En contra

Pilar Tous: «El Caló des Moro es el síntoma de la masificación de Mallorca»

Esta pedagoga jubilada es vecina de la playa virgen más cotizada de Mallorca

Pilar Tous, vecina del Caló des Moro

Pilar Tous, vecina del Caló des Moro / B. Ramon

Matías Vallés

Matías Vallés

Pilar Tous (Palma, 1960) tiene casa en Cala s’Almunia, junto al Caló des Moro de Santanyí, desde los años sesenta. Esta pedagoga, galerista, periodista, jubilada del ayuntamiento de Esporles y mucho más, «solo me faltan torero y payaso en el currículum», ha vivido la destrucción de su paraíso para contarla.

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Es usted una víctima del Caló des Moro?»

Soy una víctima como muchos otros residentes de Mallorca, porque el Caló des Moro es el síntoma doloroso de una enfermedad muy grave que se llama masificación.

Es mediodía, ¿cómo está la playa?

Voy poco en verano, pero seguro que está petada, como cada día desde el mes de abril. Desestacionalizar es sinónimo de saturar la isla todo el año.

En efecto, a esto lo llaman turismo sostenible.

Son dos conceptos incompatibles. Quienes tuvimos una educación católica, diríamos que «no tomes el nombre de la sostenibilidad en vano». ¿Vivimos del turismo? Más bien agonizamos del turismo.

No buscan el mar, persiguen una foto en Instagram.

Hay gente que coge un taxi en el aeropuerto para ir directamente a hacerse la foto, con el reclamo de una tomada con el Caló des Moro desierto en las calmas de enero. Y eso que la imagen queda horrible, con un gentío alrededor

Los políticos detectan «una sensación puntual de saturación».

Me hacen una gracia. En primer lugar es una percepción provocada por una realidad, que empieza en la Vía de Cintura. Es una saturación que provoca una sensación de agobio, los mallorquines hemos de seguir haciendo nuestra vida pero nos arrinconan.

Hablemos de basura.

Son dos calas vírgenes, sin ningún negocio salvo los que montan una mesa y venden latas de bebida. Si bajan tres mil personas al día, al margen de la suciedad y por muy aguas turquesas, son seis mil pipís al día, ¿te bañarías? Hasta las rocas afiladas se han alisado.

¿A qué distancia se encuentra de la zona cero?

Mi casa está a unos 300 metros del Caló des Moro. Provoca angustia haber nacido prácticamente en el paraíso, haberlo disfrutado y darte cuenta con los años de que te morirás en el infierno. No es solo mío, pero ya no es el paraíso, se debió gestionar con inteligencia.

En Formentor lo han arreglado a lo bestia, cerrando el paraíso a los ciudadanos.

No hablo en nombre de nadie, solo soy una ciudadana de esta isla, pero tenemos representantes que han de aplicar medidas después de efectuar estudios de presión humana, ambiental y territorial. Hemos de denunciar que los recursos son los que son.

Estoy en contra de los privilegios para los vecinos de zonas paradisiacas.

Está claro, pero todo tiene un aforo, un teatro o un hotel. No meten a dos familias en una habitación. En Mallorca cabemos los que cabemos y ahora nadie disfruta, ni el que vive aquí ni el que viene.

Si lo sufrimos todos, alguien lo solucionará.

No busco ningún privilegio, ni para los vecinos ni para los visitantes, solo pido seny. Hay que poner coto porque la isla da para lo que da, no se puede crecer sin freno.

¿Han renunciado a la playa?

Prácticamente, sí. Nos abanicamos a la sombra o buscamos alternativas, como bañarnos a principio de temporada o salir en barquita quienes la tienen.

¿Hay enfrentamientos de los visitantes con los vecinos?

En la playa, no, pero a veces se producen rifirrafes en los accesos, porque es un vial estrecho y hay problemas de aparcamiento. Es esperpéntico, te bloquean y no puedes llegar a tu casa o salir de ella. Ahora se suman las caravanas.

Lo más dañino es la publicidad por internet.

Sí, el boca a boca era más discreto. El fenómeno Caló des Moro ha ido in crescendo durante los últimos cinco o diez años, pero desde la pandemia ha degenerado en un desastre total y absoluto. Estamos hablando de colas de tres y cuatro horas, de escenas surrealistas y de que concluyan «pero vale la pena».

¿De verdad les compensa?

Cuando les preguntas, te dan todo tipo de respuestas. Es como una disciplina, han de venir y punto, a las ocho de la mañana hay un gentío. Han hipotecado todo un día y mienten en las redes para quedar bien.

Sus padres compraron la casa.

Son muy mayores, ya solo vienen en invierno, a comer o a pasar un día a la fresca. Lo contemplan con tristeza.

En general, los mallorquines estorbamos.

A veces te da esa impresión, y los mallorquines que remugamos no es por turismofobia, sino por masificofobia.

¿Por qué dice que es una dilettante?

Porque tengo 63 años y todavía no sé lo que seré cuando sea grande. No me he dedicado a nada en concreto, he saltado de un lado a otro y he visto la vida desde múltiples perspectivas. Me siento satisfecha.

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