Dos años de guerra Rusia-Ucrania: Los mayores, los grandes olvidados de la crisis humanitaria
En Mallorca residen varias personas mayores refugiadas que sufren día a día grandes problemas de adaptación debido a su edad
Hoy se cumplen dos años del estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania y para muchos el drama sigue latente en sus vidas.
Oleksandr Pelikh era carpintero y vivía junto a su mujer en una zona de conflicto. Tamara Kondtatenko y Antonina Kvach también residían en territorio ucraniano, hasta hace dos años. Los tres son personas de avanzada edad que se vieron obligados a abandonar sus hogares a causa de la guerra.
Desde la asociación Amar Ucraina, presidida por Anastasiia Kvach, destacan el sufrimiento al que se enfrentan estas personas. Gente mayor, tradicional, que ha abandonado toda una vida sin la expectativa de poder iniciar una nueva. Y no por falta de oportunidades sino que, según explica Kvach, «a su edad lo único que quieren es volver a casa, para ellos la adaptación es algo casi imposible».
La lengua se convierte en una barrea infranqueable que impide el correcto desarrollo de una posible socialización e integración. Así, desde la asociación se encargan de proporcionar apoyo y acompañamiento a estos refugiados.
Los tres sufrieron bombardeos cercanos a sus hogares y gracias a la acción del voluntariado presente en las fronteras, lograron cruzar a otras regiones para terminar recalando en Mallorca. Albert Kvach, padre de Anastasiia, secretario de Amar Ucrania e hijo de Antonina, organizó un convoy para viajar hasta Ucrania e ir a recoger a sus familiares, entre los que se encontraba también Tamara, su suegra. Tras atravesar fronteras y campos de cultivo en un momento de alta tensión bélica, durmiendo en estaciones de tren, lograron llegar hasta la isla, en concreto hasta la casa de Albert, quien reside junto a su mujer y sus hijos en Sant Jordi.
Pese a estar ya a salvo, su calvario no había hecho más que empezar. «La guerra tocaba a la puerta y después de que una bomba casi alcanzara la casa de mi hija vi que era el momento de irse», confiesa Pelikh. Cree que la guerra en algún momento acabará y su intención es la de regresar a Ucrania cuando pueda. Para pasar el tiempo estos dos años ha estado construyendo una casa de madera para hacer apiterapia; la vivienda tendrá un compartimento en el que se introducirán abejas cuyo zumbido resonará en el interior de la vivienda provocando así un efecto relajante. «Quiero que los soldados puedan venir aquí a retirarse y relajarse después de la guerra», explicaba.
Kvach y Kondtatenko residen en la casa de su hijo y yerno, respectivamente. También cuentan cómo las bombas les obligaron a abandonar el país, pero se muestran mucho más afectadas al tratar el tema de la guerra. Prácticamente no son capaces de hablar sobre ello. «Pensábamos que serían solo un par de meses, pero ya llevamos aquí dos años. Queremos volver a casa», lamentan.
Según cuenta Albert, están muy atentan a las noticias que llegan del país y «todavía no se les ha ido la tristeza». Han rechazado la ayuda psicológica «porque al ser mayores ya no quieren ayuda» y pasan los días en casa junto a sus nietos con la esperanza de poder regresar a sus hogares algún día. Esa es, prácticamente, su única esperanza.
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