Desperfectos

Biden y la política mediana

Valentí Puig

Valentí Puig

La patología política de Donald Trump ha elevado a Joe Biden al status de opción menos mala, porque el mundo del siglo XXI sigue aspirando a conformarse con el mal menor. Por ahora los republicanos, aunque vayan zafándose de Trump, no tienen un candidato presidencial. El profesionalismo de Joe Biden hace las veces de estadista y, como en su discurso del estado de la Unión, encaja piezas sueltas mientras la vicepresidenta Kamala Harris encarna el riesgo de desastre si, de no presentarse él a la reelección, fuese la candidata. ¿Es la edad de Biden un obstáculo definitivo para ir a la reelección? Tiene la desenvoltura intermitente de su larga experiencia. Sus puntos débiles no significan un vacío de poder, pero ahí está una inquietud pública que se radicaliza, sin centro vital. Biden es de derechas, de izquierdas y de todo lo contrario. Surfea en un Washington que conoce a fondo. Internacionalmente, es un realista habitual. En realidad, la guerra de Ucrania queda muy lejos de Washington DC, pero la economía norteamericana afloja empuje y China no baja la guardia. Tal vez Biden salve al Partido Demócrata de fosilizarse como plataforma woke. Su presidencia no será un gran hito, pero ni más ni menos que Obama. Abraham Lincoln, por supuesto, es un paradigma perdido, el molde improbable para unos EE UU saturados de desconcierto.

El afán por conocer llevaba a Lincoln a no poder dormir si no había entendido una idea que le era nueva. Podía adentrarse en las zonas más oscuras de la política para obtener el mayor bien común posible. Así logró la aprobación de la enmienda que abolía definitivamente la esclavitud. Consiguió preservar la Unión y emancipar a unos cinco millones de esclavos negros. Lo logró fortaleciendo la libertad y no debilitándola. El proceso de la secesión era previo a la llegada de Lincoln a la Casa Blanca. Sabía que abolir la esclavitud era impracticable sin la existencia de la Unión. El pragmatismo y la integridad nunca han sido incompatibles por definición. Sobre todas las cosas, para Lincoln contaba la Constitución.

La magnanimidad es otra de las lecciones de Lincoln para nosotros. Magnanimidad en la victoria, compasión y deseo de reconciliar la Unión. De no haber muerto Lincoln, el expolio del Sur después de la guerra civil seguramente no hubiese tenido lugar. Ejerció en abundancia el perdón. Quiso evitar todo revanchismo del Norte. Por eso, un actor de apostura tenebrosa le disparó en la nuca. Más allá de las biografías clásicas de Lincoln o de la novela despampanante de Gore Vidal, Anthony Mann en 1951 dirige El gran objetivo, un filme exacto y de gran eficacia, sobre el complot de Baltimore. En tren hacia Washington para la investidura, se quiso asesinar a Lincoln. Fue una conspiración muy confusa. Al final, Lincoln aparece unos segundos en su compartimento del tren y dice: «¿Alguna vez llegó un presidente a la investidura como un ladrón en la noche?». La experiencia histórica sigue ofreciendo lecciones que la política no aprende. El pueblo norteamericano votará en noviembre del año que viene y el nuevo presidente tomará posesión el 20 de enero de 2025. Unos párrafos pueden diferenciar la grandeza y la banalidad.

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