TRIBUNA

Menú del 2024

Propósitos de año nuevo.

Propósitos de año nuevo.

J. Teresa de Ruz Massanet

J. Teresa de Ruz Massanet

El año no empezó el 1 de enero, sino que arranca hoy día 8: se acabó la Navidad del 2023, volvimos a las aulas y empiezan las rebajas de invierno. Como hoy acontece todo esto tan mundanal y como espero que suceda lo siguiente que les contaré, me tomo la licencia de no desear, sino de planear un nada original menú de esperanzas para este año que acaba de nacer, el 2024, ya que particularmente siempre preferí añadir fe en el anhelo y no dejarlo en una mera petición de deseos que esperan ser atendidos con cualquier respuesta del destino.

Encontrar esas tres dimensiones para que nos ocurran en este 2024 ha sido muy fácil. Es el «menú de los deseos» (o de esperanzas) que todos hemos expresado alguna vez: Salud, Dinero y Amor. Además de ser el título de una canción del año 1967, de Cristina y Los Stop, también podría articularse como una poderosísima troika que dirige nuestros impulsos y cuyo orden podría variar para algunos sobre todo en la segunda y tercera dimensiones, porque lamentando ser tan pragmática, a veces pienso, y sólo a veces, que el dinero colocado en el segundo puesto puede ofrecer una buena estructura al primero y adornar e impulsar de alguna manera, al tercero.

Por eso, haciendo un ejercicio de ingenuidad naif y de «buena vibra», les propongo el siguiente menú popular en el bar de siempre.

Abrimos el apetito con Salud: como no estamos preparados para la inmortalidad y sería un Apocalipsis para la humanidad que esta sucediera, ya que la superpoblación acabaría por hacernos buscar sistemas crueles de eliminación de estos seres, cuyos métodos no les voy a explicar ya que están sobradamente representados en el cine en pelis como Van Helsing o Los inmortales, me conformo con que, si la Salud falla, nuestro Sistema Nacional de Salud pueda darnos respuesta adecuada, sin tormentosas listas de espera y aumentando las ratios de profesionales por habitante.

Dinero: ohhh, l’argent! Es un plato fuerte. Dicen que no da la felicidad, pero como ya les insinuaba antes, no estoy muy segura de esa afirmación. Sí, el idealismo o romanticismo se fueron a otras lindes, pero qué bello es vivir cuando hay lo suficiente para cubrir necesidades, y en estas también habitan el tener ocio, acceder a la cultura, viajar o disfrutar del fooding. En definitiva, vivir los placeres de la vida que muchas veces no son gratis y que, además, no siempre se disfrutan en solitario, así que mejor si son compartidos.

Y ahora, poniéndome sentimental y corriendo el riesgo de parecer la Preysler and daughters haciendo declaraciones después de un retiro espiritual o ante la mismísima revista del saludo, ya sólo me quedaría hablar del anhelo que más nos desnuda. Ese tercer poder se situaría, en este redactado, en el postre. El Amor, tan necesario como urgente, se puede presentar desde distintas aproximaciones, como lo son la empatía, la solidaridad, la amistad, el amor de la familia, de pareja, amor hacia el entorno, a la naturaleza o a los animales que nos acompañan, por poner varios ejemplos. Pero que haya. Y no sólo ser receptor de él sino tener mil oportunidades para poder darlo, sin reservas. Sin miedo.

Hace unos meses, tan sólo 12, era ahora y todo sigue su curso en esta carrera maratoniana de corredores o, mejor diría yo, caminantes de fondo, no es cuestión de llegar exhaustos. Y continuando con mi tono adolescentil de buen rollito, ojalá que este año sea un año más, y sin el permiso de nadie: un poco mejor.