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El quiosco de prensa

Quiosco de prensa con pintadas vandálicas.

Quiosco de prensa con pintadas vandálicas. / A.F.

Àngels Fermoselle Paterna

Hace ya un año se publicó en toda la prensa local que los quioscos de venta de diarios y revistas de Palma se cerrarían en unos meses por problemas en la renovación de la concesión. La venta escasa que tenían no les permitía abonar el importe equivalente al alquiler.

La regiduría correspondiente, en manos de Podemos, se apresuró a decir que elaboraría unos nuevos pliegos de condiciones en los que se aumentarían las posibilidades de comercialización de productos y servicios. Entre ellos citó poder instalar cajeros automáticos, expender cafés y tener buzones de recogida de venta por Internet. Las tres propuestas de ampliación de oferta encendieron mis alarmas.

Vaya por delante mi defensa de mantener estos elementos en el espacio público, así que, pasados muchos meses desde aquella noticia, he intentado informarme directamente a través del departamento de Función pública de cuáles eran las intenciones reales de modificaciones para el futuro, pero el hermetismo ha sido total.

La prensa escrita, revistas, álbumes de cromos, fascículos y colecciones de libros, antiguamente el plato fuerte de los quioscos y papelerías, sigue teniendo producción amplia. Pero entre el margen comercial, muy escaso, y que poca gente compra el papel para informarse o entretenerse, poco a poco la rentabilidad de esos negocios se va diluyendo y parece lógico que, antes de cerrar, se planteen alternativas viables.

Cuando en su día se unificó el criterio estético de los quioscos de prensa en base a un concurso público, el resultado fue bueno. Se abandonaba la idea del diseño clásico en hierro de estructuras prefabricadas (quedan dos, uno convertido en oficina turística en el Parc de la Mar y otro en la plaça de l’Olivar) y se adoptó un criterio moderno que, originalmente, era muy integrador y poco invasivo. El tiempo los ha ido transformando, en parte, y se ha descuidado su mantenimiento, de manera que casi ninguno de los que tenemos ahora permiten apreciar la calidad del elemento arquitectónico. Al de la plaza de España le han adosado pantallas publicitarias que no tienen ningún sentido y todos han sido víctimas de las pintadas vandálicas, sin que nadie se haya preocupado de limpiarlas.

Partiendo de lo que tenemos, habría que plantear cómo y porqué queremos que sigan existiendo nuestros quioscos. Y también qué no queremos que sean.

Yo no quiero que sean buzones de recepción de compras por Internet. Flaco favor se harían a ellos mismos y al pequeño comercio, algo así como hacer la cama a quienes te destruyen. Tampoco quiero que ocupen un milímetro más de espacio público añadiendo alguna mesa o taburete para ser mini-cafeterías; demasiada acera han ocupado ya las terrazas. Y lo de colocar cajeros automáticos para ponerse al servicio de los poderosos bancos, alteraría la estética y el sentido de la existencia de nuestros quioscos.

Quiero que sobreviva el negocio de la cultura en papel, pero no a costa de que sea una tapadera del lucro de terceros, que total, ya tienen sus exitosos caminos muy trazados.

Recuperemos la belleza de nuestros quioscos, mantengamos la dignidad de su imagen y que quienes los regenten - podrían ser concesiones individuales - creen su propia clientela ofreciendo, además de prensa y revistas, productos atractivos. Hay una amplia gama de artesanía y coleccionismo (pienso en objetos pequeños) y de nuevos servicios de atención o promoción cultural que podrían aportar personalidad a cada uno de ellos.

Personalidad, justo lo contrario de las propuestas que se hicieron públicas desde Cort y que implicaban rendirse ante los bancos y Amazon o similares. Ellos ya han ganado, encima no les hagamos la ola.

Y si tenemos que desaparecer, desaparezcamos con dignidad. Pero luchemos por no hacerlo.

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