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Palma no tan servil ante el turismo

Turistas visitando Mallorca

Turistas visitando Mallorca

Àngels Fermoselle Paterna

Àngels Fermoselle Paterna

Deberíamos conseguir ser una ciudad con turismo, pero no servil ante él. Se define servil como una actitud exageradamente humilde y servicial ante los superiores o poderosos, generalmente para obtener un beneficio.

Ser una ciudad con turismo es aprovechar el impulso económico que eso implica para mejorar la vida de quien aquí vive y, por lo tanto, dotar a todos los barrios de equipamientos suficientes y bien mantenidos.

Ser servil ante el turismo es perder la identidad. Es acabar con aquello que nos hace especiales. Y hace mucho que nos esmeramos en seguir el camino equivocado. Conviene aprender de los errores propios y ajenos.

Venecia recibe alarmas internacionales porque su propia supervivencia está en riesgo. Hace muchos años que sus ciudadanos lo advertían. No se sabe si sabrán parar o la rueda del turismo masivo los va a engullir.

Morir de éxito, un clásico que sigue tentando, como el demonio, incluso a ciudades tan alejadas de él como Santiago de Compostela. Las hordas de caminantes juerguistas y destructores se mezclan con quienes se limitan a disfrutar de un camino histórico y bello.

Saltamos de una ciudad turística a otra. Málaga es una ciudad en muchos aspectos similar a la nuestra. Ambas somos mediterráneas, con playas, costa y puerto, clima parecido, número de habitantes no muy distinto y unos centros históricos muy interesantes que, con sus diferencias, nos hace a ambas muy atractivas. Por similitudes hasta tenemos dos castillos, aunque en eso sí ganamos por goleada, igual que con la Catedral.

Dice Javier Bonet, primer teniente de alcalde de Palma, con las responsabilidades de Turismo, Innovación, Cultura, Deportes, Restauración y Coordinación Municipal, en la entrevista de este periódico firmada por M. Elena Vallés, que su modelo cultural de ciudad es el de Málaga y habla de favorecer un museo franquicia de arte contemporáneo en el edificio de GESA. También quiere remar a favor de los restauradores (en la acepción de personas dedicadas al negocio de bares y restaurantes), favoreciendo el binomio turista-gastronomía. Especifica que ese estímulo se reserva a los negocios cumplidores y no a quienes no respetan las normas. También afirma que los bares de copas y las discotecas no tienen la culpa del incivismo de algunos de sus usuarios. Y es cierto. La culpa la tiene la concentración de ese tipo de negocios en lugares de la ciudad diseñados hace más de cien años para vivir en ellos; con un entramado de calles diminutas, como es Jonquet, o simplemente estrechas, como todas las travesías del Ensanche, Santa Catalina, etc.

En Málaga, ciudad de éxito por invertir en cultura de verdad, hay voces que claman ya contra el alquiler turístico excesivo y por el ruido que provocan los bares y restaurantes que impiden el descanso. Deberán corregirlo porque, hasta ahora, uno de los motivos de su éxito era la complicidad con la sociedad civil malagueña.

En Palma hay que tener previstos planes culturales B y C, por si lo de GESA no sale bien o se tuerce. Y que conste que la idea de museo de la ciudad en la Plaza Mayor es buena, y aún mejor si incluye el túnel del tren hasta el Parc de la Mar, nuestro tesoro oculto.

La modificación de la norma de ocupación de vía pública hay que consensuarla también con la ciudadanía sin intereses económicos en el asunto y atender sus propuestas. No tiene que pasar lo mismo que con la última modificación de hace unos seis años, que fue una tomadura de pelo, a mi juicio, y que consagró el desastre de Fábrica, plaça d’en Coll, Drassanes, etc., etc. Por no hablar de los abusos de los souvenirs en Antoni Maura y el resto de la ciudad, cosa que también pretendía regular con una manga ancha imperdonable.

El secreto para garantizar el futuro… muchos. Y la palabra limitar es uno de ellos. Incluidos vuelos, yates y cruceros (si tuviéramos capacidad, claro). Sin miedo, porque a veces crecer para unos pocos es decrecer para la mayoría. Y hace tiempo que aquí nos pasa.

Llenar la ciudad de bares, heladerías, papeleras gigantes y fuentes de ósmosis feas de narices es ser servil con un turismo que llena la ciudad con sus desechos, sus coches y su ruido. Y que no consume cultura. También es servil el olor a meado de caballo que rodea la Seu.

Viajé a Málaga hace unos meses. Nos dan sopas con honda en transporte público, integración de población y comercio local, en paseos y vegetación, y por supuesto en museos. Me traje un listado de más de un centenar. Hay mucho camino por recorrer y no es mal modelo. Pero no hace falta copiarlo todo.

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