OPINIÓN

No reserve nunca un restaurante

Una zona turistica repleta de restaurantes.

Una zona turistica repleta de restaurantes. / Manu Mielniezuk

Matías Vallés

Matías Vallés

Nunca he reservado en restaurantes, nunca voy a hacerlo y recomiendo abstenerse. Pese a ello, me mantengo por encima de la media española de consumo en restaurantes, que ahora mismo se sitúa en ochocientos euros anuales per capita. Si no pueden atenderme en el establecimiento al que me dirijo, hay otro parecido al lado, y las diferencias no son abismales si sabes elegir. Ademas, conviene huir de los restaurantes vacíos, pero mucho más de los saturados, con la consiguiente merma en el servicio que dispensan.

Se necesita ser muy naif, y evidentemente el adjetivo es un sobreentendido, para entregar una tarjeta de crédito por teléfono. Ahora bien, ya decía Juan March que «cada día nace un tonto, solo hay que buscarlo». La frase se traduce hoy por «cada consumidor es un tonto, basta con echar el anzuelo», y el último truco es cargar en la Visa por servicios no prestados ni acreditados documentalmente con detalle.

Muchos empresarios querrían tener calculados y garantizados los ingresos a tres meses vista, pero se ven obligados a navegar en la incertidumbre diaria. Quienes disponen gratuitamente de esa previsión, se lamentan de la pérdida de un porcentaje mínimo por las reservas no satisfechas. Irrelevante porque, si el daño fuera tan notable, se acabaría con las contrataciones por anticipado, como hacen los restaurantes valientes que los hay y a quienes patrocino desde aquí. Se creía que asumir riesgos era una divisa de la actividad empresarial, por algo la covid popularizó la «cancelación gratuita» ante la escasez de reservas en hoteles, con cifras en juego mucho más elevadas que un menú.

Si no quieres sufrir las reservas inatendidas, no contrates por anticipado. Con las cifras superiores a cien euros por cliente no presentado que cobran algunos restauradores, el mejor negocio del servicio de las comidas consiste precisamente en no servirlas. En el extremo, toda empresa se apuntaría a cobrar por adelantado sin contraprestación alguna. Cero gastos.

El cliente siempre tiene la razón, por mucho que los jueces denieguen la esencia de los derechos del consumidor. Sería recomendable que quienes se someten a la tortura de reservar con semanas de anticipación, convirtiéndose en esclavos de su deseo autoprogramado, notificaran un comprensible cambio de opinión. De ahí a crear un entorno privilegiado de cobros por desafección, media un abismo, Y prepárense para la próxima frontera, cuando se pretenda extraer una indemnización a los autores de comentarios negativos a establecimientos de todo tipo, la transparencia unilateral.

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