Rafael Gil March tiene 62 años. Es abogado y asesor fiscal. Y la madrugada del pasado viernes, 27 de octubre, se convirtió en el nuevo presidente del Real Club Náutico de Palma, una institución con 75 años de historia que atraviesa su momento más difícil, sin concesión administrativa y con un permiso de ocupación temporal de sus instalaciones. Formó parte de la anterior junta presidida por Emérico Fuster, luchó para que en las últimas elecciones solo hubiera una candidatura de unidad, por el especial momento de la institución. Y todavía recuerda de forma nítida la primera vez que entró en el club, siendo aún un niño. «Recuerdo los papagayos que había en la entrada, cuando el club tenía dos accesos, el actual y de la iglesia de Sant Elm. Mi padre compró un Coronado, un velero de siete metros. Y, con mi hermano, salíamos cada fin de semana a navegar, los tres juntos», rememora.