Prohens, una presidenta a estrenar

La cabeza de lista del PP se entera siete meses después de que el 28M no le permite gobernar «en solitario» ni con funciones exclusivamente decorativas

La autocombustión de Antoni Costa, consejero delegado del Govern, obliga a la líder popular a reinventarse

Seis meses de  vacaciones pagadas y un amargo despertar a la realidad de un Govern en minoría.

Seis meses de vacaciones pagadas y un amargo despertar a la realidad de un Govern en minoría. / B. Ramon

Matías Vallés

Matías Vallés

A Marga Prohens se le han acabado bruscamente las vacaciones, pero no todos los trabajadores disponen de seis meses de asueto pagado antes de estrenarse en sus funciones. El amargo despertar de la teórica presidenta de Balears se debe a que ha lucido un cargo que no ejercía. Así lo demuestra su ignorancia de la relación numérica entre PP y Vox, la incorporación suicida de un presunto agresor sexual y policial, pero en especial la muy torpe gestación de los Presupuestos del Govern, que la titular del Govern negaba el lunes que figurara entre las misiones del Govern.

La presidenta sin funciones no se ha estado quieta durante su semestre ocioso. Al revés, ha estado muy solicitada por el sindicato de naftalina de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, encadenadas a su calendario de celebraciones estériles. Para cumplimentar a los parásitos citados, ha abdicado antes de estrenarlas de las tareas encomendadas en su investidura, que también confundió con una investiblanda.

Prohens ha lucido el cargo que no ejercía, se ha dejado llevar, se ha bamboleado a merced de las circunstancias. Ha trastornado la política de la imagen en la imagen de la política, se ha concentrado en la persuasión a grito pelado pese a los profesores de dicción y gestualidad que le contrataron, ha olvidado que los decibelios solo disimulan la vacuidad. En total, una presidenta muy decorativa.

La mala noticia es que Prohens se ha evadido de las responsabilidades reales de su cargo, mediante excusas estupefacientes como «el vicepresidente ha dicho que habrá Presupuestos» o «los Presupuestos son un asunto de los grupos parlamentarios». La buena noticia apunta que lo tiene todo por hacer, es una presidenta a estrenar.

Balears experimenta la sensación alarmante de encontrarse en la primera temporada de The Crown, cuando la convincente actriz Claire Foy condensaba a la perfección las inseguridades de Isabel II, tras su inesperada ascensión al trono inglés. Sin embargo, la soberana británica se esforzaba por corregir o al menos maquillar sus carencias, la también imprevista Prohens no se ha tomado la molestia. Y encima le estalla su Churchill ibicenco, el desdichado Antoni Costa.

Volver a empezar. La presidenta de Balears se entera con siete meses de retraso de los resultados del 28M, cuando repetía robótica la falacia de que iba a ejercer el poder «en solitario». En tiempos de PISA, es reconfortante que haya aprendido a sumar, y que entienda la diferencia entre sus 26 diputados con chantajista incluido y los treinta de la mayoría absoluta. O como diría su admirado Pedro Sánchez, que los Presupuestos le hayan enseñado a hacer de la necesidad, virtud.

Para descabalgar vanas fantasías de la izquierda, procede afianzar la evidencia de que PP/Vox va a gobernar Balears durante cuatro años, hasta el desenlace natural de la legislatura en 2027. Tras el spoiler, queda por calcular el flujo de la actual hemorragia. Para detenerla, Prohens ha de dimitir de su actual papel de relleno.

La ganadora del 28M con un margen insuficiente necesita reinventarse para pilotar un Govern «en minoría», la salmodia realista que ha reemplazado al mendaz «en solitario» en los discursos de Costa y Sebastià Sagreras. Porque el PP ocultó que tenía un socio y se fabricó un enemigo. La tortuosa negociación de los Presupuestos demuestra que hasta un Vox en desbandada es capaz de humillar a una presidenta ausente, volcada y manteada en el fútbol sala.

Prohens es el primer presidente de Balears paseado en volandas y lanzado al aire. Es un acto denigratorio que nunca debió producirse, curioso en una gobernante que en lugar de centrarse en la política se dedica a denunciar los supuestos agravios sufridos por la familia que exhibe en redes. Una vez que la representante de todos los ciudadanos de Balears admite la vulgaridad de ser sacudida por unos fornidos atletas, conviene recordar el sentido cervantino de «mantear». Sancho Panza es sometido a esta humillación, en ningún caso un encumbramiento, para castigarlo por no haber abonado Don Quijote la factura de la posada. El PP también se ha negado a pagar las deudas pendientes del 28M, hasta que la rendición de cuentas ha estallado inevitable.

La estructura del Govern balear venía definida desde Génova. Una presidenta no ejecutiva por falta de talla política, con la única credencial de su valor al encararse con Irene Montero, y un consejero delegado todopoderoso. Por desgracia para el PP, la decepción del CEO Antoni Costa supera a las limitaciones de la presidenta. Pese a que nada engorda tanto un currículum como una victoria electoral relativa y accidental, Rosa Estarás o incluso una Mabel Cabrer en forma se alejan de las prestaciones de Prohens. Y las citadas tampoco se hubieran ausentado de votaciones comprometidas como el requisito del catalán, ni hubieran huido del tramo comprometido del debate parlamentario del pasado martes.

