hicieron tres apartamentos, los fueron vendiendo y ahora los nuevos propietarios los alquilan». Es una fórmula que se repite una y otra vez. En los últimos tiempos, han irrumpido las sociedades y los fondos de inversión, que ya poseen el 50% de las casas vacías en Deià.

Los residentes frecuentan el bar sa Font Fresca. Hay un horno, antes había tres. El médico de familia atiende dos días por semana. «No se ha recuperado la atención diaria que teníamos de antes de la pandemia», lamenta la deianenca. «Tampoco tenemos biblioteca ahora mismo. Los bibliotecarios vienen y acaban yéndose. Aquí no quiere venir nadie. Cuesta mucho que la gente se quede a trabajar. También hay una oficina de Correos, escoleta gratuita con ocho niños, una escuela de primaria y un policía local, «pero ya no hay Guardia Civil y tampoco tenemos cura, viene uno itinerante a dar misa». «El antiguo colegio de Deià, Ca sa Mestra, es ahora una casa de alquiler turístico. No nos hemos dado cuenta de lo que pasaba en Deià hasta que la hemos perdido. Muchas de estas casas ya no son nuestras y nunca más las podremos recuperar», se resigna Magdalena.

Ca sa Mestra, el antiguo colegio de Deià, es ahora una casa con licencia de alquiler turístico.

Ca sa Mestra, el antiguo colegio de Deià, es ahora una casa con licencia de alquiler turístico. / M. Elena Vallés

En el recorrido, la vecina reconoce una de las casas del propietario de Ryanair, Michael O'Leary, quien también adquirió una neopossessió entre montañas en el término municipal de Deià. "En esta casa no vemos nunca a nadie".

Magdalena tiene dos hijos, uno de ellos también vive en el pueblo empedrado de la Tramuntana, "el otro está en Biniali". "Tres de mis nietos también residen aquí y una hermana", narra mientras se cruza la pintora Cecile Sheridan, residente deianenca desde 1972. "Este verano ha sido una pesadilla, el peor de todos. El pueblo no puede absorber a tanta gente", reflexiona. "En los últimos 20 años vemos cómo las casas van cambiando de propietarios hasta tres o cuatro veces. Especulan, pero no vienen aquí, luego las alquilan por Airbnb", critica. Pese a ello, Sheridan ama a Deià y continúa exponiendo y pintando como el primer día que llegó.

Cecile Sheridan y Magdalena Ripoll, en Deià.

Cecile Sheridan y Magdalena Ripoll, en Deià. / M. Elena Vallés