Nadal Alcaraz Vallés

Carlos Alonso

Matías Vallés es un columnista muy admirado y citado por el que suscribe. Sin embargo, y debido tal vez a su hiperactividad (cuatro escritos sólo en la edición de hoy) tiene también sus momentos de confusión, como es inevitable. Siempre según mi punto de vista, ni que decir tiene.

Uno de ellos se produjo hace unos domingos, en que repentinamente afectado por un súbito sarampión nacionalista/localista, se permitió congratularse irónicamente de la aparición de un nuevo ídolo tenístico (Carlos Alcaraz) que supuestamente ha surgido de los designios de «Madrid» (recordemos que Alcaraz procede orgullosamente de Murcia) en oposición a otro (Nadal, evidentemente) que procede de «colonias de ultramar, en donde chapurrean idiomas primitivos» (sic).

Habrá que recordarle a Vallés que Rafa Nadal, al que sería un grave error dar ya por amortizado u olvidado, ha mantenido siempre una imagen irreprochable de manacorí, mallorquín y español, sin que esa triple condición le haya supuesto nunca el menor problema ni incompatibilidad, y despertando adhesiones y admiración en todo el territorio nacional y fuera de él. Por lo que me parece una verdadera meada fuera del tiesto, con perdón, el utilizar su figura para defender/atacar no se sabe bien qué. Hay evidentemente quienes no le perdonan el mostrarse abiertamente orgulloso de ser español, de derechas y del Real Madrid pero, a esos, aún les queda quina por tragar.

En cuanto a Alcaraz, aún no le hemos visto ondear la bandera nacional después de una gran victoria, algunos se lo agradeceríamos. Tiempo tendrá de sobra.