Opinión | TRIBUNA

De la semanada a las tarjetas

La cuestión no es prohibir los móviles o eliminar las tarjetas. Lo ideal sería ofrecer estas nuevas soluciones acompañadas de alguna instrucción y de mucha pedagogía

Ilustración: De la semanada a las tarjetas

Ilustración: De la semanada a las tarjetas / Ingimage

¡Cuánto ha cambiado todo! Frase absurda por su obviedad allá donde las haya, dijo la yaya. Porque si nada cambiara nunca, sería catastrófico, estaríamos muertos o enfermos. Sin embargo, ¿cómo expresar esa sensación de madre perpleja y adaptativa al mismo tiempo, ante los nuevos métodos de pago de aquellas mismas semanadas tan inocentes y dulzonas de antaño?

Una especie de ranciedad me invade al verme comparando así, mirando hacia atrás, con nostalgia y, al mismo tiempo, con la rectitud de la institutriz de Heidi.

Aunque el efectivo sigue siendo el efectivo, nuevos formatos se van imponiendo para pagar la semanada a tus hijos teenagers y no tan teenagers. La tarjeta de débito de plástico o incrustada en el sempiterno móvil es la forma a través de la cual nuestros hijos e hijas adolescentes disfrutan de su paga. Los padres, a su vez, seducidos por la comodidad de transferirles dinero a tan solo un suave desliz de dedos o tecleo en pantalla, somos ajenos al principio de lo que puede venir después en algunos casos.

El acceso de pago con tarjeta en cualquiera de sus formatos les ha abierto la puerta al fabuloso mundo de las compras on line en las plataformas de compras más conocidas y más megastore, como Amazon, Ali- Express, SHE-IN o Temu, a las mismas tiendas de marcas de toda índole, y también, cómo no, a efectuar Bizum. A veces, esta nueva posibilidad ha podido generar de manera frecuente algunas disputillas (digámoslo así de cariñoso) paterno-filiales para tener permiso, si es que lo piden, y comprarse el primer chándal innecesario que han visto en algún casualísimo banner publicitario, o bien, los vigesimocuartos AirPods. La compra inmediata a golpe de impulso adolescente está servida a través de los móviles y validada con las tarjetas, en unos cuerpos y mentes aún por desarrollar y por responsabilizarse del valor del dinero. Personas en evolución que aún no son conscientes de que a la primera visita efectuada en una página ya se han convertido en carne de cañón o en objetivo de marcas, ya que tan solo unos minutos después de navegar por sus sitios web, les bombardearán sin piedad con mil cosas para comprar. Desde luego, la cuestión no es prohibir los móviles o eliminar las tarjetas. Lo ideal sería ofrecer estas nuevas soluciones acompañadas de alguna instrucción y de mucha pedagogía. Si tenemos en cuenta la vida de estrés de muchos padres y madres, esto se convierte en otro añadido más.

¿Dónde quedaron aquellas discusiones para negociar que te dieran más monedas y poder comprarte la revista Súper Pop, algunas nubes, un poco de regaliz negro o gominolas en aquel claustrofóbico a la par que fascinante kiosko de 1 x 1 metros de la plaza? No será por la concienciación de lo dañino de tragar azúcar puro, no. Se ha pasado de esa semanada candorosa a que te reclamen la paga a través de la misma app del banco, con la imagen de una mano con la palma extendida pidiendo (dinero). Mientras tanto, cuando los padres celebramos entre vinos y cervezas de tardeo catártico la autonomía de nuestros hijos con sus tarjetas, ellos ya se han bautizado en la comunidad de las compras on line. Divino.