A la venta por cinco millones los dos molinos de es Jonquet, la postal emblemática de Palma

Devorados por la degradación pese a ser Bien de Interés Cultural, el mercado inmobiliario los anuncia como posible vivienda o restaurante

A la venta dos molinos de es Jonquet

Guillem Bosch

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

Los dos molinos más degradados pero en la ubicación más privilegiada de es Jonquet, bautizados como sa Garriguera y en Celós, se venden por cinco millones de euros. Varias generaciones de mallorquines los conocen muy bien: pasaron algunas de sus mejores noches y madrugadas en las discotecas que albergaban. Ahora presentan un estado ruinoso, con los muros exteriores pintarrajeados y con las palomas colonizando el casquete. Pese a ser la postal emblemática de Palma, mirarlos provoca tristeza.

El anuncio de la venta puede encontrarse en el portal web Idealista, pese a que llevan dos años en el mercado inmobiliario, tal y como ha podido saber este diario. Cerrar la transacción se está resistiendo. Los molinos han tenido pretendientes, posibles compradores interesados, extranjeros, nada extraño en un barrio que ya se conoce como la Suecia del Mediterráneo, aunque también haya dueños de casas de otras nacionalidades.

Los dos molinos con sus dependencias en la parte inferior tienen varios propietarios -dos mayoritarios-, que conforman una comunidad como entidad jurídica. En su mayoría, son mallorquines, cuentan también desde el vecindario. Según el Plan Especial de Protección (PEP), en el conjunto etnográfico podría hacerse una vivienda de hasta 330 metros cuadrados o un restaurante.

En los planos más antiguos de Ciutat, estos dos elementos patrimoniales ya aparecen. En concreto, en el de Antoni Garau de 1644. 

Abandonados desde los años 90

Los molinos casi siempre han estado ahí sobre un frágil balcón que antiguamente daba al mar y después al Paseo Marítimo. Llevan abandonados desde los años 90, cuando se cerraron las discotecas Abraxas y Palmapalma. Los 50 fueron años esplendorosos para algunos locales de ocio nocturno alojados en estas construcciones. Muchos recuerdan la sala de fiestas Jack el Negro, en homenaje a la película del mismo nombre que se rodó allí. En los 60 se abrió la discoteca JB y ambas convivieron con el vecindario hasta los años 80, cuando llegaron otros dos locales nocturnos, los últimos de los molinos. 

Jack el Negro en uno de los molinos.

Jack el Negro en uno de los molinos. / Redacción Digital

Las intenciones de expropiarlos por su degradación se han escuchado en muchos plenos del Ayuntamiento, pero jamás ningún político ejecutó la orden. Los vecinos solicitaron también que, si se conseguía, se convirtieran en un equipamiento sociocultural. Otra batalla perdida. Finalmente, el PEP aprobado durante el mandato del alcalde Mateo Isern incluyó la posibilidad de que pudieran ser rehabilitados como vivienda o para uso recreativo, a excepción de una discoteca. 

Desde 2011, las construcciones inferiores de los molinos están tapiadas ya que solían ser ocupadas por personas sin hogar. En su interior se han producido varios incendios y, además de grafitis, en sus interiores se pueden ver algunos trastos almacenados. 

«El Ayuntamiento debería obligar a los propietarios a tenerlos en buen estado y reformados. La excusa es que como son diversos dueños es muy difícil ponerlos de acuerdo», expone el escritor e investigador sobre el barrio de Santa Catalina Albert Herranz. «Es una lástima que estén así y es un escándalo», concluye.

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