Opinión

Minuto 91: La penúltima lección de Nadal, mucho más que un campeón

La rueda de prensa del manacorí en la que anunció un «punto y aparte» en su carrera fue un monumento a la coherencia y sensatez de un deportista ejemplar

Nadal, el pasado jueves, anunciando su retirada momentánea por la lesión.

Nadal, el pasado jueves, anunciando su retirada momentánea por la lesión. / Guillem Bosch

Ricard Cabot

Ricard Cabot

Pocas veces se ha visto a un deportista tan entero en un momento tan complicado como Rafel Nadal el pasado jueves. No debe ser fácil, cuando lo has sido todo en tu deporte, posiblemente el mejor de todos los tiempos, anunciar que te ves obligado a parar por tiempo indefinido al no encontrar una solución a la lesión que le amarga desde el pasado mes de enero. Seguramente que dolido por dentro por la frustración que supone no encontrar respuesta a tanto contratiempo, el discurso del campeón de 22 grandes fue una oda a la coherencia y sensatez, una comparecencia que debería ser de visión obligatoria en cualquier escuela que se precie.             

Durante casi una hora, Nadal ofreció un ejercicio de naturalidad: «Encaro la situación como cualquier otra persona que no puede hacer lo que quiere»; de agradecimiento: «Estoy muy lejos de quejarme, la vida me ha tratado muy bien»; de realismo: «Será difícil que vuelva a ser competitivo para ganar una Grand Slam, me considero una persona positiva, pero no un iluso»; de sentido crítico hacia los médicos que le han tratado: «A lo mejor se ha tomado alguna decisión equivocada»; de inconformismo: «No me merezco terminar así, siempre vale la pena hacer un esfuerzo más»; de optimismo: «A partir de ahora empezaré otra etapa y no tiene por qué ser menos feliz»; y de modestia: «Roland Garros será igual sin mí, los jugadores pasan, los torneos permanecen». Y hasta abordó el tema de la salud mental: «Ha habido muchos momentos de frustración. Necesito parar, si no, no creo que pueda llegar al año que viene. La salud mental es vital, pero hay que entrenarla», dijo en presencia de su mujer, su hermana y el cuerpo técnico, con rostros compungidos y a la vez emocionados por la frialdad mostrada por el tenista en el que posiblemente es su momento más difícil desde que es profesional del tenis.

La mejor decisión.

La historia del deporte está plagada de grandes deportistas que se han arrastrado en los últimos años de su carrera. Nadal no quiere ser uno de ellos. Si vuelve, y tratándose de él hay que confiar en que será así, será porque sienta que puede ser competitivo, al menos el año de su adiós. En cualquier caso, sea cual sea el desenlace de esta historia  -bella historia, pese a todo-, Nadal ya lo ha conseguido todo y, como suele decir él, no será menos feliz por sumar un Grand Slam de más o de menos. Hace mucho tiempo que la carrera la tiene hecha. Se merece más que nadie un final en la pista, pero si ha de ser con el señorío mostrado ante los micrófonos el jueves, también será un digno colofón a un icono mundial del deporte.

Si Vinicius, como antes Etoo, cumpliera la amenaza de abandonar el campo, la lacra del racismo estaría resuelta

Vinicius y el racismo.

Por una vez, el delantero brasileño del Real Madrid tiene razón. Aunque nadie puede decir que no sea un provocador, con gestos que sobran y que encendieron a la afición del Valencia, hay que aplaudirle al atreverse a señalar al aficionado que se mofó de él, con gestos racistas. Su intención era abandonar en señal de protesta, pero lamentablemente el árbitro le convenció de lo contrario, y acabó expulsándole por una tangana minutos después. Si Vinicius, como antes Etoo y otros, cumplieran su amenaza, a lo mejor la lacra del racismo en el fútbol español estaría solucionada o en vías de solución.

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