Martínez será alcalde bajo tortura, Fulgencio conquista Perejil

Así transcurrió el primer día sin un autohomenaje de la izquierda por las excelentes políticas que le han labrado la expulsión del poder

Marga Prohens felicita a Jaime Martínez.

Marga Prohens felicita a Jaime Martínez. / Guillem Bosch

Matías Vallés

Matías Vallés

Los militares aprendimos en la Academia que en una guerra es importante ganar batallas, pero todavía más el «aprovechamiento del éxito». El general de Estado Mayor Fulgencio Coll se perdió esa clase. En política, los votantes son soldados de Infantería que se sacrifican por sus candidatos. Pues bien, el cabeza de lista a Cort por la ultraderecha moderada ha desperdiciado 33 mil votos, a solo siete mil de un PSOE noqueado y que sigue presumiendo de sus cifras irrisorias.

Jaime Martínez es el nuevo alcalde de Palma, con la categoría suficiente para no haber participado en los boicots mafiosos de su partido a este diario, donde escribió artículos juveniles a favor de un urbanismo progresista. No se sometió al dictatorial José Ramón Bauzá ni a Biel Company, y sabe que tiene en Marga Prohens a su peor enemiga, de ahí que la presidenta balear y futura funcionaria de Cort lo haya colocado bajo la vigilancia de su esposo y número dos. El PP corona una nueva cima del nepotismo, aunque nada pueda ya sorprender en este partido. A propósito, Martínez es también un arquitecto, con intereses familiares y profesionales muy concretos en el ramo de la construcción.

De la izquierda cada vez menos representada en concejalías, basta reseñar que presentó como candidato a José Hila, por lo que entregó las llaves de la ciudad de antemano. Eso sí, con tiempo para vender a alemanes los doce solares de los palmesanos en Son Vida, operación inmobiliaria bajo patrocinio ecosoberanista. 

Así transcurrió el primer día sin un autohomenaje de las fuerzas progresistas, por las excelentes políticas que les han labrado la expulsión del poder. El rebaño ignorante tiene la desfachatez de perder por noventa mil a cincuenta mil, y de felicitarse por haber mejorado los resultados. Y si el Pacto derruido ha sido inoperante al frente de Cort, ¿por qué iba a ser más diligente en la oposición?

Lo cual devuelve al zapaterista Fulgencio Coll, el general que tiene que repetir la oposición porque no aprobó a la primera. Su frase de que no necesita entrar en el Govern municipal porque Martínez llevará a cabo las políticas de la extrema derecha, remite a la memorable Antología del Disparate de La Codorniz del franquismo. El PP balear no se toma en serio a Vox, y le sobran los motivos.

Coll es uno de los políticos, por llamarlo de alguna manera, que permiten felicitarse de la inminente extinción de Vox en las fauces del PP. A los periodistas nos cuesta reconocer los dos fenomenales errores de apreciación personal que cometimos el 28M. El primero fue consagrar a Francina Armengol como una estadista de excepción, cuando ha sido la peor candidata socialista del Estado. El segundo estriba en atribuirle un mínimo de sustancia al general, que ha desaprovechado el voto de uno de cada cinco palmesanos, con un porcentaje diez puntos superior al alcanzado por su odiado Jorge Campos en Balears. Solo sirven para querellarse contra raperos, y para descubrir que Antònia Font canta en catalán. Bienvenidos a vox, así escrito porque la política con mayúsculas les viene grande.

Aunque el sufrido Martínez tiene el carácter ideal para soportar las payasadas de los novilleros que tiene por vecinos, será alcalde bajo tortura. Vista la menguada talla de vox y de la izquierda inexistente, la mayor amenaza para su mandato proviene de la calle, envenenada de ruidos, patinetes y grafitis. Apuesten a que no solucionará ninguno de estos problemas, la clave de que Palma lleve un cuarto de siglo cambiando de alcalde cuatro años. 

Joan Fageda, la Catalina Cirer que enchufó a Prohens, la desastrosa Aina Calvo, el bello Mateo Isern y los inocuos gemelos Antoni Noguera y José Hila. Un mandato entero y a casa, los conservadores por despreciar a la ciudadanía y los izquierdistas por soñar que los agresores con patinete les iban a votar.

En cuanto a Coll, hasta en el Ejército lo relevarían por la pésima gestión de su excelente cosecha. Ha conquistado Perejil, un desierto donde puede instalar una bandera gigante antes de interiorizar la esterilidad de su empresa. Mejor no imaginar cómo prepararía una campaña bélica. Es muy difícil empeorar la inhóspita ciudad de Palma que hereda la derecha, pero nadie puede negar que posee los mimbres necesarios para lograrlo. La única certeza es que, de aquí a cuatro años, el alcalde será otro.