El secretario Amar Ucraina, quien acoge refugiados ucraninos: «He llegado a tener a 25 personas en mi casa»

La asociación familiar alimenta a 150 familias cada viernes y ayuda a 700 afectados

Oleksandr tuvo que huir de Ucrania una vez estalló la guerra.

Oleksandr tuvo que huir de Ucrania una vez estalló la guerra. / Guillem Bosch

Jordi Sánchez

Jordi Sánchez

Amar Ucraina es a día de hoy una asociación bien organizada que atiende a más de 700 personas afectadas por el la guerra entre Rusia y Ucrania. Cuentan con un equipo psicológico, con dos albergues -en Lloseta y en Calvià- y cada viernes reparten comida a más de 150 familias gracias a la ayuda de entidades como el Banco de Alimentos de España. 

Sin embargo, Albert Kvach, secretario de la entidad, explica que «no ha sido fácil el camino». Se trata de una organización familiar, presidida por Anastasiia Kvach, hija mayor de Albert, que nace tras haberse visto obligados a ir a buscar a varios familiares a Ucrania ante el peligro al que se exponían una vez estalló la guerra dos años atrás. En aquel momento, fueron miles los refugiados que huyeron del país, y algunos terminaron recalando en Mallorca a través del voluntariado de la zona de conflicto y de la Cruz Roja. 

Sin embargo, una vez iban llegando a la isla, terminaban recalando en casa de los Kvach, en Sant Jordi, reconvertida en un albergue provisional. «Al principio fue un caos. La gente estaba asustada, acababan de dejar sus casas y no se hablaba de otra cosa. Fueron días muy duros y de muchos nervios porque teníamos que mantener a muchas personas», relata el secretario de Amar Ucraina. «Llegamos a tener a 25 personas en mi casa», lamentaba. 

Poco a poco consiguieron ir reubicando a aquellas personas necesitadas en hoteles habilitados, ayudados además de otras entidades sociales. 

Debido al contexto en el que estalló el conflicto -en plena pandemia- y las dificultades laborales y de vivienda que atraviesa Balears, comenzaron a trabajar en sus dos albergues para poder ofrecer un techo a muchos de ellos a medida que iban cesando las ayudas. 

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«A muchos de ellos intentamos recomendarlos en trabajos de hostelería, restauración, algo para que puedan vivir. Además, la intención de muchos, aunque aquí sea muy complicado, es ponerse a trabajar en cuanto puedan y buscarse una vivienda», cuenta Albert. Entre sus funciones se incluye la de tratar de integrar en la sociedad a los refugiados que se han visto obligados a dejar sus hogares. Además, tratan de acompañar a los más mayores en su día a día. Para la asociación son un colectivo especialmente afectado cuando se dan este tipo de situaciones derivadas de conflictos bélicos. 

Su intención este año es poder crear una especie de ‘campus’ para niños y niñas afectadas por el conflicto. A día de hoy se encuentran trabajando para poder acoger en verano una decena de menores damnificados directamente por la guerra (muchos han perdido a sus padres). «Queremos que vengan aquí y puedan olvidarse del ruido de las sirenas y las bombas y despejen su cabeza», sentenciaba Albert. 

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