El asombro ante la inexplicada e inexplicable autocombustión de Costa se acentúa al recordar su superioridad intrínseca, en un gabinete caracterizado por mediocres superlativas como la consellera de Administraciones Públicas. La ínclita Antònia Maria Estarellas bufa rabiosa contra este periódico porque es incapaz de rellenar ni su crucigrama, después de consultar las soluciones.

Las contrataciones peligrosas del Govern a instancias de Costa y en aplicación de la ley del sí o sí han perjudicado la confección de los Presupuestos. Qué superioridad moral sobre Vox podía reclamar un PP que se hermana dialéctica y voluntariamente con los abusos sexuales de menores tuteladas, durante el felizmente olvidado Pacto del Progreso.

«No aceptamos lecciones de nadie», bramaban la presidenta ornamental y el vicepresidente ejecutivo tras contratar al amigo íntimo del segundo. De «nadie», excepto de la ultraderecha moderada. Antes incluso de que llegara la rendición a las tropas de Abascal de los presupuestos baleares, Prohens y Costa ya habían escenificado el espectáculo inimaginable de balbucear en el Parlament a dos voces. Posan contritos en la cámara y ante las cámaras.

Así se derrumbaron las certezas de Prohens y Costa, la presidenta se solidarizaba por primera vez con la también hundida Irene Montero. Es duro ser criticado, y todavía más con razón. Porque el vicepresidente mantuvo a su amigo íntimo en el cargo después de saber que el procesamiento era inevitable. No es culpable del pecadillo habitual en su partido de anteponer el nepotismo a Balears, sino del crimen incalificable de situar a un compinche por encima del sacrosanto PP. Y si es grave que Costa actuara desde la convicción de su impunidad, todavía sería más grave que ignorara las repercusiones de su cacicada.

Frente al tono esperanzado de esta crónica, los poderosos enemigos de Prohens en Génova insistirán en que es incorregible. Esgrimirán sus declaraciones también titubeantes del lunes, las mismas en que se desentendía de los Presupuestos, para tratar con desdén «el pacto de investidura» con los nostálgicos del franquismo. Habrá que escribir mil veces que la presidenta obedece a un «Acuerdo Conjunto de PP y Vox para el Gobierno de las Islas Baleares», donde avaló incluso la denominación incorrecta en castellano del archipiélago. Le cuesta aceptar la realidad de que está uncida a un yugo cuatrienal, aunque el documento firmado por Sagreras dosifique el mal trago en 110 medidas.

De fiesta en fiesta, repasen su agenda de este año con la cumbre de la tribuna medieval de la Beateta, la presidenta de Balears alimenta la convicción atávica en su partido de que un Govern del PP es para siempre. Sin embargo, los tres últimos ejecutivos autonómicos populares no renovaron el mandato. Desde 1995, el partido alfa y omega de la derecha no gana dos autonómicas consecutivas. La misma contundencia invertida en sellar la longevidad de un Govern que solo caducará en 2027, obliga a distinguir que no tiene garantizada la reelección ni ante la izquierda antagónica y agónica. Sí, la misma cofradía progresista que pagó millones de euros ahora desenmascarados en subvenciones a la patronal Caeb. ¿Cuál debe ser la actitud de un socialista auténtico, al contemplar que solo Vox se atreve a cancelar el subsidio a los empresarios?

La inhibición de Prohens y la exhibición de Costa han disparado el nivel de corrosión del ejecutivo hasta extremos preocupantes. La consellera Marta Vidal por sí sola se ha tragado los efectos benéficos de la ley nacionalista de las herencias, el capital intacto en mayo se ha dilapidado en un treinta por ciento en solo seis meses. Es una aproximación, pero el Govern no se ha aplicado ni a estimar sus fuerzas.

Prohens no se tomó en serio a sí misma. Si puede presumir colgada del precipicio de que Costa ha salvado la cabeza, de que Marta Vidal sigue a sus inmobiliarias y de que los Presupuestos van a aprobarse, es porque todos los gobiernos obedecen a una ley inapelable. Hay una fase inicial en que el Ejecutivo soporta cualquier escándalo sin lesión aparente, aunque se agriete la consistencia de los materiales. Los cursis lo llaman luna de miel, y sigue vigente en el Govern. Pero también llega un punto en que cada decisión se recibe como desafortunada con independencia de su naturaleza, y el PP/Vox viene cubriendo esta distancia fatídica a más velocidad de lo habitual.

Prohens ni siquiera ha aprendido la lección del 23J, un frenazo brusco a la pujanza de PP/Vox cuando ya tenía designado su infausto delegado del Gobierno. En el primer balance de fin de año, es fácil solidarizarse con las numerosas personalidades mallorquinas que declinaron su nombramiento como altos cargos del Govern. Cabe imaginar su alivio, a la espera de una presidenta en condiciones. Porque hablar de Prohens, aunque sea para bien, es una forma de que Mallorca empiece a tomarla en serio. Lo necesita.

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