Opinión | TRIBUNA

A tiempo completo

Ese rompecabezas tan difícil de alcanzar, llamado conciliación, es una conquista de toda la sociedad aún por alcanzar

Ilustración: A tiempo completo

Ilustración: A tiempo completo / DM

Aún en la estela del 8M, Día Internacional de la Mujer, viene a colación hablar de una película de 2021 emitida recientemente en La 2. Se trata de A tiempo completo del director Eric Gravel.

La protagonista, una mujer en torno a los 40, con dos hijos pequeños a cargo, lucha por una vida mejor, concepto que también abarca a su prole, y lo hace mediante la búsqueda de un nuevo trabajo que le pueda proporcionar un salario y unos horarios más convenientes. El personaje, brillantemente interpretado por la francesa Laure Calamy, se pasa casi toda la película corriendo, a veces con la cara desencajada, y con un estrés que la mantiene en estado de alerta para poder alcanzar su objetivo, que es atender una entrevista de trabajo que le abra las puertas a una existencia plena en todos los ámbitos. Todo ello lo hace con encaje de bolillos, sin desatender su trabajo actual y a sus hijos, porque de la esfera más personal parece haberse desocupado hace tiempo y además, ni se lo plantea. Se trata de sobrevivir.

Hablar de este ejemplo, salvando las distancias, es hablar de lo que le ocurre a algunos hombres y, sobre todo, a muchas mujeres que sostienen, principalmente, familias monoparentales. Una locura sin fin diaria en la que todos nos podemos ver reflejados cuando nuestra situación familiar se asemeja. Esclavitud en tiempos modernos. Y aunque en nuestro caso insular, de momento, nadie ha de desplazarse a diario a una urbe como París para trabajar (como en la película), sí podemos identificarnos con ella y ese estrés o esas prisas para llegar a todo. Es un reflejo de ese combate contra los tiempos, espacios y exigencias cotidianas, enmarcado en un falso equilibrio que se sustenta en una cuerda fina y floja. Un cambio de planes, un niño enfermo o una huelga de transportes (caso de la película) hacen añicos todo ese entramado de hilo endeble sobre el que se anclan nada más y nada menos que nuestras vidas, con sus horarios, quehaceres y obligaciones de toda índole. Porque admitámoslo, ese rompecabezas tan difícil de alcanzar, llamado conciliación, cuya conquista mantiene atrapada y enredada sin piedad alguna a la protagonista, como a muchas de nosotras, es una conquista de toda la sociedad aún por alcanzar.

El ejercicio de supervivencia al que somete el filme a su protagonista es el leiv motiv que da pie a ir hablando de otras cuestiones que pueden pasar más o menos desapercibidas, pero que ahí están: como la diferencia de clases, la precariedad laboral o el suelo pegajoso (impedimentos, como el cuidado de hijos o de mayores a cargo, que impiden a las mujeres que se desarrollen en el mundo laboral o en la esfera de lo público). Y es que el asunto de los cuidados sigue siendo una esfera adjudicada esencialmente a las mujeres.

La película es trepidante desde que suena su despertador en la primera escena, también angustiante en algunos momentos y no deja en absoluto indiferente. Por supuesto, existen muchas más otras pelis que abordan estas cuestiones, pero pasaba por La 2 y allí me quedé.