Que los excesos no enturbien la fiesta

Editorial

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El ayuntamiento de Santa Margalida, ha decidido implantar una nueva tradición en la fiesta de la Beata, identificación de los dimonis y personajes de la procesión, además de test de alcoholemia para apartar de la marcha religiosa a quienes sobrepasen un umbral por determinar. Las medidas que pretenden incorporar al desfile, que data del siglo XVIII, son consecuencia de la agresión sexual a una componente de la banda de música de Son Rapinya, que denunció tocamientos por parte de uno de los miembros de la colla. Un energúmeno que además de sobrepasarse con una mujer, ha dañado la imagen de un colectivo tan arraigado y sentido en Mallorca. Los dimonis son personajes ancestrales y presentes en muchas culturas, que entroncan con ritos chamánicos y con la propia Iglesia, que los veía como una ejemplificación del mal frente al bien. En la tradición mallorquina, el dimoni tienen un componente lúdico y divertido, más bromista que maléfico, es travieso, sin trasfondo maligno ni ánimo de hacer daño. Su actuación representa un espacio de libertad, de romper con la rutina, de transgredir la norma, tan necesario y lubricante para el cuerpo social. Su expresión debe tener encaje y adecuación a los tiempos y valores actuales, evolucionar sin perder la esencia. No se trata de castrar la fiesta, sino de que nadie puede aprovechar el anonimato y el desenfreno festivo para sobrepasarse hasta límites indeseados y no consentidos, con la excusa de que había bebido más de la cuenta. En la búsqueda de ese equilibrio están trabajando el ayuntamiento de Santa Margalida, encabezado por el alcalde Joan Monjo, y los organizadores del evento, y en él deberían ahondar todos los participantes.

Lo ocurrido en Santa Margalida supone un nuevo episodio de excesos como los que vienen padeciendo muchos pueblos en la celebraciones y verbenas masificadas, que pervierten el sentido lúdico y rompen los protocolos no escritos de la fiesta tradicional. ¿Puede cualquiera hacer de dimoni? Ante la avalancha, algunos se están plantando numerus clausus. Combatir el exceso en cantidad y calidad. El control policial es necesario para atajar los comportamientos más indeseables y proteger a posibles víctimas, pero no suficiente. Si queremos combatir los excesos y las conductas sexistas, hay que actuar en la base, en la educación, en la promoción de valores de igualdad y en alternativas de ocio saludables y divertidas. Tampoco se trata de incurrir en el ultrapurinatismo. Somos mediterráneos y hedonistas. Tiene que haber espacios para la transgresión, para un cierto desenfreno, siempre que no haga daño a terceros. Una fina línea que es responsabilidad de todos saber trazar y combatir cuando se traspasa.