Desastre ecológico

Muerte en s’Albufera de Mallorca: Hoteles, chalés y explotaciones agrarias se quedan el agua

El ecosistema del gran humedal de Mallorca vive una muerte invisible por el efecto de la sal y la escasa entrada de agua dulce de la Font de Son Sant Joan, sobreexplotada por el negocio turístico y la agricultura intensiva

S'Albufera de Mallorca se muere

M. Mielniezuk

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

La historia de s’Albufera es la crónica de una muerte anunciada mil veces. Los científicos aseguran que tienen el síndrome de Casandra: sus advertencias catastrofistas sobre el humedal de Mallorca no han sido creídas por nadie hasta que el desastre ya está aquí. Año 2023. Explicado de una forma muy gráfica, en s’Albufera la desgracia se ha manifestado en forma de flamenco, sin que el pájaro de cuello largo y alas rosadas sea el culpable de todos los males, pero sin duda su presencia es una nefasta señal. ¿Por qué?

«Los flamencos son propios de hábitats salinizados, viven en lagunas de agua salada que están cerca de la costa», advierte el responsable del área de Conservación del GOB, Antoni Muñoz. S’Albufera muere de sal, su ecosistema natural de agua dulce desaparece a marchas forzadas dejando atrás las fotges, el característico canyet y muchas otras especies de fauna y flora.

El año pasado criaron por primera vez en la historia los primeros flamencos, apenas dos parejas. «Este año han nacido en los albores del verano hasta cuarenta polluelos».

La sed de agua dulce está ahogando la gran extensión de lagunas en los términos municipales de Muro, sa Pobla y Alcúdia. Cada vez están más expuestas al agua del mar. Para entenderlo, Muñoz enumera los principales recursos hídricos que nutren este magnífico humedal de 2.036 hectáreas . «Están el torrente de Sant Miquel, que nace en las Fonts Ufanes; el torrente de Muro, que lleva menos agua, y sobre todo la Font de Son Sant Joan. Si ésta no fluye, los viales están secos y no llega agua. Es lo que está pasando». ¿Quién sorbe con avidez del manantial que antaño insuflaba vida a la albufera?

La agricultura intensiva de regadío de sa Pobla y, por supuesto, los hoteles y las segundas residencias que salpican el litoral de Alcúdia y Muro. Fue en 1999 cuando se construyó una segunda tubería para canalizar agua de la Font de Son Sant Joan con el fin de incrementar el abastecimiento de una zona que estaba creciendo a toda máquina por la inversión turística e inmobiliaria. Los agoreros de siempre, los del mito de Casandra, los científicos, lo denunciaron sin ningún resultado.

«La albufera está rodeada de enemigos: la central térmica, el polígono industrial Ca na Lloreta, dos parques fotovoltaicos, la urbanización de chalets y hoteles, la agricultura intensiva de regadío, los fertilizantes...»

En cuanto al agua, se sabe que la extracción de la fuente es muy elevada. «Pedimos los datos a la dirección general de Recursos Hídricos la pasada legislatura y nos pasaron los números desde 2018. Cada año, excepto el de la covid, se ha estado extrayendo el máximo permitido, que son 1.580.000 metros cúbicos anuales. Esto es lo que está matando a la albufera. El problema es que para limitar esta extracción de agua no se ha calculado el caudal ecológico, es decir, no está establecida la medida que permite que el humedal sobreviva. Es un dato que debería estar contemplado en el plan hidrológico, pero no lo está. La extracción de esta fuente quizá debería reducirse un 50%», propone Muñoz. El nudo de toda esta problemática no hay manera de deshacerlo porque el Govern no ha tomado cartas en el asunto, tampoco en estos últimos ocho años de dirigentes políticos de signo progresista. «No sé, quizá no se quiere asumir la solución ante el hecho de tener aquí toda una zona hotelera a la que abastecer de agua. La cuestión también está en que, cuando autoriza una urbanización, la Administración le aprueba a la vez la suficiencia hídrica. En ese momento, ya ha adquirido un compromiso y no puede cerrarle el grifo, debe dar una solución», indica el ornitólogo.

La dejación de funciones institucional no es la mera opinión de un ecologista y científico. S’Albufera fue declarada parque natural en 1988. «Hay una obligación de mantener su ecosistema y biodiversidad que no se está cumpliendo», denuncia Muñoz. «Además, España también se adhirió al convenio de la convención de Ramsar, cuyo objetivo es la conservación de los humedales», subraya.

Las salidas a esta situación -aguas turbias con nitratos y fosfatos y la cada vez más cercana posibilidad de convertirse en un salobrar- continúan analizándose por parte de los conservacionistas. «La Ley de Restauración de la Naturaleza de la UE podría ser un mecanismo para obligar a la restitución de s’Albufera de Mallorca, que padece una muerte que es invisible para muchas personas porque se trata de una sustitución del ecosistema, aquí no hay una gran mancha de petróleo. Una posibilidad sería poner una denuncia ante la Comisión Europea legitimada con informes de Ramsar», sostiene Muñoz, también representante de las entidades de conservación de la naturaleza en la junta rectora de s’Albufera.

El humedal también ha sufrido de forma sostenida en el tiempo vertidos de fecales y aguas mal depuradas. «A nivel humano también se va a perder mucho. Los payeses que sembraban arroz en sus fincas ya no pueden hacerlo porque el agua es salada. Esta salinización de los acuíferos también es negativa para la agricultura y si el sector turístico se queja por los mosquitos de la laguna, cuando ésta se convierta en un terreno salobreño, aún habrá más», alerta el director del parque natural, Maties Rebassa. «La solución pasa por que el acuífero que nutre la albufera se recupere limitando su extracción, con el fin de que pueda aportar el agua dulce necesaria al humedal. Podría garantizarse el abastecimiento tras esa limitación con más agua de desaladoras», considera. Sería una alternativa para la urbanización y los hoteles. «El tema de fondo aquí es qué se prioriza: si el sistema económico depredador o la albufera», comentan tanto Muñoz como Rebassa. De momento, ganan los intereses económicos.

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